Mentir consiste en no decir la verdad con ánimo de engañar. Pero así como hay una sola forma de declarar la verdad, la mentira presenta infinitas modalidades. Se puede ocultar la verdad, disimular la situación, tergiversar la realidad, decir lo que no es o no decir lo que es, hablar de más o de menos, no hacer o no pensar lo que se dice, mantener lo que no se cree, prometer lo imposible, usar la ambigüedad, y un largo etcétera que se resume en no ir con la verdad por delante.
La mentira está por todas partes: en el maquillaje, en la publicidad, en la política, en los tintes del pelo, en la información, en las exageraciones de nuestras pequeñas hazañas, en las cremas antiarrugas, en las estadísticas…
La mentira de la niñez a la adolescencia
Aunque nos cueste, debemos asumir que ya no son «tan niños». Nuestros hijos están naciendo nuevamente, despiertan a su independencia, de forma paulatina.
Para propiciar este segundo nacimiento, hemos de tener en cuenta algunas pautas:
1. Proteger a nuestros hijos no significa encerrarlos en una burbuja. Quizá sea más fácil para nosotros, pero, a la larga, no lo es para ellos. Esto no significa que ya «pueden hacer de todo». Debemos hablar con ellos sobre lo que es más acorde a su desarrollo como personas, exponer nuestros miedos, inquietudes y razonamientos.
2. A mayor autonomía, mayor responsabilidades, también en casa.
3. Tratarlos como «mayores», no como unos niños grandes. Debemos tratar a los hijos no como lo que son, sino como lo que nos gustaría que fuesen.
4. Dejar que se equivoquen y aprendan de sus errores. No se trata de aprender a golpes, sino de que vayan ejerciendo su libertad.
No mienten, pero no dicen toda la verdad
A veces no mienten, pero no nos cuentan toda la verdad. Por ejemplo, nos enteramos por el profesor y no por él, que nuestro hijo ha hecho alguna fechoría en el colegio. Nos lo ha ocultado y nos enteramos de segundas. A veces, ellos consideran que hay cosas que no deben contarse, como los pequeños errores, fechorías. Tampoco podemos crear un estado policial en casa. Las ocultan para no avergonzarse o avergonzarnos. Pero no tenemos que hacer un drama de este hecho, es simplemente un error. Si nos lo hubiera contado antes, seguro que se habría sentido mejor y sobre todo, se habría reforzado esa confianza mutua tan necesaria en la familia, entre padres e hijos.
Consecuencias de la mentira en los adolescentes
Muchas veces la verdad nos pone en apuros, mientras que una insignificante mentira nos saca de ellos con suma facilidad. Es lo que ocurre cuando un adolescente le dice a su padre que pasará la noche en casa de ese amigo de confianza, cuando la verdad es que pasará la noche en casa de otro amigo que no es del agrado de sus padres.
Distinguimos entre grandes engaños y pequeñas mentirijillas cotidianas, pero la única forma que tenemos de cuantificar su gravedad son las consecuencias que provoca una mentira. Algo común a todas las mentiras es que buscan el beneficio propio, excepto las llamadas «mentiras piadosas», con las que supuestamente pretendemos evitar un daño a otros, como cuando no decimos toda la verdad a los enfermos.
La mentira se utiliza para eludir responsabilidades o evitar castigos, pero los adolescentes fundamentalmente las utilizan para usar su libertad a su antojo y no la que les marcan sus padres.
La mentira tiene un atractivo especial debido a su capacidad para cambiar la realidad. Este poder de la mentira hace que haya mitómanos, personas que construyen un mundo paralelo a base de creerse sus propias falsedades. El abuso de la mentira nos puede hacer perder la referencia de la verdad y traer consecuencias psicóticas. Si utilizamos mentiras a discreción, aunque sean muy sutiles, leves o piadosas, no habrá máquina que nos oriente, porque habremos perdido el referente de la verdad, la sinceridad.
10 consejos ante la mentira
1. Ante un plan que nos parece demasiado audaz para su edad, razona con tu hijo o hija el por qué crees que no es conveniente para él. Qué sepa cuáles son tus miedos y reservas. No te quedes en un NO a secas.
2. Cuidar el ejemplo que le estamos dando. Si le decimos a nuestra hija que no le diga a papá tal cosa, estaremos ejercitándole en la mentira.
3. Trabajar la autoestima. Mientras no se sientan seguros de sí mismos, con mayor facilidad echarán mano de las mentiras.
4. Hacerle atractivo el valor de la veracidad. Decir siempre la verdad, tener palabra, nos hace personas en las que se puede confiar.
5. Enséñale que la amistad es incompatible con la mentira.
6. Nunca catalogarle ni llamarle mentiroso/a o embustero/a. Mostrarle confianza en que va a dejar de mentir, porque estamos seguros de que «esa» no es su forma de ser auténtica, sino un incidente pasajero.
7. No maximizar su error. Consideremos cada mentira como una metedura de pata e invitémosles a rectificar. Cuando le pillemos en una mentira, y lo reconozca, valorar más el hecho de haberlo reconocido.
8. Darle confianza. Que se vaya dando cuenta de que va ganando más libertad conforme más se confía en él/ella.
9. Ver con ellos la televisión para enseñarles a detectar mentiras. Los guiones de muchas series televisivas se montan sobre un malentendido o una falta de veracidad, que se va enredando hasta que no queda otro remedio que decir la verdad.
10. ¿Castigarle si le pillamos una mentira? Si le castigamos, su miedo se retroalimenta. Hay que hablar de por qué ha mentido, cuál ha sido su miedo. «Pillarles» una mentira es una buena ocasión para entablar un diálogo. No caer en el tremendismo: «Me has fallado», «ya que confiaba en ti», «mira que mentir a tu madre». Hacerle ver qué hubiera pasado (a la larga) si hubiera dicho la verdad. Hacerle ver también que ha sido positivo que le hayamos «cazado» porque puede renovar la confianza.
Marta Santín
Asesores: Pilar Guembe y Carlos Goñi
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