«Es agotador» y «no puedo más» son dos frases con las que los padres con hijos adolescentes acostumbran a resumir, en los momentos bajos, la convivencia con ellos.
En las gradas de las instalaciones deportivas, en las reuniones de instituto o en las charlas sobreeducación donde coinciden con padres de chicos y chicas de la misma edad, el que no se queja de discusiones por el desorden en la habitación se lamenta de las malas contestaciones, del abuso de la videoconsola, de la falta de estudio o de la apatía. Intercambian experiencias para concluir con el consabido «yo ya no sé qué hacer».
«Los conflictos en la relación con adolescentes son normales, son propios de la etapa; la transición de niño a adulto crea tensiones internas difíciles de soportar que llevan al adolescente a actuar de una forma que puede ser difícil de tolerar por parte del entorno», advierte Jorge Tió, psicólogo clínico y coordinador del equipo de atención al menor de la Fundació Sant Pere Claver.
Y añade que ese entorno -las familias-, también se tiene que adaptar a los cambios «y empezar a relacionarse con aspectos adultos que el adolescente exige que sean respetados y reconocidos (aunque impliquen diferencias con los padres) a la vez que se siguen atendiendo aspectos infantiles que todavía persisten».
Porque, a esas edades, los hijos tan pronto se sienten sobreexigidos y se refugian en un funcionamiento infantil recordando a los padres que todavía no son adultos, como se sienten infantilizados y reivindican -a veces con excesiva vehemencia- un respeto porque ya no son niños.
Tió enfatiza que de la capacidad de adaptación de los padres a esos cambios depende muchas veces que se cronifiquen conductas, se creen círculos viciosos y se acabe en una escalada de conflictos. «No hay fórmulas ni recetas mágicas; es importante no psicologizar, psiquiatrizar o judicializar unos conflictos que son naturales y propios de los cambios que ocurren en esa etapa», comenta.
Mario Izcovich, responsable del grupo de investigación en adolescencia del Col·legi de Psicòlegs de Catalunya, asegura que muchas de las broncas que se viven en los hogares con adolescentes tienen que ver con que los padres esperan de sus hijos que hagan ciertas cosas, les plantean determinadas tareas o demandas, y los chavales, que en otro contexto -como la casa de un amigo o unas colonias- las asumirían, reaccionan de forma distinta como una manera inconsciente de manifestar cierta rebeldía respecto a lo que sus padres esperan que hagan o sean.
«La dinámica nos demuestra que los adolescentes, además de serlo, son hijos, y hay una dinámica particular en relación con sus padres», afirma. Javier Urra, psicólogo y director clínico del programa RecUrra para padres e hijos en conflicto, remarca que larelación con hijos adolescentes siempre ha provocado conflictos, ha exigido constancia y coherencia por parte de los padres, y ha resultado agotadora, «aunque quizás en la sociedad actual un poco más porque hay más permisividad social que antes» y cuesta más ejercer la autoridad.
Partiendo de todas estas premisas -que los conflictos con el hijo adolescente son inherentes a esa fase del desarrollo y no hay que desfallecer ante ellos- Jorge Tió, Mario Izcovih y Javier Urra explican cómo afrontarían ellos algunos de los momentos críticos que se producen en muchos hogares durante esta larga etapa. No son soluciones mágicas -en educación nunca las hay-, sólo las reflexiones de personas acostumbradas a relacionarse con adolescentes, incluidos sus propios vástagos.
Leer más: La Vanguardia