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Faltar a clase, el atractivo de lo prohibido para los adolescentes

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Faltar a clase o hacer novillos es una de las «trampas» más atrayentes para un adolescente, por el sentimiento de rebeldía y de transgresión de las normas que viven en esa edad. Aunque, a veces, estas faltas de asistencia a clase pueden convertirse en un grave problema para el propio adolescente y para su familia.

¿Qué significa hacer novillos? Es dejar de asistir a algún sitio al que se tiene obligación de ir y especialmente se refiere a cuando los estudiantes faltan a clase simplemente para divertirse. Éstos se ausentan de la escuela sin una causa legítima y sin el permiso de sus padres o profesores.

Pero  seguramente, si hacemos memoria más de uno de nosotros recordará haberse saltado una clase en alguna ocasión durante la adolescencia (al igual que la primera calada a un cigarrillo), por la emoción de lo prohibido. Estos novillos esporádicos sabemos que no tienen ninguna importancia, del mismo modo que no dejaron ninguna herida permanente en nosotros.

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En la edad de las nuevas posibilidades, de los retos y de la influencia de la pandilla no es raro que, alguna vez, nuestros hijos caigan en la tentación de no ir a clase para sentarse en los bancos del parque, jugar un partido de baloncesto o acudir a la salida de otro colegio y ver al chico o chica que les gusta en ese momento. Pero esto es bien diferente a esos otros adolescentes que, casi todas las semanas, encuentran el modo de escaparse de algunas clases, sin que lo sospechen sus profesores… ni sus padres.

Razones de los adolescentes para faltar a clase o hacer novillos

Dependiendo la ciudad en la que vivamos, faltar a clase puede recibir distintos nombres: novillos, pellas, toriles, fumarse, pirarse o escaquearse la clase, hacer borota, etc. La picaresca estudiantil se ha mostrado siempre pródiga en inventar nombres y sinónimos sobre las diferentes situaciones escolares. Y, para qué negarlo, hacer novillos es un comportamiento altamente atractivo para un adolescente. Pero, ¿nos hemos planteado el porqué de esta conducta?, ¿por qué ciertos estudiantes rechazan de plano la asistencia al colegio y a la menor ocasión hacen novillos? Si por ellos fuera, cortarían por lo sano con ese tormento. Las razones que suelen dar son:

–   «A mí no me gusta estudiar».
–   «La clase es muy aburrida».
–   «Yo no valgo para eso».
–   «No se me quedan las explicaciones».
–   «El profesor no nos hace ni caso a los que no vamos bien».
–   «Se burlan de mí en la clase».
–   «El profesor hace gracias para que mis compañeros se rían de mí».
–   «Es un rollo aguantar una hora copiando al dictado lo que dice el profesor, en lugar de estudiar con el libro directamente».

En todos los casos observamos que se da un mismo denominador común: la autoestima del estudiante está por los suelos. Algo que, muy probablemente, tiene su origen en la visión del colegio o del instituto como un lugar ajeno a los intereses vitales del adolescente.

Los reproches continuos agravan la situación

Por lo general, el 95% de los chicos y chicas que faltan a clase están sensiblemente por debajo de la media de la mayoría de sus compañeros; tanto en lectura, matemáticas, lengua como en otras asignaturas básicas para su edad. Existe, por tanto, una estrecha relación entre las notas y la actitud del alumno hacia la escuela. Es evidente que un chico o una chica que obtiene buenas calificaciones disfruta más en el colegio que un mal estudiante. Además, éste último no recibe más que constantes reproches de padres y profesores por su falta de esfuerzo, lo que contribuye a agravar la situación, pues ningún estudiante suspende por capricho.

Los adolescentes se auto-justifican para defenderse

Quien siente aversión a la escuela puede demostrarlo proclamando a gritos su desdicha («Odio este maldito colegio»), afligirse en silencio, culpar al profesor («Me tiene manía»), a sí mismo («Soy tonto»), encontrar una justificación («Lo que me enseñan no sirve para nada»), fugarse de clase… o hacer y decir todas estas cosas a la vez.

Cuando el joven observa que no es capaz de realizar el trabajo con la misma facilidad que los demás compañeros, trata de protegerse a sí mismo para no sentirse inepto y nulo. Lo hace mostrando desgana y desdén hacia la escuela: aplaza los trabajos, se niega a hacer los deberes, critica a los profesores o, simplemente, se rinde y decide irse de clase, trampear o dejar los estudios.

Hay estudiantes que sólo hacen novillos en ocasiones muy especiales: con motivo de un examen dificilísimo al que se teme, o para escapar de alguna amenaza del profesor o de un castigo. Pero, al igual que los «novilleros profesionales», esa actuación nace del mismo error: ver la escuela como un lugar de sufrimiento en vez de un lugar donde realizarse. A estos chicos hay que ofrecerles unos buenos motivos para estudiar y esforzarse.

Faltan a clase cuando les cuesta concentrarse en los estudios

Tampoco hay que olvidar que el estudio plantea problemas específicos en todas las edades, pero en la época adolescente están más estrechamente relacionados con la personalidad de los chicos. Viven una serie de transformaciones profundas y complejas en su forma de ser, que influyen intensamente en su marcha en el colegio. Es una fase conflictiva en la que se replanten los valores de la niñez, los de los adultos… Todo ello influye decisivamente en la realización del trabajo escolar, en cuanto impide una concentración plena en el mismo.

Por otro lado, el adolescente, sobre todo en la primera fase, la de la pubertad, se siente invadido por la pereza. Existe el peligro de considerar la falta de rendimiento o el absentismo como un simple problema de vagancia. Por supuesto que existen adolescentes vagos, incluso quizá puede decirse que todos lo son en mayor o menor proporción, pero también hay que tener en cuenta que sus cambios orgánicos les llevan a una cierta inactividad.

Por último, hay que sumar a todo esto una mayor dificultad de las materias, la cercanía del fin del periodo de escolaridad obligatoria (con la necesaria opción entre estudios superiores, F.P -Formación Profesional- y trabajo) y la mayor vulnerabilidad de los hijos ante las influencias negativas del ambiente.

Ana Aznar

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