No son pocos los adolescentes que desde muy pequeños muestran un gran talento y destreza para la pintura, la música u otras formas artísticas. Sin embargo, esta vocación puede crear tensión entre padres e hijo cuando este quiere ser artista y hacer de ella su salida profesional.
Es normal que a los padres les preocupe el futuro de su hijo, y que teman que una profesión artística no vaya a asegurar su sustento el día de mañana. Es comprensible esta preocupación, más aún teniendo en cuenta la actual situación económica, que parece que no deja títere con cabeza en el mundo laboral y prima que el joven busque en el futuro un empleo seguro. A otros, en cambio, les preocupa que su hijo o hija se pueda ver metido en un ambiente que se aleja de los valores que ellos le han inculcado. En este artículo te explicamos cómo abordar y apoyar, en nuestra labor de educadores, cuando el hijo quiere ser artista.
Antecedentes artísticos en la familia
Cualquiera de nuestros hijos puede sorprendernos un día con la propuesta de que quiere dedicarse al mundo del arte, en cualquiera de sus vertientes. A pesar de que durante toda la vida le hemos estado proporcionando la mejor preparación -puede que se nos pase por la cabeza- ahora viene con que quiere ser actor, pintor, bailarín, escritor, diseñador… y no someterse a la rutina de un trabajo burocrático.
Una decisión de este tipo no suele surgir de pronto. En muchas ocasiones, un hijo tiene referentes cercanos que le llevan a tomar esa decisión: tal vez ha crecido en una familia de artistas. En otras, sus preferencias vienen perfilándose desde edades tempranas, cuando ya se podía comenzar a sospechar algo: gusto por el dibujo o por el baile, especial sensibilidad, etc.
Quiero ser artista: rejuicios en las profesiones
Sin embargo, la cuestión fundamental reside en intentar superar la tradicional dicotomía que enfrenta a las profesiones y carreras técnicas o de ciencias, con las artísticas. Existe un prejuicio en la sociedad que considera más importantes a un determinado tipo de profesiones, les da más relevancia social y prestigio, casi siempre en función del éxito económico que conllevan (es decir, en función del dinero que se gana).
Una vez superada esa visión reduccionista y habiéndonos dado cuenta de que las profesiones artísticas tienen tanto «valor» o importancia como cualquier otra, hay que tener cuidado en no caer en el otro extremo, en el exceso de idealismo. Cultivar la sensibilidad o sentir la necesidad de expresarse a través de cualquiera de las Artes… pueden ser ocupaciones que realicen como persona a nuestro hijo más que cualquier otra, aunque se gane menos.
Debemos preguntarnos si nuestro hijo tiene una personalidad de ese tipo, si realmente responde a sus intereses y si está bien informado de su futura ocupación. Ahí reside nuestra función de padres: aconsejar y cerciorarnos de que cumple los requisitos, y dejarles que decidan. De todas maneras, quizá sea conveniente insistirles en que piensen bien la profesión concreta, cómo van a ganarse la vida, de qué van a vivir, etc. de una manera realista, y sin dejarse llevar por ilusiones etéreas.
Con sus valores por delante
Pero también hemos de advertir a nuestro hijo de que puede encontrarse con ambientes contrarios a la educación que le hemos dado, y que choquen de frente con sus valores. Por ejemplo, si quiere ser actor, con toda probabilidad le tocará rodar escenas incómodas. Es importante hacer reflexionar a nuestro hijo sobre si le compensará verse en estas situaciones que le limitan o por el contrario, tratar de encontrar otra profesión para la que también tenga talento y ver en la actuación una forma de entretenimiento para sus momentos de ocio.
Es importante que le inculquemos que será más feliz si es fiel y coherente con sus valores. En cualquier caso, tiene que tener presente que no tiene por qué aceptar situaciones que le puedan hacer sentirse mal ni dejarse presionar, y esto es algo que ha de aplicar en todos los ámbitos de la vida.
Por otra parte, es importante que no se confunda lo que puede ser una actividad que a nuestro hijo le entretiene (un hobby) con lo que es una fuerte vocación. Son muchos los jóvenes que confunden estos términos y se sienten frustrados si la profesión que ejercen no les entretiene tanto como los hobbys que practican. Por lo tanto, también los padres hemos de medir la madurez de nuestro hijo, y ver si le mueve una vocación real o simplemente las ganas de trabajar en algo que no les supone ningún esfuerzo porque para él es un entretenimiento sin más.
Consejos para no llevarse un disgusto
– Uno de los peligros consiste en dejarnos llevar por criterios economicistas a la hora de pensar en su futuro. Hagámonos un test: ¿qué nos importa más de su profesión?, ¿que gane más?, ¿que esté bien situado…?
– Quizá sea necesario distinguir entre lo que es un hobby y una dedicación profesional. La pintura, la música… pueden convertirse en grandes aficiones que llenen de sentido nuestro tiempo libre, a la vez que se conjuga perfectamente con otro tipo de dedicación profesional.
– Si no entendemos la decisión de nuestro hijo por dedicarse a una profesión más artística, podemos pensar en cómo se vive la cultura en casa. Si nosotros no la cultivamos, difícilmente podemos comprenderle.
– Nuestra labor consiste en procurar que nuestro hijo llegue a un equilibrio virtuoso entre ilusión y realismo. Ni dejarse llevar por fantasías que no tienen los pies sobre la tierra (a causa de una película, un amigo), ni pensar únicamente en el dinero, en el prestigio de determinadas profesiones.
– Hay que educarles para que hagan bien su trabajo porque es lo que se espera de un profesional y es lo que produce mayor satisfacción: las cosas bien hechas. El mercado laboral absorbe más abogados que músicos, es cierto; pero también lo es que el mejor músico siempre tendrá trabajo… y muy bueno.
– Da igual el tipo de ocupación que elijan; han de prepararse con intensidad, procurarse una formación y un título reconocido (ya sea Licenciatura, Certificados oficiales), abierto a salidas profesionales como la docencia, por ejemplo.
Muchas personas tienen inquietudes artísticas o gozan de una sensibilidad especial. A muchos jóvenes se les puede aconsejar que busquen profesiones o trabajos en que esa capacidad o afición sea valorada o necesaria, pero dentro de salidas profesionales concretas. Hablamos de una vocación de pintor que no deje de lado la posibilidad de ilustrar en revistas o libros infantiles; de un bailarín que piense en estudiar INEF para dedicarse a la enseñanza de la gimnasia…
Teresa Pereda