El consumo de drogas como el alcohol, los porros o las pastillas puede ser, en potencia, la actividad más destructiva en la que puedan verse envueltos nuestros hijos adolescentes. Todas las drogas afectan a la salud de las personas y a su desarrollo personal. Sin embargo, este hecho se incrementa aún más en el caso de los más jóvenes.
Los adolescentes tienen tasas de absorción más rápidas y, sin embargo, sus sistemas metabólicos son mucho menos eficientes que los de los adultos. Así, llegan a la adición cinco veces más rápido.
El riesgo -quizá el más importante- de las drogas es su capacidad para crear dependencia. Todas las drogas presentan esta característica. Aunque se afirma que algunas drogas no producen dependencia física (cannabis, alucinógenos, éxtasis…) este es un asunto controvertido. En lo que sí hay unanimidad, es en la capacidad de todas las drogas para provocar dependencia psicológica o emocional.
Capacidades alteradas por consumo de drogas
En el caso de los adolescentes es aún peor, porque ese consumo de drogas se produce en una época en el que su cerebro cambia rápidamente; y la injerencia de sustancias extrañas puede dañarlo y robar su potencial, el pleno desarrollo de sus capacidades que se encuentran en potencia, pero que pueden quedar definitivamente alteradas.
El consumo de drogas induce, por otra parte, a comportamientos descontrolados bajo sus efectos; conductas, en muchos casos, en las que no se miden los riesgos, ni las consecuencias de o que se está haciendo.
Además, muchas de las drogas que se encuentran en el mercado ilegal están con frecuencia sometidas a procesos de adulteración. Es estos casos, el posible consumidor no sabe qué es o que está tomando y, por lo tanto, se sitúa ante unos imprevisibles riesgos añadidos.
Programa de acción para padres frente al consumo de drogas
Cuando resulta obvio que nuestro hijo tiene problemas, cuando los indicios de drogas son irrefutables y parece que se viene el mundo abajo, es el momento de sentarse y respirar profundamente.
1. Actuar con calma. Es decir, sin dramatizar. La drogodependencia es un proceso lento y no inevitable, que transcurre por etapas sucesivas y que no supone necesariamente una escalada forzosa, sino que puede detenerse incluso espontáneamente. Es fundamental conocer en qué momento del proceso se encuentra nuestro hijo: puede que haya realizado una primera experimentación o consuma esporádicamente o, por el contrario, realice un consumo más regular y habitual.
2. Buscar información. En el caso de detectar un consumo abusivo o dependencia: es necesario no ocultar el problema. El primer paso es solicitar orientación y ayuda. Este primer contacto con profesionales es fundamental para no sentirnos solos y perdidos. Antes de actuar, es necesario recabar toda la información posible.
Debemos aprender los peligros reales de las drogas. A estas edades, los adolescentes creen que saben más de drogas que sus padres y probablemente tengan razón. Por otro lado, lo que saben ellos lo han aprendido de algún camello cuya motivación principal es el beneficio, o de algún compañero al que le viene bien que se enganche más gente. Hemos de enterarnos, hablar y preguntar para poder ofrecer a nuestro hijo información fiable y realista sobre los efectos nocivos de las sustancias que consume y para poder ayudarle a analizar los motivos por los que las toma.
3. Buscar el apoyo de toda la familia. Hemos de discutir la situación con objetividad con toda la familia, pues es algo que afecta a todos. Nuestro hijo ha de saber que el consumo de drogas es, de alguna manera, un abuso de toda la familia, puesto que tendrá que soportar las consecuencias de sus mentiras, de sus robos y de su decadencia. Por eso, toda la familia tiene algo que decir.
También puede ser una buena idea contactar con los padres de los amigos de nuestro hijo que podrían tener el mismo problema. Una actuación conjunta tiene mucha fuerza, más que la presión de su grupo de amigos. Nadie -ni siquiera sus mejores amigos- quiere a nuestros hijos más que nosotros. Si no existe un grupo de padres en el colegio o instituto, podemos hacer lo posible entonces para iniciar uno.
4. Hablar con nuestro hijo. Es importante adoptar una actitud de acogida y no de rechazo para que nuestro hijo lo perciba como una ayuda y no como una censura o control; eso sí, subrayando seriamente la desaprobación. No hay que hacerlo si está borracho o colocado, sino esperar a que se le pase. Se trata de intentar hablar con él de:· Las sustancias que está tomando.
– La dosis y la frecuencia.
– Su grado de conciencia sobre los riesgos o posibles problemas que tiene el consumo que está realizando.
– La función que está cumpliendo para él o para ella la droga o drogas que está utilizando.
5. Hábitos saludables. Tanto si hay situación de consumo, como si no, hay una serie de hábitos saludables que pueden ayudar a liberar el organismo de sustancias nocivas… o a prevenir su uso.
– Asegurarse de que toman tres comidas saludables al día. Un adolescente necesitan una dieta equilibrada, rica en minerales y vitaminas que proporcionen al cerebro y al cuerpo de los nutrientes básicos para un desarrollo normal.
– Animarles a practicar su deporte favorito; asegurarse de que suden, lo que acelerará la eliminación de toxinas. El ejercicio incrementa la capacidad aeróbica del adolescente, llena de oxígeno todas las partes de su cuerpo, estimula el crecimiento, ayuda a la digestión y favorece el deseo de un sueño nocturno reparador.
– Facilitar la búsqueda de alternativas que sustituyan la función que están cumpliendo las drogas: motivarle hacia diversas aficiones, despertar nuevos intereses y nuevos entretenimientos, abrir su abanico de amistades poniéndole en contacto con otros jóvenes, etc.
– La regularidad en el sueño es esencial. Es durante el sueño cuando se recargan las baterías del cuerpo, cuando se preparan y se ponen en actividad los transmisores neuroquímicos del día siguiente.
– Animarles a tomar mucho líquido. Algo de vitaminas, como la B y la C, podría ser beneficioso.
– Ayudarles a que respiren aire fresco. Esto les ayudará a mejorar los niveles de oxígeno que viajan por su sangre.
6. Amor, cercanía y… disciplina. Estos son momentos para dar a los hijos mucho amor, un amor que se base en el respeto mutuo. Decirles muchas veces que les queremos, y que solo odiamos su mal comportamiento provocado por la droga.
Por otro lado, nuestra disciplina y exigencia ha de ser fuerte, pero también racional y compasiva. Tenemos que recordarnos que nuestro objetivo último es conseguir liberar a nuestro hijo de las drogas. Las medias tintas no conducen a ninguna parte.
Por eso, prácticas como marcar unos horarios claros y unas normas de convivencia en casa que han de ser respetadas puede ser una buena idea, ya que esto facilita el clima de entendimiento en la familia y ayuda a controlar riesgos.
Ricardo Regidor
Asesoramiento: Trevor Grice, director de The Life Education Trust. Guía para padres preocupados por las drogas. Comisionado para la Droga. Junta de Andalucía. Documentos de la FAD.
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