María tiene 15 años. Acaba de ser internada en un Centro de Menores de la Comunidad de Madrid tras haber sido denunciada por su madre, desbordada por sus agresiones constantes. En estos días no para de repetir lo que otros muchos padres: «De pequeña era una niña maravillosa. No sé cómo ha llegado a esto».
Pues llegó como todos. Comenzó desobedeciendo. Más tarde empezó a insultar y a amenazar, cada vez con más frecuencia. Al final, acabó pegando a toda la familia.
Hasta hace muy poco era difícil imaginar la posibilidad de que un hijo agrediese a sus padres. Pero, desgraciadamente, ya no hay que imaginar nada. La Memoria de la Fiscalía General del Estado en la que se recogen los datos de 2011 lo ha vuelto a confirmar. El maltrato de menores ha experimentado un aumento alarmante en los últimos años. Concienciarnos de la gravedad de este asunto es prioritario, pero también lo es analizar cómo hemos llegado a esto. Sólo así podremos aspirar algún día a poner freno a esta situación.
Pero, ¿por qué nos está costando tanto hacerlo? Emilio Calatayud, el conocido juez de menores de Granada, parece tener claro el motivo. Hace pocas semanas impartió una conferencia en la Universidad San Pablo CEU con el título Educar hoy para no castigar mañana y no se cortó un pelo. Para él, el principal problema es que «somos uno de los países más brutos de Europa» ya que carecemos de unidad. No la tenemos ni en el terreno social, ni en el educativo, ni en el sanitario, ni en el judicial. ¿Así cómo vamos afrontar un problema tan complejo, cuya solución requiere coordinar tantos estamentos?
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