Adolescentes apáticos, buscando continuamente la horizontal, sin ilusión ni ganas por hacer nada. «¿Por qué siempre está cansado y solo tiende al sillón-ball?». El adolescente crece muy de prisa y en la actualidad ya se ha demostrado científicamente que tienen más necesidad de sueño.
A partir de los 13 años nuestros hijos se enfrentan a cambios importantes para sus vidas, que requieren más que nunca del apoyo de los padres. Es normal que les baje la autoestima o que se sientan en una difícil situación, ya que no son niños pero tampoco adultos y necesitan ayuda para alcanzar esta madurez.
Causas que restan energía a los adolescentes
El paso de la niñez a la adolescencia es físicamente extenuante. Razón ésta por la que cobra especial importancia una buena alimentación, la práctica de algún deporte y dormir las horas necesarias para estar sanos, con energía e ilusión con los que afrontar los cambios que les esperan. De cualquier modo, existen una serie de causas «reales» que restan energía a nuestros hijos y que es aconsejable que las tengamos en cuenta a la hora de comprenderlos.
– La mala alimentación. En algunos casos, debido al miedo a engordar, comen poco y mal y caen en estados anímicos muy bajos, al provocarles importantes carencias nutricionales.
– El crecimiento. Es una etapa de grandes transformaciones físicas. Se encuentran en su época de mayor crecimiento: aumentan de 25 a 30 cm. de altura, entre 20 y 25 kg. de peso y aparecen los caracteres sexuales secundarios y otras modificaciones del cuerpo.
– Las alteraciones hormonales. Son características de esta edad y producen una maduración tanto a nivel físico como psíquico.
– Esfuerzo intelectual. Deben afrontar un gran esfuerzo para llevar adelante los estudios.
Adolescentes apáticos. ¿Cansado… de qué?
«Déjame, estoy muy cansado». Pero, ¿de qué puede estar cansado un adolescente que solo estudia y disfruta con los amigos? Detrás de la fatiga de nuestros hijos se pueden esconder desde problemas comunes, hasta otros más graves que requieren el consejo de un especialista. Así, los malos hábitos a la hora de acostarse o en su alimentación, son temas frecuentes entre los adolescentes. Por el contrario, la ansiedad, la depresión, desajustes del tiroides u otras dolencias físicas, requieren la atención del médico.
Dormir y comer adecuadamente para ganar energía
Hay dos batallas que no debemos perder por el simple hecho de ver que nuestro hijo ya no es tan chiquitín: el control en su alimentación y descansar las horas necesarias.
1. Falta de sueño. Sin darnos cuenta podemos haber cedido, poco a poco, en la hora de irse a la cama: «¡Ya no son niños pequeños!», podemos alegar. Pero justamente es en esta época cuando necesitan de nuevo dormir las horas necesarias (entre 9 y 12) para su correcto desarrollo. Sería bueno hablar de este tema con ellos y llegar a un acuerdo, buscando que descansen lo necesario para rendir al día siguiente.
2. Alimentación. ¿Seguimos desayunando juntos a diario? Quizá se hagan los remolones por las mañanas y con las prisas de última hora no se tomen más que un vaso de leche antes de ir al colegio. «El desayuno es la comida más importante del día», escuchamos con frecuencia a los médicos y en los medios de comunicación. Procura que en su desayuno no falte: leche (o yogures), fruta y algo sólido (galletas, cereales, embutidos, etc.).
¿Sabes qué le preocupa a tu hijo adolescente?
Los adolescentes tienen un sentido muy peculiar para sentir pequeños problemas como grandes dramas existenciales. Se pueden ver sobrepasados por cuestiones que se les atragantan y caer en la ansiedad o depresión. Sus hormonas se revolucionan, su mundo crece y con él los problemas, sin tener todavía la experiencia suficiente para procesarlos de una forma madura y dar la importancia justa a las cosas.
Un indicador de que detrás del cansancio puede haber una pequeña depresión o cierta ansiedad es si se levanta ya cansado, independientemente de las horas que se haya pasado en la cama. Una preocupación que carcome por dentro, no respeta el sueño, por lo que el cansancio está asegurado.
Lo mejor es intentar hablar con ellos, combinando hábilmente una serie de tácticas diplomáticas: hay que preguntar sin avasallar y, más que hablar, en cuanto empiecen a soltarnos sus angustias, mejor es callar. Abrazarlos, apoyarlos y tan solo dar unas cuantas pistas de cómo creemos que se puede salir del problema, con el convencimiento de que será capaz de hacerlo. Y por supuesto, trasmitirle que pase lo que pase, nunca estará solo.
Problemas médicos típicos de los adolescentes
Los problemas de tiroides y otras dolencias físicas pueden ser la raíz de esa tendencia estar tumbado que caracteriza a nuestro hijo. Si observamos que al levantarse está perfectamente activo, pero según pasan las horas las pilas se le van agotando con más facilidad que a los demás chicos de su edad, lo mejor es llevarle al médico para que le haga un chequeo. A veces, detrás de una disfunción así, puede haber síntomas de una enfermedad más grave que conviene descartar cuanto antes. Son ese tipo de casos que se dan uno entre mil, pero lo mejor es evitarlos.
Alteración del reloj biológico
El doctor Gonzalo Pin Arboleda, coordinador de la Unidad del Sueño del Hospital Quirón de Valencia, explica que el gran problema de la adolescencia se denomina el síndrome del retraso de fase: «significa que si el reloj biológico durante la primera etapa de la infancia induce a dormir a una determinada hora, cuando llega la adolescencia ese reloj se atrasa un poco y el adolescente empieza a tener sueño una hora más tarde de lo que era habitual hasta entonces. Sin embargo, tiene que despertarse a la misma hora de siempre para ir a clase». Así, nos encontramos con una contradicción: los adolescentes son los bellos durmientes de la sociedad porque necesitan entre 9 y 12 horas de sueño nocturno, pero al mismo tiempo son los que menos duermen. Tienen que despertarse a una hora que, para un reloj interior retrasado, todavía es biológicamente de noche.
Y si hacemos caso a las estadísticas, la mayoría de los adolescentes que han dedicado parte de sus horas de sueño a comunicarse con sus amigos (muchos se conectan con el móvil o por internet de madrugada), han salido además de casa casi sin desayunar, lo que incide también negativamente en el rendimiento escolar. Y es que, como señala este especialista, ambas pautas están muy relacionadas: «No se trata sólo de una cuestión de tiempo. La misma sustancia -un neuropéptido llamado orexina- se encarga de regular el apetito y el sueño. Por eso, cuando se duerme poco o mal se tiene menos sensación de hambre». Estos desajustes, por tanto, también pueden ser la causa de que tengamos «hijos tirados» por lo sillones de casa a media tarde.
Consejos para luchar contra la apatía de los adolescentes
– La dieta del adolescente debe ser rica y variada, siendo primordial el desayuno (cereales, huevos, fruta y leche).
– El adolescente necesita dormir más ahora que en los años previos, entre 9 y 12 horas. Su mente y su cuerpo lo necesitan.
– Es muy importante la actividad física diaria, porque permite la oxigenación, estimula a nuestro apático adolescente, le proporciona un bienestar físico y psíquico (que procurará volver a experimentar) y le ayuda a dormir mejor.
– Evita frases que nunca ayudan: «Siempre andas tumbado», «Eres un perezoso», «Así no vas a llegar a ninguna parte», «Hemos perdido el tiempo contigo» o «No sirves para nada».
– Que ellos mismos hagan la cuenta de los días que tienen «tiempo libre» y que piensen cómo invertirlo. Podéis ayudarles a ser creativos a la hora de organizarse.
– No olvidemos que para ellos los amigos son de gran importancia, por eso la casa debe estar «abierta». Si hacemos planes apetecibles, no tenderán hacia la horizontal.
Es muy bueno fomentar sus aficiones: puede apuntarse los fines de semana a clases de guitarra, de pintura, de escalada, de modelismo, etc. También es la edad ideal para la solidaridad, por lo que un día entre semana podría participar en alguna ONG.
Ana Aznar
Asesoramiento: Lourdes Arbeláez. Presidenta de IPAO
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