La mentira y el engaño es un mecanismo de defensa que desarrolla nuestro cerebro para sobrevivir a circunstancias desfavorables, o en las que nuestro yo se siente amenazado. Un niño que miente debe reconocer la verdad, concebir intelectualmente una realidad alternativa y ser capaz de «venderle» convincentemente a alguien esa nueva realidad.
Por lo tanto, mentir exige un desarrollo cognitivo avanzado y habilidades sociales que la veracidad no requiere.
Cómo afrontar las consecuencias de nuestros actos
Sólo existen dos formas:
1. Afrontándolos, tanto si se prevé agradable como desagradable. Dar la cara supone generalmente la mejor opción, ya que, aun suponiendo que nos vayan a castigar, demostramos que somos responsables de nuestros actos y, por tanto, los demás nos toman en serio.
2. Evitando o huyendo de dicho acontecimiento. Siempre cuando huimos de nuestros actos, estos nos persiguen de uno u otro modo. La mentira es una forma de eludir la realidad y, por tanto, la responsabilidad de asumir las consecuencias de nuestros actos (en los que se incluyen las palabras).
¿Por qué mienten los adolescentes?
Tomar conciencia de que nuestr@ hij@ nos ha mentido, o lo está haciendo, suele provocarnos una gran tristeza. Sentir nuestra confianza traicionada no es plato de buen gusto. Sin embargo, hay que saber analizar bien la situación de los adolescentes, para afrontar la verdad o recurrir a la mentira, la naturaleza de las mentiras y la frecuencia de las mismas.
Son diversas las causas que mueven a un adolescente a mentir, pero podemos agruparlas de la siguiente manera:
1. Para evitar un castigo, es decir, para eludir las consecuencias de un comportamiento negativo. Por qué no ha llegado a su hora, con quién y dónde ha estado, cuántas horas ha estudiado, qué ha hecho con el dinero que le dimos, si ha comido bien, a qué hora se durmió… Y, por supuesto, en temas más serios: ¿fumas, bebes, qué película has visto, de dónde has sacado ese suéter nuevo…? Los estilos educativos autoritarios favorecen en los hijos estos comportamientos.
2. Para obtener un beneficio, tener poder y manipular a otros. Es la mentira más elaborada y más dañina. Además es la más adictiva y la que puede generar un tipo de personalidad más desajustada. Con la mentira se obtiene cierto placer, el adolescente se siente más listo que los demás. El hecho de correr cierto riesgo favorece la aparición de una elevación de adrenalina; recibe el beneficio secundario que supone el no afrontar el acto realizado. Cada mentira, además, puede llevar asociada que la persona se vea obligada a unirla con otras nuevas. Si ésta llega a convertirse en hábito, puede suponer un trastorno de la personalidad donde el impulso de mentir es irrefrenable; se conoce como mentira patológica o mitomanía. En este caso sería necesario consultar cuanto antes con un profesional.
3. Para ser socialmente aceptado, engrandeciendo los logros, inventando historias, atribuyéndose los aciertos de otros… El origen de este comportamiento suele ser una autoestima mal construida; sentirse inferior, pensar que no se es «suficientemente bueno» para gustar a los demás, avergonzarse de sí mismo…
Mentir nunca es la solución
No es lo mismo esconder un suspenso que una borrachera o unas caladas a un porro, la mentira por pequeña que sea, siempre añade a la de por sí frágil personalidad adolescente, mayor inestabilidad y puede ser altamente adictiva. La respuesta a un engaño de los hijos debe pasar primero por la reflexión conjunta del porqué. Busca las causas.
Generalmente, la mentira es un síntoma del malestar interno, que nos impide afrontar la realidad tal cual es. Ser honesto, actuar según los principios propios, mantener la palabra dada, no tener necesidad de justificarse y dar la cara cuando hemos acertado o hemos cometido una equivocación, nos convierte en auténticos. Eso buscan nuestros adolescentes. Vernos como auténticos modelos a los que merece la pena observar y escuchar.
Cómo ayudar a los adolescentes a decir la verdad
1. Repasa qué mostramos a nuestros hijos cada día con nuestra vida, qué consideramos más importante y la forma de conseguirlo. No todo vale. Hay que ser, no parecer. Merece la pena perder honestamente, que ganar engañando.
2 Una excesiva presión puede llevar a un adolescente a mentir reiteradamente para «no defraudarnos». Debemos recordarles a menudo que nuestro amor por ellos es incondicional. No los queremos más porque hagan cosas buenas, ni menos porque las hagan malas. Los queremos por ser ellos mismos.
3. Ayúdale a enfrentar sus equivocaciones. En ocasiones nosotros también hemos podido traicionar nuestros principios, o hemos tenido miedo de decir la verdad y hemos mentido. Pero que lo realmente importante es reconocerlo para mejorar y superarse.
4. Habla abiertamente en un momento de conversación tranquila con tus hij@s adolescentes sobre la sinceridad y la autenticidad. Los padres deberíamos escuchar más que hablar sobre en qué y quién nos molesta a cada uno que nos mientan. Cómo pensamos que sería la forma de ayudar a la persona que engaña. Por qué mentimos, si nos gustaría llegar a ser totalmente honestos… y lo que surja.
Mª Jesús Sancho Tos. Profesora del colegio Guadalaviar
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