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Adolescencia y autoestima

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La autoestima en las personas, y en especial en los adolescentes, es algo determinante para el desarrollo físico y mental. Los jóvenes, cuando llegan a la adolescencia, se vuelven más sensibles, frágiles e inseguros, de ahí que sea muy importante vigilar su autoestima. Esta vendrá determinada por las relaciones que guarde con su familia, con sus amistades o en el colegio. 

Cuando el adolescente se encuentre en un ambiente en el que no se sienta querido y aceptado, se encontrará cohibido en su desarrollo físico y mental y su sentimiento de seguridad se verá afectado. Es aquí donde los padres juegan un papel fundamental colaborando para que su hijo adolescente tenga confianza en sí y amor propio y les inculquen la fortaleza que necesitan para que  superen sus debilidades.

Cómo analizar la autoestima de los adolescentes

Existen una serie de puntos claves para estudiar el desarrollo de la autoestima de los jóvenes, que son los siguientes:

1.  El sentido de pertenencia, determinado por sus relaciones familiares. Según como sean estas, tendrán distintos desarrollos de su sentimiento de pertenencia.



2.  El sentido de la singularidad. La persona es única y por ello, tiene sus propias normas de vida y sentimientos.

3.  El sentido del poder. El potencial de los adolescentes determina las metas que alcanzarán en su vida. La autoestima influye en el potencial y en el esfuerzo que los jóvenes empleen para alcanzar dichas metas.

4.  La influencia de los modelos. Los adolescentes tienen que tener un punto de referencia o un modelo a imitar, que patrocinen patrones de conducta y les ayude a conseguir los valores, objetivos e ideales necesarios para su identidad.

Cómo detectar la baja autoestima

Los adolescentes presentan una serie de síntomas cuando su autoestima se encuentra en detrimento, como son los siguientes:

– Psicológicos, que se representan con la falta de apetito, poca visión de futuro, pocas ganas de realizar actividades, dificultad para concentrarse, irritabilidad, dolores de cabeza, trastornos digestivos y tristeza.

– Afectivos. Dificultad para tomas decisiones, miedo y ansiedad.

– Intelectuales. Mala fijación de los hechos de la vida cotidiana, dificultad para la comunicación, autoevaluación, ideas o recuerdos molestos repetitivos.

– De conducta. Descuido de la obligaciones, del aseo personal,  mal rendimiento académico y conducta apática y maleducada en clase y con los padres.

– Somático. Insomnio, anorexia o bulimia, tensión en los músculos de la nuca, enfermedades del estómago, alteraciones de la frecuencia cardiaca, mareos y nauseas.

Ana Vázquez Recio

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