Categorías:

12 soluciones frente a la rebeldia de los adolescentes

Tabla de contenidos

¿Y si resulta que vuestro hijo adolescente está tan rebelde, insoportable y desmotivado porque la familia y el matrimonio también está en crisis? Reconocer los problemas que hay en casa es el primer paso para la búsqueda de soluciones para la rebeldía de los adolescentes.

En muchas ocasiones, los adolescentes son conscientes del distanciamiento que hay entre los padres, de la falta de firmeza, de las broncas habituales que hay ente ellos o simplemente, que no están en casa porque «siempre están trabajando». Entonces es cuando sienten que su familia se desmorona, que no se puede estar en casa y surge este comportamiento basado en la rebeldía.

Cuando la familia es el origen de la rebeldía de los adolescentes

¿Qué se puede hacer si la falta de comunicación de los padres, y el distanciamiento evidente entre ellos es el origen de la rebeldía, de la deriva y de la falta de autoestima del hijo adolescente?

Aquilino Polaino da respuestas a posibles conflictos familiares. Se trata de mejorar la autoestima en toda la familia, para protegerla de la rutina, el individualismo, la ruptura y las frustraciones:

1.   Si los padres están más tiempo fuera de casa que en el hogar por trabajo u otras ocupaciones: el remedio está en la disponibilidad. Consiste en dedicar tiempo (¡que es lo que menos tenemos!) a  atender a nuestros hijos y a nuestro cónyuge. Con los adolescentes, por ejemplo, no vale lo de «este tema ya lo hablaremos el sábado con tranquilidad, cariño». Para el sábado, tu hijo/a de 13 años ya se ha emborrachado con un/a amigo/a y van a hacer lo que se les ocurra. Hay que estar disponible, porque hay problemas que sólo se arreglan en el momento en que el otro se anima a plantearlo y pide ser escuchado.

2.   Cuando los padres no saben contenerse y discuten siempre delante de los hijos. Los padres han de convencerse de que son del todo necesarios e imprescindibles para que sus hijos adolescentes lleguen a la madurez que es propio de las personas. Tenéis que hacer el esfuerzo, con ayuda externa si es preciso, por mejorar vuestra relación, por el bien vuestro y la de vuestros hijos. Lo que nunca podéis hacer es «utilizar» a los hijos para hablar mal del otro cónyuge porque, además de que ellos sufrirán mucho, conseguirán que los hijos se alejen más de vosotros.

3.   Si en nuestra familia hay demasiado individualismo, nadie habla con nadie y todo el mundo va a lo suyo. El individualismo es el cáncer del siglo XXI. Nosotros y nuestros hijos estamos atados a máquinas gratificantes: el DVD, la TV, la videoconsola, Internet…La comunicación en la familia, no tener miedo a contarse lo que a uno le ocurre, compartir conversaciones sinceras y cercanas, nos engrandece como personas y nos da mucha satisfacción.

4.   Si los padres tienen una mala comunicación con los hijos y no pueden dialogar con ellos: Una solución muy efectiva es que los padres hablen menos y escuchen más. En muchas familias, cuando un padre o madre dice «hijo, tenemos que hablar», el chaval piensa «uy, malo, malo». ¿Por qué? Porque sabe que los padres cuando dicen «tenemos que hablar» quieren decir «te voy a soltar un discurso por algo tuyo que no me ha gustado». Esto cambiaría si los padres se hicieran un propósito: dedicar el 75% a escuchar y sólo el 25% a hablar.

5.   Cuando los padres carecen de coherencia y autoexigencia. Uno es coherente cuando lo que piensa, siente, dice y hace es una sola y misma cosa. Pedimos a nuestros hijos que estudien pero ¿nos ven a nosotros estudiar, leer revistas de nuestro oficio, ponernos al día en nuestra especialidad? Hay que dar ejemplo primero. Así aprenden a autoexigirse, que es mucho mejor que tenerlos vigilados 24 horas al día. Esto es un progenitor potenciador, motivador, animador y protector al mismo tiempo.

6.   Cuando los padres están siempre de mal humor, sin iniciativas. Tener iniciativa, inquietudes y buen humor, son tres factores útiles para la autoestima familiar. La rutina es un enemigo en las relaciones conyugales y con los hijos. El punto clave es que haya creatividad e iniciativa en la vida de pareja y eso se contagiará a toda la familia. Las mejores horas deben ser para compartir con tu mujer o con tu marido. Si la pareja va bien, los hijos aprenden su «educación sentimental» simplemente viendo cómo se tratan sus padres, viendo que se admiran, se halagan, se alaban, son cómplices.

7.   Cuando los padres se creen que ellos tienen siempre la razón. Hay que conocer y aceptar las limitaciones de cada uno, las de tu cónyuge, las de tus hijos. Y hacer críticas constructivas para ayudar a mejorar, no para destruir y bajar la autoestima. Las comparaciones entre hermanos son odiosas. Y también hay que saber pedir perdón como padres si creemos que nos hemos equivocado.

8.   Cuando los padres no saben aceptar al hijo o al cónyuge tal como es. Reconocer y reafirmar lo que vale la otra persona, es vital. Nuestros hijos también tienen que aprender a tolerar la frustración, eso sí, acompañado de sus padres. También hemos de saber que somos buenos en unas cosas y no en otras. «Hijo, pareces bueno en A y en B, pero creo que C no es lo tuyo». Reafirmemos al otro en lo que vale, y se verá a sí mismo como lo que es, una persona valiosa.

9.   Si los padres tienen muy poca paciencia con sus hijos. Los adolescentes forman la generación del «yo» que ha de ser transformada en la generación del «nosotros». Esa transformación necesita del tiempo y por tanto, de mucha paciencia de los padres. Sin esa paciencia, la vida del hijo primero se astilla y luego se fragmenta.

10.   Cuando no dejamos al hijo estimular su autonomía personal. Forma parte de la libertad, de hacer cosas buenas, dejarles crecer, darles autonomía personal, que hagan las cosas por él mismo, darles siempre oportunidades.

11.   Cuando no se tiene un proyecto personal de vida, ni de la familia. Para ello, hay que volver a empezar y diseñar un proyecto personal. No irás muy lejos si no sabes donde quieres ir. Has de tener un proyecto personal para crecer, y atender y ayudar a discernir y potenciar los proyectos de los tuyos.

12.   Cuando los padres no saben alternarse en la educación de los hijos y cada uno quiere llevar la voz cantante. Por ejemplo, la hija adolescente en muchas ocasiones suele detestar en esta etapa a la madre, hasta tal punto de prometerse a ella misma que jamás será como ella. Esto que duda cabe, hace sufrir mucho a las madres. Es mejor que en esta etapa, con diálogo entre la pareja, el padre se ocupe más de la educación de la hija adolescente. Entre otras cosas, porque tu hija aceptará mejor las cosas que le diga su padre. Y la madre no tiene que tener miedo a perder su cariño, ya que seguro que pasados dos o tres años, la hija volverá donde su madre y su comportamiento será más comprensivo y menos violento. La alternancia entre el padre y la madre en la educación de los hijos es muy convenientes para toda la familia. Gracias a ello, la autoridad de los padres se erosiona menos.

Patricia Palacios
Asesor: Aquilino Polaino. Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense, Director del Departamento de Psicología de la Universidad San Pablo-CEU, licenciado en Filosofía (Universidad de Navarra) y Psiquiatra. Autor del libro «Familia y Autoestima» de Editorial Ariel. 

Te puede interesar:

Mi hijo adolescente se quiere ir de casa, ¿qué hago?

Adolescencia y autoestima

– Blog. La rebeldía positiva. Por Ana Aznar

6 claves apra caer bien y tener amigos

– Vídeo. Educar con el ejemplo

Otros artículos interesantes