Los amigos de nuestros hijos es algo que nos preocupa… y mucho. Desearíamos para ellos las mejores influencias, que tuvieran como amigos a buenas personas y, sin embargo, la realidad suele ocuparse de desmontar las más hermosas utopías. Y ocurre que uno de sus amigos lleva unas pintas algo raras; que una de sus amigas crea demasiados problemas en clase… y parece que huyeran de los chicos y chicas normales.
Antes de preocuparnos excesivamente por las malas influencias de los amigos en la adolescencia, conviene hacer unas reflexiones. No es extraño que los hijos tengan amigos de muy distinto género: desde los buenos estudiantes, hasta las auténticas calamidades. No se puede pretender que «todos» los amigos de un adolescente sean dechados de virtudes.
Otro asunto, sin embargo, es que nuestro hijo tenga algún amigo poco aconsejable y que se vea influido fuertemente por él. Es mal amigo el que actúa habitualmente en contra de las normas, es decir, con una conducta permisiva. Esto le lleva adquirir malas costumbres y le impide llegar a cultivar las virtudes de una amistad: ser sincero, leal, generoso, respetuoso, etc. Es mal amigo el que con su influencia origina un cambio de actitud a peor en nuestro hijo.
Dependencia total de los amigos
Si la influencia de un mal amigo es ocasional, normalmente no tiene importancia. Pero si es habitual puede afectar a su modo de ver la vida, y entonces es grave. ¿Qué debemos hacer cuando comprobamos que, efectivamente, nuestro hijo tiene un mal amigo? ¿Podemos frenar las malas influencia de los amigos en la adolescencia?
Lo primero consiste en poner los medios para que el chico lo descubra por sí mismo. Esto es, en principio, preferible a decírselo abiertamente (en este último caso muchos chicos rechazan el juicio de los padres y defienden al mal amigo). Se le puede ayudar a descubrir al mal amigo mediante preguntas «inocentes», con respecto a su comportamiento.
Familiares y amigos
También podemos valernos de otras personas, familiares o cercanas a la familia, que tengan cierta influencia sobre nuestro hijo. Un tío, el hermano mayor, un amigo de la familia, un profesor que le cae bien, el tutor, etc. Los hijos adolescentes suelen aceptar mejor su opinión que la de sus padres.
Hablar claramente con tu hij@
Cuando a través de estas vías no se resuelve el problema, los padres deben hablar claramente con su hijo. En un primer momento se trata de informarle de la situación y de los peligros que encierra para su vida. Que vea que se le dice porque se le quiere y porque es un deber de los padres.
Seamos realistas: es muy difícil, si no existe una relación de confianza desde años con el hijo, que acepte nuestras palabras. Hemos de ser cuidadosos para no mostrar irritación, imposición o cualquier otro elemento que entorpece una relación de tú a tú, porque conseguiríamos el efecto opuesto, aunque sólo fuera por llevar la contraria. Se lo decimos por cariño; si lo entiende así, habremos llegado a su interior, y esas palabras florecerán cuando menos lo esperemos.
Ricardo Regidor
Asesoramiento: Gerardo Castillo. Doctor en Ciencias de la Educación y Subdirector del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Navarra
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