Marzo es un mes peculiar. Aunque aún lejos del final de curso, muchas universidades se vuelcan en dar a conocer su oferta educativa porque es un momento ideal para que los estudiantes de los últimos cursos vayan eligiendo. En numerosas ciudades del mundo se celebran ferias universitarias. ¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos, muchas veces indecisos, a buscar su camino profesional?
¿Qué quieres ser de mayor? ¿En qué te gustaría trabajar? Preguntas típicas de adulto a un adolescente que bastante tiene con sobrevivir al exigente último curso de su etapa escolar. Salvo contadas ocasiones en las que hay una vocación muy clara, la mayoría de los estudiantes no tienen mucha idea ni de las opciones que tienen ni del mejor camino para ellos. No en vano están en una edad en la que les cuesta mucho decidirse en todos los planos de la vida: basta pensar en el tiempo que pueden dedicar a elegir qué ponerse para salir con los amigos. Con las ideas aún tan poco claras, es muy difícil responder a una pregunta tan compleja.
La realidad es que la respuesta se les hace complicada porque no preguntamos de la manera correcta. El futuro, ese «de mayor», está demasiado lejos, es muy irreal. Su capacidad para responsabilizarse tanto es limitada, de hecho, su lóbulo prefrontal está en pleno desarrollo, pero muy lejos de alcanzar las cotas de madurez que logrará mediada ya la veintena. Y la idea de buscar algo en lo que les guste trabajar les resulta muy extraña porque sólo de oídas saben qué trabajos hay y, una vez enumerados, difícilmente son capaces de comprender en qué consisten esos trabajos, qué se hace en ellos. En este sentido les vendrá muy bien visitar ese tipo de ferias de universidades, y atender a las formaciones específicas que muchos colegios suelen organizar para responder dudas.
¿Qué es lo que se te da bien?
Pero aún más útil les va a resultar preguntarse qué hacen bien. La pregunta tiene truco, porque si piensan en qué se les da bien, suelen traducir la respuesta a asignaturas concretas: las matemáticas, la lengua, la física… Pero la respuesta que buscamos no es esa, no es un conocimiento, sino la de las aptitudes, las habilidades y destrezas que nos pueden mostrar que un estudiante será un buen trabajador en determinado ámbito. Por ejemplo, si un chico no es un estudiante modélico pero es el que siempre se encarga de organizar los eventos con los amigos, ha sido elegido sistemáticamente delegado de la clase porque se lleva muy bien con todos los estudiantes y los profesores, gestiona fenomenal los recursos de los que han dispuesto para su viaje de fin de curso y además monta unos carteles estupendos para las fiestas que organiza, no cabe duda de que el área de la publibicidad, las relaciones públicas y la organización de ventos será la adecuada para sacar el máximo partido a los talentos que ha recibido.
En el libro Mirando al futuro, de Lorenzo Bermejo (Ciudadela, 2020), el autor explica esta interesante máxima: no nos convertimos en expertos en aquello que nos gusta sino en aquello que se nos da bien. Y como se nos da bien y nos convertimos en expertos, acaba gustándonos. Si logramos encontrar en nuestros hijos esas competencias que los hacen especiales, habrán descubierto el camino hacia una profesión que les resultará siempre muy satisfactoria.
María Solano Altaba. Directora de la revista Hacer Familia. Profesora de la Universidad CEU San Pablo
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