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¿Qué hacer y qué no con los altibajos emocionales de los adolescentes?

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El primer paso para que este estado anímico oscilante de los hijos no degenere en ningún problema de difícil solución, consiste en asumir -tanto padres como hijos- lo que es un adolescente: una persona con grandes altibajos emocionales.

Tanto a él como a nosotros nos toca aprender el arte difícil de tener paciencia; a él, consigo mismo, aceptándose tal cual es, sin por eso dejar de quererse. Ni el mundo es tan negro cuando se siente mal ni tan de color de rosa los días felices.

Es importante que todo le lleve a adquirir madurez. Los padres hemos de saber ayudar y acompañar a los hijos en esta época de inseguridad con nuestra armonía; de cambios, con nuestra tranquilidad; de dispersión, con nuestra unión entre nosotros y con nuestro hijo; de idealismo, con nuestro realismo; de inseguridad, con nuestra seguridad y confianza.

Los altibajos emocionales con los amigos en la adolescencia

Como en esta edad tienen mucha importancia los amigos, estos pueden ser una de las fuentes más importantes de los cambios de ánimo. A esta edad, existe una falta de hondura en lo que significa la verdadera amistad: se tienen amigos, pero surgen faltas de nobleza o lealtad, chascos, desengaños y traiciones. «Hacerle el vacío» a alguien significa dejarle de lado: en una conversación en el descanso de clase, o en prescindir de él para una fiesta, hablar mal a sus espaldas.

También existe falta de buena confidencia entre los jóvenes: se habla mucho pero no es frecuente hablar de lo que verdaderamente se tiene dentro. Una tristeza, una preocupación… por miedo a que se airee en el foro de la clase o de los amigos; y todo ello crea sensaciones y emociones contradictorias.

¿Qué hacer y qué no con sus altibajos emocionales? 

1. Para no hurgar más en la herida hay que procurar corregir o insistir con fuerza únicamente en lo verdaderamente importante. No compensa enfadar al adolescente con naderías o echarle la culpa de todo.

2. Hay que hacer comprender a los hijos que deben dar menos importancia a los bajones propios y más importancia a los bajones de los demás. No pueden ser indiferentes, por ejemplo, al sufrimiento de un amigo y quizá deba irle a visitar a menudo si está enfermo; o a los problemas de los hermanos y quizá deba acostumbrarse a preguntarles siempre y a intentar ayudarles a solucionárselo con interés.

3. Con inteligencia, deben evitarse ciertas conversaciones y correcciones cuando nuestro hijo se encuentra bajo de ánimo. En esos momentos, no se soluciona nada y, al contrario, pueden incluso ser contraproducente.

4. Hay que tener muy claro en esta etapa que, aunque cueste, es imprescindible mucha, mucha paciencia.

5. Los padres han de aportar el suplemento de realismo que les falta a los hijos. Ellos, sumidos en su mundo, quizá no se den cuenta de que el mundo ni es tan negro cuando se sienten mal, ni tan de color de rosa los días felices.

6. En el hogar ha de vivirse un clima de tranquilidad, de sosiego… que ayuden a los hijos a tener un referente claro en medio de sus sentimientos contradictorios.

7. El adolescente ha de asumir su situación y, para ayudarle, hay que evitar burlarse de él llamándole «adoles», diciéndole que «no hay quien le entienda», etc.

Si observáis con atención los cambios de ánimo de vuestro hijo, es posible tratar de prever y anticiparse a sus causas. Así, por ejemplo, si sabéis que después de estudiar toda la tarde se encuentras sin ganas y fácilmente irritable, tendréis que procurar no dejar para esos momentos ninguna conversación seria.

Ignacio Iturbe
Asesoramiento: Santiago Herráiz. Licenciado en Derecho, ha dedicado su actividad a iniciativas pedagógicas y de asesoramiento familiar en distintos centros educativos.

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