Los grupos y las relaciones sociales en la adolescencia surgen de modo natural en la relación de los chicos y chicas, como una etapa más de su proceso de socialización; sin embargo, también pueden ser causa de complejos, de frustración y de rechazo.
El mundo de un niño o niña de alrededor de los 10 años no resulta tan maravilloso y encantador como podríamos suponer. A su escala, también la vida puede resulta compleja si, por ejemplo, lleva aparato, está un poco más gordo que los demás, no juega demasiado bien al fútbol, sus gafas llaman la atención, pecas por todas partes, pelo rebelde…
Como se refleja muy bien en la novela El señor de las moscas, a veces, estas criaturas celestiales pueden convertirse en auténticos personajes crueles. Quedarse fuera del grupo o verse relegado al pelotón de los «tontos», «inútiles», aquellos con los que es mejor que no te vean, puede generarles un sufrimiento importante, aunque no puedan o sepan expresarlo con claridad.
La estructura social de los adolescentes
Desde que comienzan la Primaria, los grupos de amigos son una parte importante de la estructura social de los niños. Es algo con lo que casi todos los alumnos han de contar, desde ahora en adelante. A veces, los grupos son positivos para los niños, pues les ofrecen apoyo emocional y les proporcionan un buen puñado de buenos amigos. Ocurre, por ejemplo, cuando unas niñas se llevan especialmente bien y congenian en sus gustos (musicales, de sueños), lo que les lleva a sentirse unidas, a hacerse favores, a ayudarse en los estudios… Se trata de un grupo natural que no tiene por qué excluir a nadie: simplemente, se llevan bien.
Pero, a menudo, estos grupos selectivos pueden resultar dañinos. En los colegios, siempre existen lidercillos, chicos y chicas que por su carácter, por su agresividad, por su imagen, se erigen en jefecillos y crean su propio grupo de amigos al que resulta imposible entrar a no ser que se esté dispuesto a sobrepasar un listón: suspender, hacer novillos, resultar conflictivo… A veces, pueden sentirse presionados para actuar o vestirse de una manea determinada, para dejar a otros fuera del grupo, para buscar víctimas de las que burlarse (que encontrarán preferentemente entre sus compañeros más débiles), etc.
En otros casos, algunos chicos o chicas más pueden formar un grupo elitista basado en la ropa de marca, el dinero o las aficiones poco vulgares que les hacen sentirse por encima del resto de estudiantes.
Ideas para socializar en la adolescencia
Para ayudar a nuestros hijos en este tema, hay ciertos modos de actuar:
1. Amoldarse. Hay que reconocer que todos los chicos necesitan encajar en el ambiente y tener un grupo de amigos. Es algo natural, especialmente al finalizar la Primaria y al comienzo de la Secundaria (entre los 10-13 años). Por supuesto que ninguno de nosotros queremos que acabe perdiendo personalidad por seguir ciegamente a un lidercillo de mala muerte, pero tampoco podemos acabar protegiéndole en exceso. Es importante ofrecerles oportunidades para relacionarse con los demás, y eso conlleva, necesariamente, amoldarse a los demás, hacer lo que hacen todos, etc.
2. Atención a las etiquetas. Si hay algo en nuestro hijo que pudiera suponer una desventaja con respecto a la relación con sus amigos. comoor ejemplo, si tiende a llevar la ropa sucia, si no tiene hábitos de higiene (no tiene pañuelo para sonarse), si tiende a creerse superior, etc. Si no queremos que acabe encuadrado en el apelativo de los «guarros», los «pelotas» o cualquier otra denominación. También se debe prestar atención a lo que otros chicos dicen, llevan y hacen, para estar en la onda, pues aunque creamos que una mochila de determinado grupo musical le va a gustar, quizá sea considerado por los demás como algo «desfasado».
3. Relación de confianza. Actualmente, los hijos pasan cada vez menos tiempo con sus padres, pero eso no debe ser motivo para que nosotros no procuremos mantener una buena relación con ellos. Hay que pasar tiempo con ellos, charlar y escucharles con atención, respetando su punto de vista. Ahora, a estas edades, es cuando debemos construir una buena autoestima y confianza en sí mismos. Nuestros hijos necesitan sentirse apoyados, y si no lo encuentran en casa lo buscarán en su grupo de amigos. Cuando los chicos cuentan con una imagen positiva de sí mismos, tienen menos posibilidades de caer en grupos con comportamientos violentos.
4. Intereses en común. Debemos fomentar en los hijos la búsqueda de intereses y aficiones diversas, habilidades, etc. Podemos ayudarles a que practiquen deportes, que se aficionen a la música, que realice actividades solidarias… Un chico o chica ocupado en proyectos productivos tiene menos tiempo, y posibilidades, de ser influido por los demás. Tener muchos intereses es una muy buena manera de que los hijos tengan un amplio rango de amigos.
5. Buenas maneras y habilidades sociales. Cuando un chico trata a los demás con amabilidad, saber perdonar y olvidar las ofensas, se comportará mejor que un chico que critica y murmura o que es rencoroso. También hemos de echar un vistazo también a nuestro propio comportamiento, para comprobar si, a veces, nos mostramos demasiado críticos o intolerante en casa, pues eso es lo que aprenderán nuestros hijos.
6. Esperanza para el futuro. Si, a pesar de todo, nuestro hijo no consigue ser aceptado en el grupo, hay que asegurarle que todo irá mejor en el futuro. Los grupillos son generalmente temporales; crecen y cambian. Cuando los chicos maduran, tienden a ser más amables y más tolerantes con otros. Sus niveles de habilidades sociales se incrementan. A veces, es útil recordar a los hijos que tener uno o dos buenos amigos puede ser más rico que ser otro miembro más de un grupo, o tener que soportar bromas para no ser rechazado.
Cuándo deberíamos estar preocupados
A veces, los grupos de amigos pueden resultar una mala influencia. ¿Cuándo debemos preocuparnos?
– Si nuestros hijo comienza a comportarse de modo distinto, comienza a fumar, a beber, a robar en supermercados… En estos casos, hay que hacer algo para frenar esta situación. Diversos estudios muestran que si uno o dos amigos de un grupo fuman, el resto tiene nueve veces más posibilidades de hacerlo también. Hay que tener cuidado también con las mentiras, la crueldad hacia otros, los novillos…
– ¿Resulta evidente que nuestro hijo está siendo marginado y que no tiene amigos? ¿Se meten con él? No debemos tomarlo a la ligera, pues pueden acabar frustrados o acomplejados, o generar una gran carga agresiva. A lo mejor, se debe pedir ayuda a un profesor o al orientador del colegio, pues tendrán más datos y quizá más experiencia para aconsejarnos qué hacer.
– La falta de una relación fuerte entre padres e hijos puede ser un factor que contribuya a que se vean influidos por su grupo de amigos. Hemos de prestar atención a cuánto tiempo estamos pasando, de verdad, con nuestros hijos, favoreciendo la creación de lazos mutuos.
– ¿Ha perdido nuestro hijo la confianza necesaria para actuar independientemente? Ayúdale a pensar por sí mismo.
– Cuando nuestros hijos están ocupados en actividades productivas, que les interesan y les ayudan a relacionarse con los demás (deportes, asociacionismo juvenil, música, solidaridad) tiene menos tiempo, y posibilidades, de ser influido negativamente por los demás.
Ricardo Regidor
Asesoramiento: Mary B. O’Brien. Escritora y experta en temática infantil
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