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Estudia de forma eficiente: concéntrate

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Observar a algunos adolescentes mientras estudian, puede ser un buen ejercicio para saber de lo que hablamos con el tema de la concentración: movimientos continuos, no centrarse en el libro más de unos pocos minutos seguidos, alzar la vista a cada rato, levantarse de la silla con frecuencia, ciertos periodos de ausencia… Quizá no todos los adolescentes sean así, pero parece que la incidencia de los problemas de atención y concentración está aumentando.

Podríamos definir la concentración como «un estado de olvido de uno mismo en el que la atención se absorbe por completo y se focaliza tanto, que se ciñe casi sólo a la estrecha franja de percepción relacionada con la tarea que estamos llevando a cabo», ha dicho Alfonso Aguiló. Con la concentración nos encontramos serenos y absortos en lo que hacemos.

Oasis del esfuerzo

Como ha señalado Daniel Goleman, la concentración nos hace entrar en una especie de oasis en el que, una vez en él, con poco esfuerzo de voluntad mantenemos un alto rendimiento. Nos encontramos entregados a una tarea, sin pensamientos intrusivos que nos distraigan. Es un estado en el que hasta el trabajo más duro puede resultarnos entretenido y gratificante, en vez de extenuante y agotador.

Todos tenemos experiencias de este tipo. Si nos gusta construir barcos, por ejemplo, sería imposible terminar uno si no dedicásemos ratos intensos, sin hacer caso de si tenemos hambre, de lo que ponen en la tele o del tiempo que transcurre* Y esto, en los estudios, tiene consecuencias importantes pues en la medida en que nuestros hijos sean capaces de concentrarse y de mantener la atención aprenderán de una manera más eficaz.

Inteligentes, pero… ¿vagos?

Para aprender y obtener buenos resultados académicos no es suficiente ser inteligente, como se comprueba a diario en los institutos. Muchos padres también son conscientes de este problema pues ven claramente que sus hijos son listos, quizá con un coeficiente superior a la media, pero no hay quien les ate a la mesa, o pierden el interés en lo que estudian.

Efectivamente, la inteligencia es una capacidad importante y básica, pero es necesario que los jóvenes la pongan en funcionamiento pues en caso contrario no se aprende. Y, por el contrario, la experiencia demuestra que los hijos quizá no tan listos pueden llegar a obtener más éxitos en la vida simplemente porque tuvieron que esforzarse más desde pequeños, y eso supuso un buen entrenamiento.

La capacidad de concentración supone esfuerzo, hacer uso de la voluntad; es algo que puede entrenarse, aunque también es cierto que esta capacidad se adquiere desde la infancia. Conseguir lograr ese oasis al estudiar, del que hablábamos más arriba (otros hablan de entrar en una cápsula o burbuja), puede resultar definitivo a la hora de los resultados académicos. Un oasis que puede ser algo físico: el mejor lugar (que no es frente a la televisión, ni el sofá), el mejor ambiente (iluminación, comodidad) y eliminando todos los distractores posibles (música, llamadas, ruidos, otros libros distintos encima de la mesa, etc.).

Tipos de atención

La concentración no es lo mismo que la atención, un concepto más psicológico, pero la supone. Merece la pena distinguir los diversos tipos de atención:

– Atención Selectiva

Es la habilidad para responder a los aspectos esenciales de una tarea o situación y pasar por alto aquellos irrelevantes. En el aprendizaje, resulta importante para dedicar tiempo a los temas y los apartados de cada asignatura que merezcan la pena, por ejemplo, en vez de perder tiempo con información de poca entidad. Además, hay que tener en cuenta que, a lo largo de una clase, hay muchos estímulos diversos que hay que aprender a obviar, pues si se les presta atención puede hacer perder el hilo de la asignatura: compañeros, bromas, comportamiento del profesor, lo que se ve por la ventana*

– Atención Dividida

Este tipo de atención se da cuando ante una sobrecarga de estímulos, se distribuyen los recursos con los que contamos. Es la capacidad para atender a más de un estímulo a la vez y es la que se usa en la realización de trabajos escolares, cuando hay que consultar varias fuentes, por ejemplo. Es parecido a cómo funciona un ordenador con varias ventanas abiertas, cada una de ellas realizando un proceso, con un objetivo común.

– Atención Sostenida

Capacidad de mantener la atención durante un periodo de tiempo. Es una capacidad básica, pues el estudio es una actividad que requiere tiempo, por una parte, y, además, no suele resultar lo más gratificante que puede realizarse, por otra.

– Atención alternante

Capacidad para atender con flexibilidad mental, cuando es necesario. Sin esta capacidad los alumnos podrían bloquearse cuando tuvieran que pasar de una actividad más humanística a otra más matemática.

– Atención involuntaria

La atención involuntaria tiende a ser pasiva y emocional y se relaciona con la aparición de un estímulo nuevo, fuerte y significativo: es lo que se dice cuando algo «llama la atención». Pero desaparece casi inmediatamente con la repetición o la monotonía. Cuando se controla de forma voluntaria pueden superarse estos obstáculos.

El ajedrez o aprender a tocar un instrumento musical supone esfuerzo y concentración. Son tareas que suponen un desarrollo exigente de sus capacidades y por este motivo les ayudarán en su proceso de aprendizaje.

En muchos casos, la atención es involuntaria; algo que se cruza en nuestro campo visual puede distraernos sin quererlo. Por eso, es importante que al estudiar (tarea quizá no muy gratificante de por sí) se prepare muy bien el material para que no haya distractores «a la vista». Por ejemplo, el libro de aventuras que se está leyendo, el móvil, una revista…

Ignacio Iturbe

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