Los adolescentes del siglo XXI, especialmente las chicas, están atrapados en una especie de doble vida: la que muestran al exterior, la del ‘postureo’ en sus redes sociales, la vida de las fotos cuidadas donde muestran lo que quieren, y la interior, con la autoestima por los suelos y la aceptación del grupo de iguales como el único gran objetivo de sus vidas.
Sabemos que el problema es que miden el triunfo por estándares equivocados, como la belleza o el éxito pero, ¿les hemos dado las herramientas para que sepan con qué estándares deben medirse?
Los medios de comunicación hemos generado una imagen un tanto ficticia de lo que ocurre a los adolescentes de este siglo, el del mundo digital, el de los hijos del hiperpaternalismo. Como noticia es lo que raramente ocurre, nos hemos centrado en hablar de esos riesgos en un Internet que nos produce el miedo a lo desconocido. Así, hemos aprendido palabras nuevas como sexting, grooming, ciberbullying o postureo y ponemos todo nuestro empeño en que nuestros hijos no sean víctimas de estos delitos.
El problema de la autoestima en tiempos del postureo
Pero fijar la atención sobre estas realidades que, aunque extremadamente graves, son, por fortuna, muy poco frecuentes, nos ha hecho olvidar lo que esconden detrás. Y no es otra cosa que un problema de autoestima que se ha generalizado por los cambios de socialización devenidos del entorno digital.
Según una investigación elaborada por la profesora María de la Villa Moral, de la Universidad de Oviedo (2016), los problemas de conducta desadaptada en el uso de Internet que tienen que ver con los sentimientos son más habituales en chicas mientras que los varones suelen tener más problemas de hábitos compulsivos, por ejemplo, con los juegos en red.
Son las chicas adolescentes las que más problemas de autoestima tienen.
A esta conclusión ha llegado también Michelle Cove, directora ejecutiva de Mediagirls, una organización sin ánimo de lucro que enseña a las adolescentes y jóvenes a descubrir cuánto valen en un mundo que no ha sabido enseñarles cómo deben valorarse.
Cove y su equipo comienzan las sesiones con una sencilla pregunta que desata el temor de las jóvenes que se dan cita alrededor de la mesa: «escribe ocho virtudes, ocho aspectos que te gustan de ti». Al principio son incapaces. ¿Por qué no ven todo lo bueno que tienen? Se suman tres factores. En primer lugar, sienten que no cumplen con los cánones que los medios de comunicación, la publicidad e Internet han impuesto. Nosotros, como adultos, sabemos que hay otros cánones pero, ¿realmente hemos sido capaces de transmitírselos?
Las jóvenes y adolescentes siguen valorando el aspecto físico sobre otras realidades de su yo porque la sociedad valora el aspecto físico sobre otras realidades. Pero no son capaces de cambiar su vara de medir, de comprender que hay otras características como la empatía o el sentido del humor que también cuentan a la hora de valorarse, tanto o más que las que el sistema ha primado.
En segundo lugar, tienden a no valorar cualquiera de las características que tengan si no es extraordinaria, excelente, sobresaliente. Esta generación ya no recibió la educación del triunfo a cualquier precio de la época de los yuppies. En el extremo opuesto, se les hizo creer que daba igual lo que se lograra y que todos recogerían una medalla. Con lo que les quitaron tanto la capacidad de autocrítica como la motivación para la superación. La consecuencia es que son poco capaces de valorar lo que realmente tienen y eso los convierte en poco resilientes.
Por último, son jóvenes acostumbradas a pensar más en lo que les falta por lograr, lo que no tienen o no pueden tener, como el físico que creen necesario, que en las virtudes de las que ya disponen y que les deben servir de base para cimentar su autoestima.
Ellas y su otro yo
¿Por qué tantas jóvenes están experimentando situaciones no deseadas fruto de una baja autoestima? Los factores son varios pero la forma en la que utilizan Internet tiene una influencia decisiva. En el entorno digital, los adolescentes y jóvenes tratan de mostrar una imagen de ellos que creen la más valorada entre sus compañeros y amigos. Sentirse aceptados y reconocidos por el grupo de iguales es una de las características clave de esta etapa del desarrollo (Garandeu et al., 2014).
Hasta la irrupción de Internet, a un joven le era difícil fingir una vida que no tenía.
Pero el entorno de las redes sociales les permite mostrar una imagen de sí mismos que no necesariamente coincide con la realidad o, al menos, no con toda la realidad. Esta tendencia a aparentar no es nueva ni exclusiva del entorno digital. Pero sí lo es su proliferación. Es lo que los adolescentes llaman ‘postureo’: no se trata de mentir burdamente sobre una realidad que no tienen, pero sí de maquillar la realidad y exaltar aquellos aspectos que consideran van a ser mejor acogidos por los amigos.
Aquí radica el problema: en el mundo del ‘postureo’, la valoración personal depende de la valoración que el resto del entorno haga de aquello que se ha querido dar a conocer. Es decir, la autoestima no se basa en lo que cada adolescente tiene de bueno sino en lo que muestra como lo mejor que tiene. Pero como esa imagen que muestra puede ser irreal o, al menos, maquillada, genera en ellos una enorme frustración. Lo que despierta la admiración de su entorno no se ajusta a lo que realmente son.
A esta brecha entre lo que son y lo que dicen que son se suma la frustración que les genera no recibir el reconocimiento esperado, por ejemplo ante una imagen que han elaborado con especial esmero. Ellos asociarán de inmediato la falta de reconocimiento con la idea de que son poco queridos y perderán autoestima.
Cuando lo bueno no está de moda
Pero el más grave riesgo en la autoestima de los adolescentes nace de un proceso en el que los chicos con comportamientos moralmente reprochables se convierten en los más populares. Como consecuencia, aquellos con comportamientos normales e incluso excelentes preferirán ocultarlos para no ser criticados, tachados de ‘pringados’, para utilizar la expresión que ellos emplean. La consecuencia inmediata es que aquellos aspectos por los que más se puede valorar a sí mismo un joven son aquellos de los que más se avergüenza en su entorno de iguales.
Alicia Gadea
Asesoramiento: Gerardo Castillo Ceballos. (2016). Tus hijos adolescentes. Ediciones Palabra
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