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Cómo educar el valor del esfuerzo desde la infancia

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Luchar por conseguir lo que uno quiere, porque las cosas no se consiguen a la primera ni de forma fácil es en síntesis esforzarse. El esfuerzo es un valor de las personas que se puede definir como la voluntad, la fuerza o la motivación para lograr un fin que se persigue pese a las dificultades que se encuentran en el camino. 

Este concepto opuesto a la resignación tiene un enorme valor en la adolescencia, un momento en ele que es necesario que los jóvenes tengan recursos para esforzase cuando la dificultad académica de los cursos de ESO y Bachillerato lo requiero. No obstante, los padres debemos tener en cuenta que el valor del esfuerzo no se puede educar solo, sino junto con otros valores que van unidos al esfuerzo como son la disciplina, la colaboración, la perseverancia, el control y la fortaleza.

El esfuerzo también va unido a la constancia y es conveniente no dejar pasar los años para inculcar estos valores, pues deben crecer con la persona. Conviene tener en cuenta que si desde la infancia aprendemos a lugar por lo que necestiamos o deseamos, de adultos tendremos mayor capacidad para salir airosos de situaciones adversas. 

Ideas para educar en el valor del esfuerzo a los niños

Estas son las orientaciones y estrategias para promover el trabajo y el esfuerzo del niño que nos recomiendan los expertos de AlMEI Asociación Mundial de Educadores Infantiles:

– Ofrecer un modelo adecuado para que el niño lo pueda imitar. Ser pacientes y constantes.

– Jamás convertirse en el «esclavo» del niño, él debe cumplir con las obligaciones propias. No ceder ante sus caprichos.

– Averiguar los motivos que mueven al pequeño a esforzarse.

– Estimular la independencia y la autosuficiencia progresivamente.

– Ser firmes y exigir el esfuerzo del niño. Proponer tareas adaptadas a sus posibilidades, procurando que obtenga éxito en los resultados.

– No admitir que el niño deje las cosas o tareas sin terminar.

– Permitir que el niño participe en el planteamiento de metas. Estas siempre deben ser a corto plazo, muy concretas y fáciles de controlar por el adulto.

– Estimular el respeto por todos los bienes, que sean conscientes del esfuerzo que ha supuesto conseguirlos y colabore en su cuidado y mantenimiento.

– Favorecer que se proponga pequeños proyectos (colecciones, deportes, aficiones, etc.) que supongan esfuerzo y constancia y no permitir que los abandone cuando surge el primer contratiempo.

– Procurar que los trabajos que se le encargan tengan una dificultad progresiva. Prestarle ayuda siempre que sea preciso, pero sin hacer por él lo que es capaz de hacer solo, aunque requiera esfuerzo.

– Habituarle a adquirir compromisos y cumplir con ellos, ayudándole a trazar un plan con los pasos a seguir.

– Animar para que tome sus decisiones y sea consecuente con ellas.

– Estimular su autocontrol. Procurar que domine sus impulsos, que aumente su capacidad de espera ante determinados acontecimientos, que tolere las pequeñas frustraciones y sea capaz de demorar las gratificaciones.

– Aprovechar las circunstancias cotidianas para que observe el esfuerzo necesario para conseguir logros. Que conozca la utilidad del trabajo de las personas.

– Procurar que tenga vivencias y emociones de satisfacción y alegría por el trabajo colectivo realizado.

– Alabar sus logros siempre que haya realizado algún esfuerzo.

Por último, es aconsejable dosificar estas sugerencias si no se ha fomentado en el niño el trabajo y el esfuerzo con anterioridad. Planteen uno o varios objetivos de los indicados anteriormente, tracen un plan para llevarlos a cabo y, cuando se hayan superado, introduzca un nuevo objetivo.

Elvira Sánchez Igual. Coordinadora de la Asociación Mundial de Educadores Infantiles (AMEI-WAECE)

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