Cada tarde se enfrentan como poco a un horas de estudio. Las últimas etapas educativas requieren mucho esfuerzo. Se agobian. Nos agobiamos. Intentamos reordenar su tiempo y, con la mejor voluntad, les damos de baja en el deporte que practicaban. Sin saberlo, hemos cometido un grave error. El deporte en la adolescencia no solo favorece el estudio, sino que aleja a nuestros hijos de los problemas habituales de esta etapa.
La adolescencia es una etapa crítica en la vida en la que muchos chicos dan pasos equivocados. Los padres no disponemos de varitas mágicas que impidan a nuestros hijos caer en el error, ni de bolas de cristal que nos permitan predecir el futuro. Pero sí disponemos de algún recurso que, si bien no garantiza el éxito, pavimenta bien el camino hacia el futuro. Una de estas vías es la práctica deportiva.
Parece una obviedad resaltar que la práctica de un deporte sea buena. Es evidente que unos hábitos de vida saludables siempre resultan beneficiosos. Y sin embargo, tenemos que recordarlo de vez en cuando porque en nuestra cultura del éxito rotundo y de la competitividad no siempre sana, muchos padres evitan que sus hijos practiquen deportes de manera regular por miedo a que influya en sus calificaciones académicas.
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El deporte en la adolescencia ayuda a descansar
Sin embargo, nada más lejos de la realidad, que se muestra tozuda en las numerosas investigaciones científicas que apuntan a un mayor rendimiento cerebral en el aprendizaje en aquellas personas que practican deporte. Es el clásico mens sana in corpore sano replanteado en su versión del silgo XXI.
Esto no es otra cosa que el concepto de deporte unido a la educación. Así lo explica Rafael Garrido Varo, del Área de Información y Promoción Deportiva de la Universidad de Córdoba. Firme defensor del deporte como camino hacia una mejora del rendimiento académico, Garrido explica que «gracias a la práctica de una actividad física, el adolescente se cansa, de modo que descansa, su sueño es más reparador y consigue una mejor activación en los momentos de trabajo».
Ahora bien, para que esta ecuación funcione, hace falta que el deporte esté integrado en la vida académica. Él aboga por seguir el modelo de los colegios americanos, que después se mantiene en la universidad. De lo contrario, ocurre en demasiadas ocasiones que la práctica deportiva acaba tan pronto los estudiantes terminan su Educación Secundaria.
Practica deporte como válvula de escape
El reto radica en poner en valor no solo el deporte como ejercicio sino todos los hábitos y todas las virtudes que se adquieren con su práctica. De esto es muy consciente María Valverde. El primer gran aprendizaje es que les ayuda a organizarse. «Los adolescentes que practican deportes o cualquier otra actividad extraescolar, aprovechan mejor los tiempos muertos». Además, les inculca una disciplina que después aplicarán a otros ámbitos de su vida. Y al mismo tiempo les sirve de válvula de escape cuando acumulan tensión por los estudios.
El ejemplo de los padres es clave. «Hemos llegado a jugar un partido amistoso un domingo a las 12 de la mañana y nos parte la comida familiar por la mitad», dice María. Pero sabían desde el principio que requería un sacrificio y que tenían que dar ejemplo con la disciplina que se habían impuesto.
En efecto, uno de los aprendizajes que se deriva de la práctica deportiva es el descubrimiento de lo duro que es el entrenador y lo mucho que lo quieren sus alumnos. Entrenar les hace fuertes porque en las canchas deportivas no hay hueco para las contemplaciones. Y eso hace mejores a nuestros hijos.
Marisol Nuevo Espín
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