Categorías:

Aprender a tomar decisiones: del impulsivo al prudente

Tabla de contenidos

correo

Es cierto que no siempre tenemos el tiempo suficiente para desarrollar un proceso decisorio adecuado; también hay que aprender a tomar decisiones en estas circunstancias. Pero en la etapa de aprendizaje que nos ocupa, sí que es recomendable, de vez en cuando, poner en práctica una serie de pasos lógicos en la toma de decisiones.

6 pasos para tomar decisiones

1. Definir con claridad el problema que queremos resolver o el objetivo que pretendemos alcanzar.

2. Recoger información: sobre las circunstancias que rodean a la cuestión que hay que resolver, acerca de las posibles soluciones o salidas.

3. Formular las distintas opciones para elegir.

4. Valorar las posibilidades de acción en su justa medida, con sus «pros» y sus «contras», sin precipitarse, estudiando las probabilidades de éxito de cada una de ellas, nuestros gustos, etc.

5. Tomar la decisión sin demora, ni indecisiones.

6. Llevarla a cabo. No sería coherente tomar una decisión en nuestra mente y no llevarla a término en la realidad, pues nuestro hijo podría convertirse en un soñador, lleno de ilusiones pero no de decisiones.

Artículo relacionado: 
Primer viaje con amigos: instrucciones para padres

Del adolescente impulsivo al prudente

A la hora de definir a una persona por su capacidad de tomar decisiones podemos establecer cuatro tipos:

El impulsivo: es aquel que primero actúa y después reflexiona sobre lo que ha hecho. Se deja llevar en exceso por los impulsos del corazón y con frecuencia se lamenta de ello. De esta manera se acaba aprendiendo a costa de los propios errores.

¿Cómo guiarle?
– Tendremos que ayudarle para que busque varias opciones antes de actuar y que piense diferentes posibilidades antes de decidir.
– También le animaremos a que razone cada una de esas posibilidades antes de actuar.
– Y, posteriormente, que valore, casi matemáticamente, los aspectos positivos y negativos de cada una de las posibles maneras de actuar.

El indeciso: es el adolescente al cual cada decisión le cuesta «un mundo». Por eso, muchas veces hace dejación de su propia responsabilidad y acaba cediéndola a los demás. Deja que ellos decidan y cuando lo hace, él siente una gran culpabilidad e inseguridad.

¿Cómo guiarle?
– Habrá que ponerle límites concretos de tiempo para que tome una decisión. «Para mañana me tienes que decir…».
– Se le puede ayudar también dándole muchas oportunidades concretas en las que tenga que elegir.
– Cuando haya tomado una decisión, le felicitaremos, fortaleciendo así la confianza y seguridad en sí mismo.

El rígido: éste actúa siempre de la misma manera, porque confía en exceso en su propia experiencia. A veces no llega a comprender que otras decisiones podrían resultar mejores y más rentables.

¿Cómo guiarle?
– Procuraremos sugerirle nuevas alternativas con mayores ventajas. Por ejemplo, le animaremos a esforzarse por conocer a otros compañeros y hacerse amigo de ellos sin prejuzgarles de antemano.
– Asimismo, podemos ayudarle a que valore cada manera de actuar y, sobre todo, a que busque información previa, haciéndole ver que cada vez se puede mejorar o que hay cambios que se pueden apreciar, como la aparición de un nuevo libro sobre un tema, o un amigo que cambia su manera de pensar, etc.
– Con ejemplos concretos, de nuestra vida o de la de conocidos nuestros, se le puede hacer saber que rectificar es de sabios.

El prudente: es aquel que tiende a reflexionar sus decisiones y luego actúa con energía para llevarlas a cabo. Es el tipo de actuación ideal, sin rigideces, indecisiones, ni precipitaciones.

¿Cómo guiarle?
– Debemos mostrar interés por sus decisiones para reforzar de este modo su autoestima.
– También podemos proponerle metas audaces y elevadas, pues seguro que se siente estimulado para acometerlas.

Consejos para tomar decisiones en la adolescencia

– Tomar decisiones no quiere decir estar horas y horas sin saber qué hacer, sino seguir unos pasos y escoger un camino para actuar cuanto antes. Pongamos un límite de tiempo para su toma de decisiones hasta que gane la soltura necesaria.

– A veces es más cómodo, y a menudo mucho más rápido, no dejar que decidan nuestros hijos y escoger por ellos. Pero corremos el riesgo de hacernos imprescindibles en sus vidas en detrimento de su madurez.

– Cuando deba tomar una decisión más o menos importante mostremos interés ante su proceso decisorio, pero no le agobiemos, pues podría convertirse en un impulsivo. Démosle tiempo, pero sin olvidarnos de él. Así notará que se le valora y, al mismo tiempo, se le respeta.

– Según la capacidad de cada hijo, su grado de madurez y de responsabilidad, habrá que ir cediéndole autonomía para ampliar el elenco de temas en los que sea él quien tenga que decidir.

– Cuando haya tomado una decisión incorrecta procuremos no atacarle, sino hacerle ver con calma su error: de los errores se aprende y la lección quedará bien grabada para el futuro.

– Una vez que haya decidido, habrá que ser exigentes con él para que cumpla lo que se propuso. De esta manera entenderá que la libertad va siempre unida a la responsabilidad.

Propón a tu hijo que busque varias alternativas de campamentos o diferentes actividades para los meses de vacaciones. Que anote las ventajas e inconvenientes de cada una de ellas, las posibilidades que ofrecen, amigos que acudirán, relación calidad precio, etc. Finalmente, las tendrá que valorar y explicarnos qué razones le llevan a decantarse por una en concreto.

Marina Berrio
Asesoramiento: Antonio Jiménez. Filósofo, Psicólogo y Orientador Familiar

Más información en el libro Las seis decisiones más importantes de tu vida, de Sean Covey.

También te puede interesar:

Bachillerato: encuentra tu vocación profesional

Le cuesta hacer amigos

La relación entre padres y adolescentes

Test de personalidad: ¿eres una persona madura?

Cómo enseñar fuerza de voluntad a un adolescente

Otros artículos interesantes