En principio, la adolescencia termina tras cumplir su misión de etapa de transición evolutiva entre la infancia y la edad adulta. El mejor indicador de su terminación no es la edad cronológica, sino la madurez que permite pasar de la conducta dependiente y por imitación a la conducta autónoma y original.
Últimamente, sobre todo en países del mundo industrializado occidental, se está produciendo el fenómeno de la adolescencia ampliada. En algunos casos se debe al temor de los chicos a hacerse mayores y asumir roles adultos (Síndrome de Peter Pan); en otros, a la prolongación de la dependencia ligada al alargamiento excesivo de la fase de formación a causa del desempleo juvenil.
Algunos hijos han rebasado los 30 años y siguen en casa de sus padres. Hay casos en los que no es un comportamiento anómalo o censurable. Por ejemplo, el hijo trabaja pero sigue en casa para acompañar y ayudar a unos padres muy mayores o enfermos. Pero en la mayoría de los casos se debe al miedo a la vida independiente y a vivir peor que en la casa paterna (con menos comodidades).
Para estos jóvenes, el hogar familiar es un refugio permanente. Esa situación les impide seguir madurando; dejan de buscar trabajo y no hacen vida familiar. Sus padres deben evitar ser cómplices de esa situación (por ingenuidad o por un amor mal entendido). Además, deben poner límites a ese modo de vida. No es extraño que expertos sociólogos, como Javier Elzo, hayan detectado que un amplio sector de la adolescencia y juventud española actual es la más inmadura de la historia.
Catalizadores de la maduración en la adolescencia
La metáfora de la fruta -del verde al amarillo- es un recurso didáctico muy utilizado para explicar el proceso de maduración humana, que ocurre en la fase adolescente, pero matizando que una persona -a diferencia de la fruta- no alcanza la madurez completa en un determinado momento. Por otra parte, puede madurar en algunos aspectos y no en otros.
El acceso a la edadd adulta requiere pasar por la adolescencia. En ella se parte de un estado de inmadurez psicológica para ir en busca de la madurez propia del adulto responsable. Comparada con la del niño, la inmadurez del adolescente no es -como suele creerse- un retroceso.
Haber alcanzado la madurez (cierto grado y en algún aspecto) significa haber evaluado correctamente la vida y dar a cada situación la importancia que realmente tiene. Ello conlleva fidelidad a los compromisos, responsabilidad, coherencia y tolerancia a las frustraciones.
Adolescentes de una misma edad pueden tener ritmos muy diferentes en su proceso de maduración. Una de las posibles causas de este hecho es la intervención de un catalizador (término procedente de las ciencias químicas que se usó posteriormente en psicología). El catalizador es una sustancia capaz de producir catálisis (proceso por el cual aumenta o disminuye la velocidad de una reacción química y, por extensión, psicológica).
Los catalizadores que intervienen en la maduración psicológica del adolescente son factores muy concretos que en algunos casos aceleran el proceso, mientras que en otros casos lo frenan. Los factores de aceleración hacen que el período de transición a la adultez se acorte. Uno de los más importantes es vivir experiencias enriquecedoras relacionadas con la vida de familia, la amistad, el trabajo, la práctica del deporte, los viajes, el voluntariado, las situaciones límite. Ejemplo de esto último: haber sobrevivido a un naufragio.
Ese tipo de experiencias pueden influir mucho en la maduración personal, ya que permiten al adolescente el contacto directo con la realidad, así como decidir formas de comportamiento. Son una fuente de aprendizaje psicológico.
Algunas actitudes paternas suelen retrasar la maduración de los hijos: la sobreprotección, el autoritarismo, el permisivismo, la indiferencia y la obsesión por su autoestima. También que los hijos dejen de ser rebeldes para caer en el conformismo y pasotismo.
Adolescentes, ¿diferentes de los de antes?
La situación básica es siempre la misma: el adolescente quiere superar en poco tiempo la dependencia con respecto a los adultos. Eso no es posible hacerlo sin rebeldía (buena o mala). Los adolescentes de hoy suelen ser más precoces en el desarrollo físico y en la conducta social pero, en cambio, tardan más en entender y aceptar que la libertad debe usarse de forma responsable. Algunos confunden libertad con «estar liberados» de todas las normas éticas de comportamiento. Estas normas son consideradas como «prejuicios» y convencionalismos a extinguir. En consecuencia, valoran solamente la conducta espontánea.
Muchos adolescentes de hoy huyen de cualquier compromiso con alguien o con algo. Otros hacen en cada momento lo que les apetece o les conviene, sin preguntarse si moralmente está bien o mal. Estos comportamientos revelan inmadurez, y son una consecuencia del permisivismo que predomina en la sociedad actual. Por eso puede afirmarse que la sociedad permisiva de hoy (donde lo legal muchas veces es inmoral) retrasa la maduración de los adolescentes.
Como consecuencia de estas influencias, muchos adolescentes de hoy están perdiendo la capacidad de rebelarse para caer en actitudes conformistas. Y esto es muy preocupante. De un rebelde equivocado se puede esperar mucho más que de un conformista.
Gerardo Castillo Ceballos. Profesor emérito de la Facultad de Educación y Psicología de la Universidad de Navarra
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