Los jóvenes y adolescentes se divierten los fines de semana consumiendo principalmente alcohol y otras drogas, lo que constituye un riesgo elevado para su salud. A pesar de las estrategias de prevención e intervención, 7 de cada 10 adolescentes han consumido alcohol en el último año, según la última encuesta del Ministerio de Sanidad.
El Plan Nacional sobre Drogas ha establecido una serie de acciones para «educar, informar y prevenir» sobre el consumo de alcohol de los menores de edad, y paralelamente la Estrategia Nacional Sobre Adicciones 2017-2024 (ENA, 2017-2024; Delegación del Gobierno, Ministerio de Sanidad) tiene entre sus metas prevenir el consumo de alcohol en los colectivos más vulnerables, entre los que se encuentran menores y jóvenes.
Sin embargo y a pesar de ello, el 76,9% de los jóvenes españoles entre 14 y 18 años ha bebido alguna vez en su vida y el 1,6% lo ha hecho diariamente en el último mes, según la última encuesta realizada por el Ministerio de Sanidad en 2022.
Sin embargo, los jóvenes rara vez presentan cirrosis hepática u otras enfermedades relacionadas con el consumo de esta droga, que suelen presentarse en los adultos tras varios años de consumo continuado de alcohol. ¿Esto implica que no existen consecuencias por el consumo de alcohol durante la adolescencia?
Las consecuencias de beber alcohol a corto y largo plazo
A corto plazo, el abuso de alcohol conlleva el riesgo de sufrir una intoxicación etílica y favorecer conductas de riesgo debido a su efecto desinhibidor que provoca una falsa sensación de seguridad. Por el contrario, «durante la abstinencia, el alcohol se utiliza para aliviar o prevenir los síntomas emocionales negativos, como la ansiedad, la compulsividad o la anhedonia, que surgen en ausencia de la droga», señala el estudio.
Pero ¿qué sabemos de las consecuencias de beber alcohol de forma continuada a largo plazo? Un estudio realizado por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid, la Universidad Francisco de Vitoria, la Universidad de Oviedo y la Universidad de Málaga, demuestra cómo el alcohol actúa como una droga depresora del Sistema Nervioso Central que altera ciertas funciones cognitivas y de regulación emocional.
Concretamente, el consumo voluntario de alcohol en roedores adolescentes «conduce a alteraciones de su comportamiento a largo plazo», comenta Patricia Sampedro, investigadora de la UAM. El consumo de esta sustancia «aumenta conductas de tipo ansioso y compulsivo como reflejan algunas de las pruebas realizadas a los roedores tras 5 semanas de consumo de alcohol», asegura.
El alcohol, una droga de adicción progresiva
El estudio, llevado a cabo en ratones adolescentes, pretendía analizar los cambios cerebrales y conductuales que supone el consumo prolongado de etanol (o alcohol etílico) en este período, y realizar una comparativa con su etapa adulta. De esta manera, se podrían identificar cambios en la conducta y el cerebro, para comprobar si las consecuencias inmediatas tienen repercusiones en un futuro a largo plazo.
Estrés, ansiedad y pérdida de memoria han sido las consecuencias más claras. El alcohol provoca cambios en áreas del cerebro implicadas en la respuesta al estrés, la regulación emocional o la cognición, y un consumo temprano del alcohol puede relacionarse con un peor pronóstico a largo plazo.
«El consumo de alcohol durante la adolescencia produce cambios duraderos en la corteza prefrontal del cerebro, reduciendo la capacidad de resiliencia«, comenta Román, investigador de la Facultad de Educación y Psicología UFV.
Las pruebas mostraron también que la memoria de trabajo también se ve alterada especialmente en los adolescentes. «En adolescentes, el alcohol afecta negativamente la tarea de reconocimiento de la posición de objetos (Object location test), indicando alteraciones a nivel cognitivo», señala el trabajo.
Educar, informar y prevenir el consumo de alcohol
En los últimos años, numerosos estudios científicos demuestran la asociación entre consumo de alcohol y alteraciones cerebrales en los adolescentes. La falta de madurez psicológica, propia de la adolescencia, dificulta el manejo de muchas sensaciones y efectos que produce el consumo de alcohol, así como a la capacidad de detectar que se tiene una adicción.
Además, parece que el cerebro adolescente es menos sensible a los efectos del alcohol, como por ejemplo, la conocida resaca del día después. Así las cosas, el consumo de alcohol entre los adolescentes no sólo pone en peligro su integridad física y psíquica, sino que se asocia a conductas de riesgo relacionadas con la agresividad, la accidentabilidad, la sexualidad y la salud pública. Con todo, las personas que inician el consumo de bebidas alcohólicas durante la adolescencia tienen una mayor probabilidad de presentar un problema de adicción al llegar a la vida adulta.
Marina Berrio