¿Cómo han podido sobrevivir los adolescentes de generaciones pasadas sin WiFi? Porque, visto el panorama, este aparato es prácticamente su «instrumento de trabajo» en la actualidad. A cualquier hora del día se les puede ver colgados del teléfono móvil, riendo, susurrando o, simplemente, charlando. Si les diéramos a elegir entre comer o estar con su teléfono, probablemente muchos preferirían la última opción.
A diario aparecen en los periódicos estadísticas sobre la cantidad de horas de tecnología que consumen nuestros hijos, gracias al WiFi o a tarifa plana de datos ilimitados que les permite estar enganchados a sus aplicaciones favoritas desde cualquier lugar y a cualquier hora del día.
Según la última y IV edición del estudio Familias y adolescentes tras el confinamiento realizada por Empantallados y Gad3, el 84 por ciento de los adolescentes en España afirman que usan mucho el móvil para no aburrirse y utilizan más las pantallas cuando están solos en casa. De hecho, 2 de cada 3 adolescentes, el 68%, utilizan el teléfono móvil más que antes del confinamiento.
Se trata del primer estudio en España especializado en la relación de padres e hijos con las pantallas en el hogar, con el que se ha pretendido realizar una radiografía del impacto de las pantallas en la vida familiar tras el confinamiento.
Para los padres, las pantallas ¿son una pérdida de tiempo?
Uno de los principales temores de los padres respecto a las pantallas consiste en que sus hijos puedan estar perdiendo el tiempo precioso de la juventud. El 65 por ciento de los padres piensan que las pantallas y las redes sociales son una amenaza para la autoestima de los adolescentes. Tanto si es chico como chica, temen que tras ver el escaparate de las redes sociales caigan fácilmente en la crítica a terceros o en la depresión por comparación, por ejemplo. Algo que no favorece nada los buenos modales y la buena formación de los hijos.
Sin embargo, el 43% de los adolescentes creen que las pantallas producen en ellos una montaña rusa de emociones. La tecnología es para ellos una puerta de acceso a experiencias emocionales intensas y más aún, el 55% piensan que les ayudan a ser más felices y el 48% a evadirse de su realidad diaria. Sin el móvil durante dos días, el 16% de los adolescentes no se aguantarían a sí mismos y el 12% se sentirían sin ganas de hacer nada.
Una realidad cada vez más tecnológica
Entre las 5 claves del estudio emerge que la nueva normalidad de las familias es cada vez más tecnológica. El tiempo de uso de pantallas se disparó en los hogares y ha continuado en niveles muy elevados tras el confinamiento como reflejan las cifras: 2 de cada 3 adolecentes, el 68%, utilizan el teléfono móvil más que en la vieja normalidad, solo 4 puntos menos que los propios padres. Además el teletrabajo y las clases digitales han revivido el ordenador y más de la mitad de los padres y de los hijos reconocen utilizar este dispositivo más que antes.
Por otra parte, las pantallas se han convertido en el refugio de los adolescentes y actualmente, el 56% de los padres considera que sus hijos están más enganchados a las pantallas que antes de la Covid-19.
¿A qué se debe este consumo excesivo?
Las pantallas ofrecen un remedio inmediato frente al aburrimiento para el 84% de los adolescentes. Los padres se quejan de que se trata de una generación con menor capacidad para afrontar la frustración.
A veces ocurre también que los hijos pueden mostrarse muy comunicativos con los amigos a través del móvil y las redes sociales, pero en la vida real cambian totalmente de personalidad. Casi como si del Dr. Jekyll y Mr. Hyde se tratara: hosco, retraído, sin hablar… cuando momentos antes hemos oído perfectamente sus risas.
Quizá esta actitud se deba más a nuestras preguntas algo curiosas: con quién te escribes, qué te ha dicho, por qué tienes que contestar a estas horas… Que es como pretender apagar el fuego de una chimenea con un fuelle: al contrario, lo encendemos más. O, quizá, puedan existir problemas de comunicación más hondos que hay que saber descubrir y atajar en la medida de lo posible.
Hasta la fecha, no existe ningún estudio científico que cuantifique el desgaste energético que implica crecer por dentro, es decir, lo que gastan nuestros hijos en ser adolescentes… pero sin duda ese desgaste existe. Por eso, cuando el adolescente anda desganado y dice que «está cansado», hay que creerle. En este proceso, los hijos necesitan unos momentos para reponer fuerzas, unos momentos de ocio: unas veces lo pasarán sentados mirando su dispositivo digital y hablando por teléfono; otras, tumbados en el sofá sin hacer nada; y otras, metidos en su habitación escuchando música.
A nadie se le ocurriría pensar que al bebé que duerme casi todo el día está perdiendo el tiempo. Tal como un recién nacido multiplica su peso físico durante los primeros meses, sólo comiendo y reposando, el adolescente hace lo propio con su peso interior durante esos momentos de «ocio» aparente.
La necesidad de comunicación de los adolescentes
Lo que no cambia de unas generaciones a otras es la necesidad de comunicación que sienten todos los adolescentes. Antes, sin las nuevas tecnologías, no les quedaba más remedio que aprovechar los momentos que pasaban juntos y después en la década de los 80 y 90 vivian enganchados al teléfono. Ahora, en nuestra sociedad tecnológica, sin embargo, es posible transmitir los sentimientos a distancia de múltiples maneras gracias al wifi y a la tarifa plana de datos.
Por eso, cuando nuestro hijo necesita contar algo, no entran en su cabeza planteamientos del tipo: ¿es buen momento?; le veré dentro de un rato así que mejor no le llamo; ¿lo dejo para mañana? Al contrario, «tiene» que contarlo: el plan que se le ha ocurrido, la mirada o palabras que le ha ofrecido aquella chica o chico, las zapatillas o vestido que acaba de comprarse…
Y el móvil y otros dispositivos digitales son un medio ideal porque además de la comodidad y la rapidez, muchas veces resulta más fácil decir las cosas sin tener a otra persona delante.
El grupo de amigos en la adolescencia
Durante la adolescencia se descubre la propia personalidad. En este proceso, la autoestima de los hijos sufre fuertes oscilaciones: del ideal que él mismo se crea hasta la frustración que reasegura con los amigos. En esta etapa, los hijos son tremendamente vulnerables y la seguridad se confirma con los demás, especialmente con los amigos. En este sentido, algo más del 20% reconocen que han sido insultados pro WhatsApp o en redes sociales.
Por eso, es mejor que tenga amigos con los que hablar a través del móvil a que nunca le llame nadie. Y, a la vez, es importante que cuenten con un espacio de intimidad y la seguridad de que en su hogar no se oponen a esas «necesidades comunicativas»… porque es oponerse a algo muy propio.
Y que no debemos ser alarmistas, ya que según el estudio el 78% de los adolescentes reconocen que aunque piensen distinto, hacen caso de los consejos de sus padres y que para la elección de estudios, por ejemplo, el 60% hace más caso a sus padres que a sus amigos y tutores.
Marisol Nuevo Espín
Te puede interesar:
– Pegados a las pantallas: este es el tiempo que pasan tus hijos conectados
– El primer teléfono móvil de los niños: enséñales a usarlo