Para muchos padres, la adolescencia de sus hijas nunca ha sido tan difícil como ahora. La influencia de las redes sociales, las referencias culturales de grupo, las libertades o el libertinaje, han llenado su mundo de confusión en una de las etapas más cruciales de la vida de una persona: la adolescencia.
Con más de treinta años de experiencia en el mundo de la pediatría, la doctora y autora, Meg Meeker, combina en su nuevo manual, Educar hijas fuertes en una sociedad líquida (Palabra, 2020), la experiencia con el sentido común, ahondando en los diferentes pasos que ayudarán a nuestras hijas a alcanzar una vida plena.
Educar a nuestras hijas con amor
La autora destaca que es importante transmitir constantemente a nuestras hijas lo valiosas que son para nosotros, por ser nuestra hija, porque es capaz de amar y se trata de una persona única con dones únicos.
Además de reforzar sus aspectos positivos, los padres también debemos abrirle los ojos para que razone que su valor no reside en su popularidad, ni en sus likes en las redes sociales, ni tampoco en de lo que los demás piensen de ella o en la aceptación de su apariencia física.
Nuestra función como padres es ayudarlas a saber que pueden valerse por sí mismas en la vida y asegurarles que sobrevivirán a las críticas y comentarios negativos, al rechazo por parte de las amigas, a los suspensos y desengaños.
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La relación madre e hija
Las hijas ven a sus madres como las procuradoras de seguridad, confort, amor y fiabilidad. Y si tienen una gran relación, querrá estar más cerca de ella que de su mejor amiga.
Las niñas observan a sus madres todo el tiempo. Quieren ver lo que haces, por qué lo haces, y lo que es más importante aún, quieren saber cómo las percibes a ellas. Si una madre llega a casa y pasa de largo junto a su hija sin saludarla mientras habla por el móvil, se sentirá poco importante.
Ante las dificultades entre la relación madre-hija, la cuestión está en reconocer cuándo te has equivocado y cambiar tu comportamiento. Todos cometemos errores y la mayoría de nosotras sabemos reconocerlo porque tenemos intuición o una conciencia que nos frena. Haz caso de esa intuición, de esa voz de la conciencia, y recuerda que lo mejor que puedes ser para tu hija es modelo, mentora y pegamento que mantenga unida a la familia. Ten por seguro que esto es lo que quieren todas las hijas de sus madres.
La relación padre e hija
A través de sus años pasando consulta y por su propia experiencia, Meeker asegura que las niñas que mantienen un vínculo fuerte con sus padres de pequeñas crecen más seguras de sí mismas. Y si tienen más confianza en sí mismas, disfrutarán de relaciones más saludables con los hombres.
Sin embargo, no parece que la mayoría de los padres sean conscientes del enorme impacto que tienen en las vidas de sus hijas. Ningún padre es perfecto. Todos los padres meten la pata, pero siempre son un gigante para sus hijas. Ellas serán las más dispuestas a perdonarles porque los necesitan más que a nadie. Lo que más le importa a ella es ver que intentas ser un buen padre.
Cada padre es el primer amor de su hija y cada vez que tienes un gesto cariñoso con ella -cada vez que le secas las lágrimas o la escuchas o reconoces su importancia- estás fortaleciendo su sentido del yo y nunca te olvidará a ti ni el ejemplo que le hayas dado.
Perderse en la adolescencia
«Todas las adolescentes se comparan entre sí y tienen grandes inseguridades», insiste en confirmar la autora, insistiendo que, en sus más de treinta años de práctica pediátrica, nunca ha conocido una excepción a esta regla.
Como padres, siempre veremos a nuestras hijas guapas, listas y exitosas, pero ellas no se ven así. Ellas ven lo contrario: se sienten inferiores a otras chicas más guapas, más listas y más aceptadas. Esta inseguridad tan normal en ellas las lleva a buscar otros medios de destacar y las redes sociales es uno de ellos porque les ofrecen la forma de encontrar la aceptación y aprobación de sus iguales. Pero las redes sociales también las hacen vulnerables.
También es posible que ejerzamos esa misma presión planteando expectativas altísimas a nuestras hijas. Las supermamás tienen que tener superhijas. Y ahí es donde nos encontramos hoy. Las presionamos para que triunfen, incluso en materias para las que quizás no tengan aptitudes, porque queremos que no desaprovechen ninguna oportunidad de éxito y enriquecimiento personal. Les decimos que «solo queremos que se lo pasen bien» cuando las apuntamos a actividades deportivas, pero ellas y nosotros sabemos que no es así. No nos importa un ápice que se lo pasen bien. Lo que queremos es que sean las mejores.
A medida que las niñas maduran en la adolescencia, se hacen más visibles los cambios de comportamiento, algo que puede resultar problemático para ellas y sus padres. Durante esta etapa, tu hija está descubriendo quién es: descubre todo su ser. Su conocimiento sobre sus sentimientos, creencias, personalidad, debilidades y limitaciones se confirma, y su intelecto se agudiza mientras crece su capacidad de razonamiento abstracto. También pasará por algo similar a una crisis: sabe que forma parte de una familia, pero también intenta conocer qué tipo de mujer será en el futuro cuando se separe inevitablemente de esta.
Ana Cemboraín
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