Antes hasta nos costaba ‘quitárnoslos de encima’. Y de pronto, al llegar la adolescencia, parece que les molesta nuestra presencia y se pasan el día buscando espacios en los que estar a solas. Los adolescentes necesitan ciertos espacios de intimidad para terminar su proceso de maduración, aunque parezca que están aislados en su cuarto.
Uno de los principales retos del adolescente es descubrir su identidad, fortalecer su singularidad y, para lograrlo, entre otras tareas necesita crear un espacio propio, personal, donde poder aislarse. Cuando se aíslan en su cuarto, muchos adultos los critican porque consideran que se han vuelto egoístas; sin embargo, su deseo de intimidad es absolutamente sano y, por lo tanto, resulta imprescindible que lo respetemos si queremos favorecer su proceso de desarrollo natural en esta etapa de la vida.
Celosos de su intimidad, los adolescentes necesitan crear un ambiente en casa, donde poder cerrar la puerta para reflexionar sobre sus sentimientos, sus sueños, sus ideales, sus descubrimientos, sus proyectos…, donde escribir, leer, escuchar música, estudiar, pintar, charlar con algún amigo…
Los adolescentes necesitan aislarse en su cuarto
Pregunté a los adolescentes para qué necesitaban estar aislados en su cuarto y me encontré con estas respuestas: «Para pensar en nuestros problemas, en todo lo que nos pasa», «Para pensar en las estupideces que hacemos y arrepentirnos», «Para pensar en nuestros grandes deseos», «Para no tener que aguantar a nuestros hermanos y a nuestros padres, a veces», «Para conocernos mejor», «Para llorar a solas nuestras frustraciones y nuestras tristezas», «Para disfrutar las cosas sanas y normales de un adolescente, que a los mayores les incomoda», «Para escribir nuestro diario, o sobre lo que nos sucede, o lo que nos gustaría ser o hacer», «Para tener un espacio nuestro donde sentirnos independientes». Una adolescente escribía: «Porque vivo soñando despierta en lo que quisiera que me pasase y no me gusta que me despierten de mis fantasías».
Algunos padres, cuando no comprenden a sus hijos adolescentes, les prohíben o les reprochan que se aíslen, haciéndoles sentir egoístas: «Ya no quieres estar con nosotros, no te importamos, has dejado de querernos, solo piensas en ti». Esta actitud confunde al adolescente. Si se lo reprochamos, mostramos incomprensión y nuestro victimismo les culpabiliza. Si se lo prohibimos, es él quien se siente víctima: «me prohíben hacer mi vida, es injusto, me tratan como a un niño, no me comprenden, les detesto…»
No debemos confundirle. Su deseo de aislarse proviene de su ser interior, no puede evitarlo. Debemos respetarlo aunque es fundamental que ellos sepan también mantener un equilibrio con la vida familiar.
Algunos padres no se lo prohíben, pero en realidad solo consienten su cambio en silencio para evitar enfrentamientos. El adolescente se levanta de la mesa y se va a su cuarto, donde pasa la tarde. No se hacen comentarios, pero la sensación de reproche se palpa en el ambiente. Hay que ‘legalizar’ la situación. Es fundamental reconocerlo explícitamente. Le haremos saber que le comprendemos, pero que su comportamiento tendrá unos límites: «Quieres estar en tu cuarto. Es normal que desees aislarte, que quieras estar menos tiempo con nosotros. Estás en la etapa de aprender a crear tu espacio de intimidad. Ya no eres un niño, eres un adolescente. Te permitiremos crearlo mientras aprendes a asumir tus responsabilidades. Pero como todavía vives en casa, tendremos que ponernos de acuerdo en los cambios que deseas provocar. Pactaremos».
Asumir sus responsabilidades: su intimidad
Ha llegado el momento de ayudarle a caer en la cuenta de que únicamente será dueño de su espacio y conseguirá ser independiente si asume sus responsabilidades. El cuarto del adolescente es su refugio. Ahí vive en su mundo, empieza a crear su futuro hogar, está dando un paso intermedio entre la casa de sus padres y la suya propia.
Quiere organizar su pequeño mundo a su manera. No le gusta que lo arreglemos a nuestro estilo, ni que ‘fisguemos’ en sus pertenencias. Tiene razón, pero seguirá siendo dependiente si nos seguimos ocupando de que permanezca ordenado.
Hablaremos con nuestro adolescente. Le diremos que comprendemos su necesidad de crear un espacio propio dentro de casa y que no quiera que interfiramos en su intimidad; dejaremos de intervenir a medida que vaya asumiendo la responsabilidad de ocuparse de todo lo concerniente a su espacio. Para no depender de nosotros deberá ser él quien lo organice y lo cuide. Sabemos que, aunque le cueste, no necesita depender de nadie para mantenerlo en orden.
Le indicaremos que puede decorarlo a su estilo y organizarlo a su gusto, pensando que no es únicamente un lugar para dormir: es su recoveco personal dentro de casa, donde pasará bastante tiempo a lo largo del día. En primer lugar, se debe desprender de sus enseres de la etapa anterior. Después, tendrá que pensar la distribución de los muebles, ropa, libros y demás objetos personales.
Si comparte habitación con los hermanos, tendrá que consensuar buena parte de los cambios. Si decide cambiar algo y estamos de acuerdo: las cortinas, la colcha, o cualquier otra cosa, debe ir a comprarlo él. Le dejamos elegir, con límites, todavía vive en nuestra casa y no está capacitado para hacer lo que se le ocurra sin consultarnos. Mientras viva con nosotros tendrá que contar con nuestro consentimiento.
Cuando lo haya organizado, pactamos lo que puede y lo que no debe hacer. Establecemos las normas -él se ocupará de su cuarto- y los límites -no resolveremos su desorden-. Los límites no son solo para el adolescente, son también para nosotros.
Aislados en su cuarto: la organización
Repasemos todo lo que supone responsabilizarse del cuidado de su cuarto. Lo ideal es que sea nuestro hijo adolescente quien escriba lo que debería hacer y solo si hiciese falta añadir algo, lo completamos.
Se tiene que ocupar de:
– Organizarlo de acuerdo a su gusto personal y a sus necesidades prácticas.o Mantenerlo limpio. Aun teniendo a alguien que se ocupe de la casa, debe saber limpiarlo. Le estamos preparando para ser independiente.
– Mantenerlo ordenado. La ropa limpia y planchada no la guardamos nosotros, la sucia no la recogemos; de todo eso tiene que ocuparse él. Así como de ordenar sus libros y demás objetos personales y de hacer su cama, cambiando las sábanas el día que corresponda.
Desea libertad para crear un mundo propio, para quedarse solo en casa, aislarse en su cuarto, salir con sus amigos sin obstáculos, manejar dinero, vestirse a su gusto… Si pactamos con él, no rechazará el esfuerzo que suponen sus reivindicaciones: mantener la casa y su habitación en orden, ocuparse de sus tareas, comprometerse con los horarios, ganarse lo que pide…
Necesita nuestra comprensión, pero también nuestra exigencia, nuestro ‘empujón’ para lograr la independencia que tanto anhela y que tanto le cuesta conseguir. Necesita límites y que le dejemos vivir las consecuencias de su manera de actuar. Debemos pactar. Recordemos que ayudándole a crear y cuidar su espacio personal, le estamos enseñando a descubrirse a sí mismo como un ser con identidad propia, con unas cualidades, habilidades y capacidades idóneas para realizar todo aquello que se siente llamado a llevar a cabo en la adolescencia.
Maite Vallet. Orientadora pedagógica
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