El bullying existe. Así lo estamos comprobando en los institutos de todo el mundo, donde algunos chicos y chicas sufren acoso, violencia y maltrato en sus colegios de sus compañeros. Este anglicismo, bullying, puede hacernos sospechar que se trata de algo nuevo, de una influencia de la cultura anglosajona y de las series de adolescentes norteamericanos. Y, sin embargo, la violencia en nuestras aulas es un hecho que viene de lejos, aunque sea ahora cuando estamos conciencia de ello.
Con respecto a la violencia y maltrato en los colegios se está produciendo una inflexión social en el modo en que percibimos y toleramos que el bullying existe. No hay que olvidar que este tipo de violencia y maltrato la encontramos en toda la sociedad, y también la ven nuestros hijos.
Si pensamos en el trabajo, en la cantidad y la calidad de las relaciones sociales, en las familias, en cómo nos transformamos al volante… entendemos cómo la violencia y el maltrato pueden convertirse en buenos instrumentos para conseguir determinados objetivos. Para llegar más alto en la empresa, para ser más reconocido o tener más prestigio entre los amigos, para conseguir la obediencia de los hijos… el ejercicio abusivo del poder siempre tiene un atractivo especial.
¿Qué es el bullying?
Según José María Avilés, miembro del Grupo de Investigación de la Facultad de Educación de la Universidad de Valladolid, el bullying puede definirse como: «Intimidación y maltrato entre escolares, de forma repetida y mantenida, casi siempre lejos de los ojos de los adultos, con la intención de humillar y de someter abusivamente a una víctima indefensa por parte de un abusón o grupo de matones a través de agresiones físicas, verbales y/o sociales con resultados de victimización psicológica y rechazo grupal».
Para que haya bullying ha de haber reiteración, es decir, no se trata de riñas ocasionales, ni de violencia puntual. La víctima sufre repetidamente violencia por parte del mismo agresor o grupo de agresores, lo que daña su autoestima y su identidad personal. Se trata de acciones planificadas con la intención de someter abusivamente y de forma continuada en el tiempo.
Y, lo más grave, es que los agresores y las víctimas están condenados a convivir. Se dan emparejamientos enfermizos: no se puede evitar al agresor y el agresor busca activamente a su víctima. No hay posibilidad de escape, y esto quizá es lo que más mina al adolescente.
Para José María Avilés, «esta situación provoca en la víctima alta ansiedad y estrés, un miedo continuo, que le lleva incluso a desarrollar también respuestas agresivas y en casos extremos, pensar en el suicidio; por los mismos motivos que llevan a que un trabajador lo abandone todo por el abuso al que es sometido por su jefe (mobbing), o por la misma razón que una mujer huye de su pareja cuando la maltrata (violencia doméstica). Basta con mirar a la sociedad para entender que las relaciones de poder que unos ejercen sobre otros pueden terminar por hundir física y psíquicamente a la víctima hasta el punto de querer acabar con su vida».
Las consecuencias del bullying
Esta situación tiene una serie de consecuencias tanto para la víctima como para el agresor y los espectadores:
Consecuencias para la víctima
– Falta de autoestima social.
– No triunfan escolarmente.
– Alta ansiedad y estrés.
– Sensación de indefensión.
– Fobia a la escolarización.
– Tendencia a la depresión.
– A veces, ideación suicida.
– Cambia la propia percepción: puede llegar a autoculpabilizarse de lo que le ocurre.
Consecuencias para el agresor
– Entiende que puede conseguirse objetivos mediante la violencia.
– Antesala de la conducta delictiva.
– Baja autoestima.
Consecuencias para el espectador
Es algo de lo que no suele hablarse, pero los espectadores de la violencia también sufren una serie de consecuencias negativas. La mayor parte de los compañeros de un adolescente que sufre maltrato sabe lo que ocurre, pero se queda al margen.
El mayor problema es que de este modo aprenden a mirar a otro lado y se afecta al desarrollo moral de los jóvenes sobre lo bueno y lo malo, sobre lo justo y lo injusto, justo en una etapa en que se encuentran en pleno desarrollo de lo correcto e lo incorrecto. Así, algunos llegan a decir: «el fuerte tiene el poder, es justo», «se meten con él porque es un pringado». Cambia la percepción de la víctima: si todos se meten con él, ese compañero pierde valor. También se refuerzan posturas egoístas: «Mientras no me toque a mí».
Interiorizar la violencia: lo más grave del bullying
De todos modos, junto con lo anterior, lo más grave del bullying es que tanto los agresores como las víctimas y los espectadores interioricen la violencia como un modo más de relacionarse con los demás. Unos, que lo vean normal para conseguir sus objetivos; otros, que vean normal ser objeto de violencia; y los terceros, que vean normal este tipo de relaciones en la sociedad. Y cuando el maltrato se repite una y otra vez en una víctima concreta, puede crear grandes traumas que lleven incluso hasta el suicidio.
Consejos para identificar el bullying
1. La víctima suele sufrir alta ansiedad anticipatoria, es decir, cuando sale del colegio no acaba el problema. En casa, la tarde anterior, el fin de semana, prevé lo que va a ocurrir. Por eso es tan dañino, pues se instala en el repertorio de miedos de la víctima. Cuando ya el domingo por la tarde se les ve nerviosos, intranquilos, que no quieren ir al colegio puede ser una señal.
2. Según ciertos autores, puede existir una conspiración del silencio que esté favoreciendo este tipo de situaciones. Los espectadores no hacen nada, los profesores no se enteran o consideran que no es parte de su trabajo y, así, esta conspiración del silencio deja a las víctimas sin ayuda y suele ser interpretada por los agresores como un apoyo implícito. Hay que romper dicha conspiración.
3. La falta de amigos incrementa el riesgo de convertirse en víctima y hace que disminuya aún más la popularidad de quién la sufre y su aislamiento. Además, parece que una vez que alguien es elegido como víctima se activa una «norma» que «prohíbe» sentir simpatía hacia él, especialmente entre los chicos. A nuestros hijos hay que ayudarles para que sean amigos de todos y muestren especial simpatía a los que se encuentren más solos: es una manera clara de prevenir este problema.
4. La comunidad educativa debe asumir que el bullying existe y que no se trata de riñas sin importancia entre chavales. En los colegios e institutos en que exista una educación en valores, se promueva el respeto y los profesores y padres trabajen conjuntamente en la educación y formación de los adolescentes es menos probable que se den casos de acoso.
5. Algunos adolescentes no se atreven a contarlo porque los adultos se mueven en otra esfera diferente de ellos. Nuestra primera reacción es: «Esto lo voy a arreglar yo», y quizá así se empeoran las cosas. Cuando se den ciertos síntomas hay que ayudar a que nuestro hijo nos cuente si ocurre algo (tanto en el caso de la víctima como del espectador) y actuar con prudencia, siempre contando con los sentimientos del hijo.
6. La violencia no se produce solo en escuela, también en lugares de ocio, en el autobús, la ruta, en las actividades deportivas, en diversos ámbitos donde puedan encontrarse con los agresores.
Marisol Nuevo Espín
Asesoramiento: José María Avilés, miembro del Grupo de Investigación de la Facultad de Educación de la Universidad de Valladolid
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