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Así es una adolescente enamorada

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La primavera -que la sangre altera- ha convertido a nuestra adolescente en una niña aún más ensimismada: está más sensible, se encuentra permanentemente en Babia, las conversaciones con sus amigas transcurren a puerta cerrada y en susurros, permanece tumbada en su habitación escuchando durante horas… ¿Qué le ocurre? Nada más y nada menos que le ha alcanzado esa extraña epidemia emocional a la que llaman «primer amor«.

La adolescente enamorada sufre cambios físicos y psicológicos importantes, que le aturden. Pero, sobre todo, atraviesa una fase de gran inestabilidad emocional, experimenta unas tremendas ansias de querer y ser querida. En esta situación, es comprensible que unos ojos azules, o una sonrisa simpática conquisten al vuelo su corazón. 

Amor a borbotones

Este desbordamiento de su emotidad es algo no solo normal, sino bueno, pero tendremos que ayudarla -con toda delicadeza- a que sepa encauzarlo ella misma. No podemos perder de vista que se encuentra en pleno barullo mental y emocional: no distingue el querer y el sentir, y a veces nos dirá preocupada que «no siente» cariño por sus hermanos, la abuela o nosotros mismos.

Esta situación entraña el riesgo de que se deje llevar o no encuentre dónde sostener unos valores auténticos, que la llenen, y entregue su corazón y entendimiento a una marca de vaqueros o un guiño encantador, elementos inestables que no le proporcionarán sino más inseguridad.

Un corazón en bandeja

Los síntomas de una adolescente enamorada son clásicos: ensimismamiento, despiste, altibajos en el humor…vive en un sueño de color rosa, donde «su chico» es un verdadero príncipe azul idealizado, que la rescata de los peligros, admira sus proezas, etc.

Es posible que el muchacho sea ajeno a esta pasión, pero también cabe la posibilidad de que la conozca y corresponda, en cuyo caso ambos querrán salir juntos y la historia cobrará nuevas dimensiones cuando el enamoramiento es correspondido.

Antes de llegar a este punto, hagamos el esfuerzo de recordar nuestra juventud, e intentemos comprender a nuestra hija: ¿No está en edad de amar, y mucho? ¿Ha puesto su corazón sobre una bandeja? Pues estemos prestos para saber recogerlo con prontitud. Si necesita volcar su emotividad, la familia debe hacerse merecedora de recibir tan preciado tesoro. No es momento para fallar…

¡Hoy le vi!

El camino más adecuado será siempre el de la comprensión. La adolescente es cada día más adulta, pero aún sigue siendo niña para ciertas cosas, como la relación con sus padres. Recibir de ellos cariño y comprensión es lo que más ansía, exige que ellos entiendan su drama -«hoy Fulano no me ha saludado», «el otro día me miró»- y encontrar un cauce donde volcar su intimidad.

Las relaciones con los hermanos también tomarán nuevos rumbos, en los que quizá deban intervenir los padres. Su ilusión e ingenuidad por ver al chico de sus sueños no debe ser objeto de burla y risas, aunque dentro de unos años podamos tomarle el pelo. Mantener el asunto en secreto los padres puede reforzar los lazos entre ellos.

Entre tu y yo

El papel de la madre cobrará ahora mayor importancia, si cabe, pues tiene todos los boletos para ser la mejor confidente de su hija enamorada… si se gana el puesto. De nada servirá tirar de la lengua a nuestra niña, entre otras cosas porque ya no lo es. Si algo valora es su propia intimidad, y solo la volcará en quien le demuestre comprensión, alguien que no esté presto a juzgarla o a tomar a la ligera sus preocupaciones. debemos entender su drama, lo que no significa que luego no le ayudemos a verlo desde otro prisma más positivo e, incluso, cómico.

Si la madre se presta a peinarla para salir el sábado, o a traerle las medias que necesita, estará dando pie a que la chica vuelque en sus oídos todos los sentimientos que bullen en su cabeza. En este momento decisivo, lo mejor será tratarla con delicadeza, sin herirla ni quitar importancia a sus cosas, dar consejo cuando lo pida o -si no lo hace- introducir alguna sugerencia con la expresión «creo que podrías…», y nunca «no hagas…» o «eres tonta…»

Por sí misma

En esta edad, ella necesita oír y ver, equivocarse y acertar por sí misma. De nada servirá, por tanto -más que para incitarla a la rebeldía- empeñarnos en ir de consejeros. Pero sí será útil que provoquemos situaciones y charlas que le hagan juzgar por sí misma.

Así, si ella nos cuenta lo guapo que es fulano, lo bien que baila y lo preciosos que son sus ojos… podemos corresponder desvelando detalles sobre lo que nos enamoró de papá, o como fue que él se fijó en nosotras,… En ningún momento será necesario -ni aconsejable- establecer comparaciones, pero ella podrá recoger aquí y allá sus propias conclusiones.

Palabras al vuelo

Es el momento, también, de sacar temas de conversación en casa que le hagan reflexionar. Por ejemplo, los casos de enamoramientos «cojos» que acabaron en bodas apresuradas, plantones en el altar o separaciones.

No se trata de contar tragedias, sino de hacerle poner los pies en la tierra y que vea el enamoramiento como algo serio e importante, y el noviazgo como una relación que te hace mejorar y enriquecerte como persona, no como una renuncia a los propios criterios para asumnir los del chico, por no saber decir que no.

Las conversaciones entre hermanos sobre las chicas que hacen o no hacen ésto o aquello le causarán, sin duda, honda impresión, y le harán reflexionar sobre la actitud que debe tener con los chicos. También será positivo que su padre y ella intercambien impresiones sobre cómo ven los chicos a la chicas y viceversa, para que aprenda a distinguir la psicología masculina de la femenina.

Obras son amores

Donde sobra amor -para que no se desborde- hay que poner aún más amor. Si nuestra niña-mujer se muestra muy enamorada y su emotividad le hace bandear a cada minuto, tendremos que ayudarle a encontrar una vía de escape, practicando esos detalles de cariño que «tocan» su fibra sensible y, sobre todo, ayudándole a volcar su corazón en los demás, y no sólo en ese chico de ojos color mar.

Será fácil descubrir -si no lo sabemos ya- quienes son sus amigas del alma, cuánto las quiere y mil detalles de la vida de aquellas. Esta información nos será útil para sugerirle detalles, dónde puede encontrar un regalo de cumpleaños,… También podemos tener a mano un paquete de magdalenas y una coca-cola para que ella pueda invitar libremente a sus amigas a merendar… sólo se trata de encauzar sus ansias de darse a los demás.

¡Qué ilusión!

No olvidemos que nuestra hija está en una de las etapas más bellas de su vida, y su capacidad de ilusionarse es francamente envidiable. Prueba de ello es su propio enamoramiento.
Sería una lástima desaprovechar este caudal de energía, por lo que debemos evitar que abandone sus aficiones, o intentar que busque otras nuevas. Quizá ya no tenga sentido forzarla a jugar al tenis, si no le gusta, pero si es manitas quizá le guste apuntarse a un cursillo de encuadernación.

Consejos: una adolescente enamorada en casa

1. Una hija enamorada es un corazón desnudo sobre una bandeja y, por tanto, muy sensible a nuestras burlas, cariños y, sobre todo, a nuestra comprensión.
2. La familia también puede enamorar por derecho propio el corazón de la adolescente.
3. Confidencia por confidencia. Es fundamental lograr que nuestra hija nos abra ahora su corazón, y el camino más seguro y eficaz será el intercambio de confidencias.
4. Evita la vía de la imposición para controlar el corazón de la adolescente, porque sólo provocará fustración, rebeldía y dolor.
5. «Pinchad» a los hermanos para que hablen entre ellos de lo que piensan de las chicas, y procurad -con discreción y sin descubrir vuestras intenciones- que la adolescente enamorada los oiga. Aprenderá pura sabiduría de la vida y le ayudará a bajar del guindo.
6. Fomentad sus ganas de darse a los demás ofreciéndole oportunidades para colaborar con vosotros o para que ella misma se vuelque en sus amigas, sus hermanos, etc.
7. Estad atentos para percibir su estado de ánimo. Un desengaño amoroso le hará sufrir mucho, y necesitará de todo vuestro cariño para superar este bache que, para ella, es como el fin del mundo.

Si nuestra hija atraviesa una etapa de verdadera «pasión» por un chico, que no es capaz de superar, quizá podamos enviarla a pasar una temporada a casa de unos abuelos o tíos en otra ciudad, aprovechando unas vacaciones, para que entable nuevas amistades. Eso sí, sin confesarle nuestras intenciones reales y planteándole el viaje como unas pequeñas vacaciones que se merece por ser mayor.

María Moll
Asesora: Beatriz Bengoechea. Psicóloga y orientadora familiar

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