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Amores de verano: 15 años tiene mi amor

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¿Conocen nuestros hijos adolescentes de verdad lo que es el amor? ¿Es bueno que dejen el corazón enganchado de las espinas de pasiones tan tempraneras? Como decía el poeta, el enamoramiento es como la herida de la flecha, pero el amor es la marca imborrable que no desaparece.

Ellos mismos dicen que el ligue no es amor sino una relación pasajera y efímera en la que se busca la diversión, pasar un buen rato, un beso, y otro, y otro, abrazos, caricias… Hemos de valorar esta situación en su justa medida: ni tomarnos excesivamente en serio lo que no deja de ser el primer enamoramiento ni tomárnoslo a broma de modo que hiramos su autoestima.

El silbido de una flecha: directa al corazón

Ella no tiene más que quince años, pero en su pecho alberga sentimientos que nadie más que un diario o una amiga íntima puede comprender. ¿Por qué son tan sensibles los quince años? 

En estas edades se está produciendo una profunda transformación de la personalidad, tanto en su vertiente afectiva como intelectiva. En el primero de estos terrenos, los jóvenes empiezan a desarrollar la capacidad de amar, sintiendo la necesidad de querer y también de ser queridos. Buscan con inquietud (incluso sin darse cuenta) la necesidad de entregarse.

También necesitan a alguien -de su misma edad- con el que compartir sus ilusiones, inquietudes, entusiasmos, tristezas…, por eso esta fase de «enamoramiento» va muy unida a la amistad. Con frecuencia confunden amor con cariño, y todo ello unido en un precioso envoltorio de sentimentalismo.

¿Por qué amores de verano?

En medio de tal ensalada llegamos al verano, al buen tiempo. Las horas discurren sin prisa, los días son largos, las noches, de luna llena… Todo parece favorecer el romanticismo del que los adolescentes parecen saber tanto. Y un día nos damos cuenta de que nuestro hijo o hija se encuentra más nervioso de lo habitual, apenas come y de vez en cuando se le escapa un suspiro.

Cuando esto suceda podemos hacer dos cosas: o llevarle al médico, pues puede tratarse de una pequeña anemia, o bien sucede que ha conocido a alguien que, por alguna razón que solo él conoce, acelera sus pulsaciones cuando está a su lado y entra en una fase cataléptica cuando no la ve.

Hay una serie de situaciones veraniegas que propician los enamoramientos adolescentes. En esta época los chicos y chicas están más desocupados -en líneas generales-, no tienen obligaciones académicas, y suelen pasar más tiempo con su grupo de amigos: a la piscina o al cine, charlan durante más tiempo y a veces hasta altas horas (ya que parece que a los padres les cuesta más exigirles, por ejemplo en la hora de llegada, durante estas fechas).

Los meses estivales se presentan como una época de libertad, de miles de posibilidades, no hay límites para ellos. Además, los ambientes frívolos en los que el ideal de diversión consiste en salir de fiesta o ligar, el relacionarse con amigos o amigas más mayores, la relajación de los horarios y normas que se vivían habitualmente, contribuyen también a este tipo de relaciones sentimentales que llamamos «amores de verano».

Amor o enamoramiento

Dentro de esta «nube» en la que vive es muy fácil que se cruce un chico o chica por medio. Inexpertos en cuestiones del corazón caen irremediablemente en los vaivenes de una montaña rusa de los sentimientos. Los padres debemos hacerles ver con tacto (si es posible antes que suceda) la diferencia entre el amor y el «enamoramiento».

Enamorarse no deja de ser un proceso que puede acabar en amor, pero no siempre es así. En ese proceso se mezclan muchas sensaciones, que al ser tan variadas como la atracción, la excitación, la novedad…, deben ser digeridas. Hay que hacerles reflexionar sobre el verdadero amor, desinteresado, generoso, limpio, que busca el bien del otro y donde el egoísmo no cuenta.

Hay chicos y chicas que a pesar de su juventud van sabiendo diferenciar, es el caso de Nacho, que con sus 16 años contaba: «Me he dado cuenta lo que me gusta estar con Mónica, aunque la conozco hace un año, nunca me había llamado la atención, pues no es lo que se suele decir «un monumento», pero en cambio es agradable en el trato, tiene una conversación interesante, se preocupa de los demás… Me encanta».

Ricardo Regidor
Asesoramiento: José Javier Ávila. Profesor del colegio Tajamar.

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