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Alejandro Rodrigo: «Si un adolescente incumple las normas por sistema, está enviando un mensaje de auxilio»

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Tras más de quince años acompañando a padres a fortalecer el vínculo con los hijos y a recuperar el bienestar de la vida familiar, Alejandro Rodrigo, maestro y experto en Análisis e Investigación Criminal, acaba de publicar Cómo prevenir conflictos con adolescentes (Plataforma Actual) donde comparte toda su experiencia y ofrece herramientas de gran utilidad para los padres.

Empezando por la inteligencia emocional, que es muy importante en la felicidad del hogar, el autor analiza también los diferentes estilos educativos para comprender nuestra propia manera de educar y el impacto que esta tiene en nuestros hijos. Y es que el verdadero secreto es que los padres seamos un referente para nuestros hijos, el espejo en el que se quieran mirar.

Claves para una convivencia feliz con adolescentes

P. Como padre, maestro y especialista en adolescentes, ¿qué consejo les daría a los que no saben qué hacer con su vida en este momento de crisis sanitaria y económica?
R.
Pues de primeras y como premisa general les recomendaría que leyeran mucho y si es a los grandes clásicos de la Literatura mejor, en ellos normalmente encontramos una riquísima fuente de inspiración. Mientras tanto, quizás, el primer paso para encontrar el camino que pueda guiar a una persona a saber qué hacer con su vida sea conocer en qué momento de su vida está exactamente. Bien sea como padres o como referentes educativos para un adolescente siempre sentimos la necesidad de que salga ya de ese estado de apatía y desazón constante cuando se encuentran en un momento de no saber hacia dónde dirigir su vida. Sin embargo, desde mi punto de vista, esos momentos son necesarios en la vida y desarrollo de cualquier adolescente, si se entienden como momentos de «crisis evolutivas». Es decir, crisis que van a ayudar a progresar a una persona.

P. ¿Cómo les podemos ayudar?
R. El primer paso es ayudar y acompañar a ese adolescente en el importante proceso de reconocer que no sabe qué hacer. Una vez hemos alcanzado ese punto y teniendo en cuenta las circunstancias actuales, hay dos cosas importantes a tener en cuenta si queremos ayudarles. La primera es que las circunstancias que estamos viviendo son excepcionales, nunca antes las hemos vivido, por lo tanto son nuevas para todos, para los adultos también. Nosotros tampoco sabemos muy bien cómo vamos a orientar nuestro futuro. Esto ayudará al joven a entender que le comprendemos. El segundo punto o circunstancia es la «lentitud». Aunque parezca que el joven está tirando su vida a la basura, no hay prisa. Las prisas a la hora de decidir, paradójicamente, lo único que provocan es parálisis en el adolescente. Asumir un proceso desde la calma y confianza serán los mejores motivadores para la acción.

P. ¿Dónde deberían buscar para encontrar la motivación que necesitan para forjar su futuro?
R. Es cierto, que en esta edad o etapa del desarrollo, tanto los amigos como las parejas son el principal foco de motivación para un adolescente. Es decir, que un amigo le diga que le acompañe los sábados a trabajar y ganar algo de dinero en la empresa de un conocido puede provocar una motivación imbatible. Sin embargo y, teniendo esto en cuenta, la principal motivación siempre se encuentra finalmente en los padres. No es lo mismo el modelo de un padre cansado que permanece mucho tiempo tirado en el sofá viendo la televisión que el de un padre activo que además de atender a su familia y trabajo, presenta inquietudes culturales y pasiones en su tiempo de ocio. Al final, los padres son el principal foco de motivación, el principal espejo en el que se miran los hijos.

P. En ocasiones, la falta de comunicación genera conflictos. Hablan poco o nada en casa, pero mucho con sus amigos, ¿qué está pasando, cómo conseguir que nos cuenten sus cosas?
R. Desde que empecé a dedicarme a la atención a adolescentes y más concretamente a intervenir con familias, este es uno de los principales asuntos a destacar por cada familia. En casa, el adolescente prácticamente no cuenta nada de su vida, sin embargo, con sus amigos no para de hablar. Bueno, la primera cuestión a tener en cuenta es que se trata de algo normal y hasta positivo. El adolescente se encuentra en un momento de exploración y de autoafirmación de su personalidad. De la misma manera que a un niño pequeño pocas cosas pueden estimular más que otro niño pequeño, la realidad es que a los jóvenes les ocurre sencillamente lo mismo.

No se puede competir contra el flujo de comunicación que los amigos puedan ofrecer, porque hablan «el mismo idioma».

En este sentido, hay dos conceptos importantes a tener en cuenta. El primero, de nuevo, es ser un modelo y ejemplo, es decir, no podemos pedirle que nos cuente «sus cosas» si nosotros no lo hacemos primero. El segundo, es que para contar las intimidades a otra personal, quien quiera que sea, se necesita confianza y para alcanzar la confianza, el primer paso es disponer de tiempo juntos, sin estar mirando el reloj para ver cuándo acaba ese tiempo. Por lo tanto, a mí me gusta centrarme en que para fomentar la comunicación con un hijo no se trata de «tiempo de calidad» sino más bien de constancia y amor genuino.

P. ¿Es posible reconducir la situación cuando un hijo/a está incumpliendo las normas reiteradamente? 
R. Pensando ahora cómo resumirlo en unas breves líneas, (tarea compleja ya que es una pregunta que invita a reflexiones profundas) la realidad es que si un hijo adolescente está incumpliendo de manera sistemática las normas establecidas, lo que nos está mandando es un mensaje de auxilio, de que algo le está sucediendo. La capacidad que tengamos en poder traducir esas acciones en el verdadero mensaje que nuestro hijo nos está lanzando es crucial para entender la dinámica general. Una vez que ese mensaje se descubre y se atiende, de manera casi mágica las conductas desajustadas se reducen drásticamente. Claro, esta es una orientación muy general, el quid de la cuestión es que unas mismas conductas aparentemente similares en dos jóvenes pueden estar «lanzando mensajes» muy distintos. Donde un adolescente puede estar pidiendo más atención por parte de sus padres, el otro puede estar queriendo lanzar un grito pidiendo más espacio personal o libertad.

P. ¿Cómo abordar la situación?
R. El estudio individual de cada caso es clave. El primer paso como padres que siempre oriento a dar, es realizar un buen registro de todas las conductas de nuestro hijo para analizar cuál es la gravedad de las mismas e iniciar el proceso de entender el mensaje o necesidad de ese hijo en concreto. A partir de aquí la formación es muy importante, entender bien las diferencias entre normas y límites por ejemplo es crucial. Si la dinámica persiste sería conveniente solicitar ayuda profesional.

P. ¿Debemos ser suspicaces cuando no nos dejan entrar en su habitación? ¿Por qué son tan celosos de su intimidad?
R. Hace unos pocos meses o años, solo querían que no nos marcháramos de su cuarto para estar jugando con ellos y ahora, no nos dejan entrar en su habitación. Bueno, esto siempre y cuando se trate de manera general y dentro de unos límites de la normalidad es algo muy común y sobre lo que siempre oriento a no preocuparse en exceso. Es una conducta normal. El adolescente se encuentra en un momento de autoafirmación y para ello, una de las herramientas que tiene a su alcance es autoafirmar «su espacio dentro de la casa». Mientras sepamos que no existen peligros en su habitación, ser suspicaces lo único que puede ocasionar es el efecto contrario, que nuestro hijo se encierre más en sí mismo.

La única «medicina» es respetar su intimidad y ofrecer un clima y ambiente familiar extraordinario en casa para que le resulte atractivo salir al salón y compartir tiempo con la familia.

Yo no querría salir a un espacio hostil o donde siempre hay tensión en el ambiente y tampoco querría que nadie entrara en mi habitación si sé que se va a poner a mirar entre mi ropa interior buscando cosas que seguramente no tenga.

P. Muchos padres temen las malas compañías o influencias de sus amigos en este periodo, ¿qué hacer si no nos gustan sus amigos o su pareja?
R. Es curioso cómo nuestros hijos pueden tomar decisiones tan perjudiciales a la hora de escoger amistades, nosotros verlas claramente y ellos negar la realidad. En ese momento, tenemos dos opciones: o adivinar el por qué de «juntarse» con esos amigos o el prohibir su relación. La segunda opción, lo normal es que solo consiga incrementar el nivel de relación y de confianza con ese grupo de influencia negativa. La primera, es la estrategia acertada, que está basada en estudiar, analizar y entender qué quiere obtener nuestro hijo con esas amistades. Quizás quiere «ser aceptado» o quizás puede ser que no se sienta a la altura de otros grupos de amigos y antes de ser «el tonto» prefiere ser «el malo», * pueden ser muchas las explicaciones y cada una se afronta de una manera diferente. Hasta que se llega a entender las razones, solo hay una premisa básica a la que acogerse: si nuestro hijo está cerca de peligros nuestra obligación es protegerle. Los amigos siempre son las primeras decisiones que nuestro hijo adopta, y con cierta lógica van variando con el paso del tiempo. Cualquiera de nosotros como adultos mantenemos pocas amistades de nuestros primeros años de colegio, son relaciones que van cambiando en función de las necesidades del momento, entender precisamente esas necesidades es el camino para ayudarle en su desarrollo.

P. Las adicciones a las drogas, al móvil y ahora también al juego, ¿se pueden prevenir?¿Qué hacer y cómo actuar cuando ya están instauradas en su comportamiento?
R. Siempre me posiciono de manera muy clara y rotunda cuando se trata el tema de las sustancias tóxicas o de las drogas. Mi posición es que siempre que nuestro hijo sea menor de 18 años, debe mantenerse firmemente la filosofía de tolerancia cero. Y dentro de las drogas, sí, también se engloba el alcohol. Poco a poco en nuestra sociedad, se está «aceptando» el consumo de ciertos tipos de sustancias tóxicas. Ya nadie pasea por la calle y recrimina a un grupo de chicos de 16 años de edad, por ejemplo, el que estén fumando. Nadie llama a la policía porque un sábado por la noche varios chicos de 17 años estén tomando una cerveza en la vía pública.

Creo que tenemos el deber como padres y como sociedad de posicionarnos firmemente respecto al consumo de drogas.

Los establecimientos de «apuestas» también son un tipo de juego que su idiosincrasia está basada en «crear dependencia». Es decir, están pensadas para que el jugador, cada vez apueste más cantidades de dinero. El teléfono móvil, sin embargo, requiere de un análisis mucho más profundo, porque en sí mismo no es nocivo. Lo que sí considero perjudicial es su uso a una edad inadecuada. La manera de prevenir o de actuar siempre es la misma: mucho amor y ejemplo de congruencia desde la unidad familiar, a partir de aquí se debe saber diferenciar los tres niveles de vinculación. Uso, abuso y dependencia. Más allá del primero, siempre recomiendo acudir a intervención especializada porque el daño a futuro es exponencial dependiendo de la edad y condiciones de cada adolescente.

P. ¿Cómo conseguir saber en qué se gastan el dinero de la paga?
R. Siempre que estoy interviniendo con familias y los padres me plantean esta cuestión, tiendo a responder de la misma manera. Desde mi humilde punto de vista cuando abordo este tema, creo que el quid de la cuestión no es tanto en saber en qué se gastan ese dinero sino en saber si nuestros hijos disfrutan de una buena educación financiera. Y no se trata de ser expertos en inversión en bolsa, pero sí debemos valorar si nuestro hijo sabe diferenciar entre los conceptos básicos de qué es el dinero, cómo se gana, cómo se genera, cómo se ahorra, cómo se malgasta… La metáfora que planteo ciertamente no es perfecta, pero es algo provocativa y eso genera reflexión, que al final, es siempre lo que busco y persigo. Imagínese que usted trabaja por cuenta ajena y que siempre a final de mes su jefe le pide que le justifique en qué se ha gastado usted su salario. Claro, estaría fuera de todo lugar. Inaceptable. Es su privacidad. Otra cosa es que usted no llegara en condiciones de poder trabajar cada mañana a su puesto de trabajo, ahí sí que tendría usted un problema. Como siempre, pongo por bandera el valor de la confianza. Cree usted una relación de profunda confianza con su hijo y no le hará falta pensar en esta pregunta.

P. Las malas notas unidas a un mal comportamiento causan un enfrentamiento con el instituto. ¿Por qué se vuelven vagos y todo les da igual?
R. Podría ser por tres razones fundamentalmente. La primera porque ese adolescente podría tener un problema de autoestima y de autoconcepto que debe ser atendido. La segunda, porque las dinámicas de estudio en casa supongan un problema de algún tipo o no estén bien estructuradas. La tercera y principal de todas se centra en que el adolescente no sepa o no entienda por qué tiene que estudiar. Más aún, que no quiera estudiar y «tenga el deber» de estudiar. Aunque parezca paradójico, existen cientos y cientos de jóvenes, adolescentes y preadolescentes que van cada día a clase sin saber siquiera por qué lo hacen. Desde este punto de partida, es prácticamente imposible rendir bien en cualquier tarea y, por lo tanto, cuando el rendimiento es bajo, la frustración normalmente coge el timón del barco. Sin embargo, estas tres razones que son con las que más me he encontrado yo en el pasado, tienen una solución relativamente fácil, pero claro, lo primero es descifrar cuál de ellas es.

Marisol Nuevo Espín

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