Las nuevas generaciones se enfrentan a numerosos problemas que amenazan a su desarrollo. Entre ellos, hay dos que destacan y llenan muchos titulares por el peligro que tienen para los jóvenes. Por un lado se presenta el bullying, que hace que los alumnos vivan un infierno día a día mientras son víctimas de burlas y en ocasiones agresiones físicas. En el otro lado de la mesa aparece el consumo de alcohol, una sustancia excesivamente dañina para estos cuerpos todavía en desarrollo.
A priori, puede parecer que ambos problemas no tienen relación alguna entre ellos. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la Academia Americana de Pediatría señala el vínculo que existe entre ambos peligros para los jóvenes. Una advertencia que anima a la puesta en marcha de medidas preventivas contra ambas situaciones.
Vía de escape
Este estudio se centró en 4.297 jóvenes de distintas zonas para comprobar si podía existir una relación entre los alumnos que eran víctimas de acoso escolar y el consumo de alcohol. Esta investigación se prolongó desde el 2004 al 2011 y en ella se comprobó que efectivamente los alumnos que eran vejados por sus compañeros o discriminados de forma habitual encontraban en la bebida de estas sustancias una forma de escapar a esta situación.
Aquellos alumnos que habían sido víctimas de acoso escolar en los primeros niveles de enseñanza eran más propensos a desarrollar un consumo de alcohol al llegar a la juventud. Un peligro que se incrementaba al llegar a la adolescencia ya que en estas sustancias encontraban una falsa sensación de alivio que los animaba a sobrellevar las vejaciones y los insultos a los que hacían frente en su jornada escolar.
Pero no solo el alcohol se presentaba como vía de escape para los jóvenes. Otros productos igual de peligrosos como el tabaco o la marihuana también eran usados para «olvidar» la situación de acoso que sufrían en su centro educativo. Los expertos también señalan, que en el caso de los menores de entre 13 y 16 años, el consumo de estos artículos también responde a una presión social. El miedo a quedarse sin amigos y a ser víctimas de bullying los lleva a participar en estas actividades tan dañinas.
Señal de advertencia
Los responsables de este estudio explican que el consumo de alcohol y tabaco en adolescentes, puede ser una señal de advertencia para los padres y otros educadores. Ver que un joven que nunca antes había bebido, de repente muestra síntomas de embriaguez, junto con un carácter reservado puede ser un aviso de que está padeciendo una situación de acoso en su centro educativo. También se anima a las autoridades a tener en cuenta este punto a la hora de realizar políticas contra el bullying.
Los expertos señalan que es importante intervenir en estas situaciones para prevenir la sensación de victimización en los jóvenes y evitar que recurran al alcohol como vía de escape. Estos investigadores destacan la importancia de concienciar de que hay que denunciar estos casos en lugar de encontrar «salidas» como las del consumo de sustancias dañinas para el organismo. Los adolescentes que optan por la bebida en lugar de dar a conocer su caso es otra muestra de la preferencia al aislamiento por parte de las víctimas.
También se sugiere la necesidad de luchar contra el acoso escolar desde los primeros niveles de educación. Este estudio señaló que los jóvenes que son vejados en su niñez, desarrollan un trauma que los hace caer en el alcohol en su adolescencia. Animar al entendimiento y a las buenas relaciones entre el alumnado hará que el riesgo de consumo de estas sustancias descienda considerablemente.
Estas son algunas medidas para prevenir el acoso en las aulas:
– Preocuparse por los hijos, hablando con ellos y creando un canal de diálogo. Evitar los monólogos. Se aprende y se conoce mejor a los hijos, escuchándoles.
– Atender los posibles síntomas como nerviosismo, falta de apetito,insomnio, bajo rendimiento escolar o fobia escolar.
– Controlar y supervisar las conductas de los hijos, observando qué hacen, a dónde van, con quién juegan, cuáles son sus intereses y proyectos.
– Determinar los límites y las normas. Exigir el cumplimiento de las elementales.
– Educar para controlar las emociones, para comportarse con los demás y para convivir con otros.
– Observar los comportamientos, estados de ánimo y cambios en los hábitos de los niños.
Damián Montero
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