Nos enfrentamos a un periodo de vacaciones más. Muchos ya para nosotros, bastantes menos para nuestros hijos. Sin embargo, algo tenemos en común ellos y nosotros. Su primer verano con 12, 13, 14, 15 o 16 años, será también nuestro primer verano con ESTE hijo de 16 años, con ESA hija de 15, con ESOS hijos adolescentes.
Y en esta época estival podemos encontrar, o provocar, infinidad de ocasiones para que nuestros hijos ejerzan su libertad. Los horarios más flexibles, mucho tiempo libre, más salidas, menos obligaciones, bastantes amigos con los que quedar…
Circunstancias que pueden convertirse en motivos permanentes y continuos de conflicto o en oportunidades de recoger algunos de los frutos tempranos de lo que llevamos años sembrando. Esto no es un alegato al libre albedrío, ni mucho menos.
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La autonomía responsable de los adolescentes
Gerardo Castillo, pedagogo y profesor de la Universidad de Navarra lo expresa de la siguiente manera «es normal que los adolescentes reclamen más espacio en esta época del año y si se orienta bien, puede contribuir al aumento de un aspecto de la libertad: la conducta autónoma».
En ese sentido, aconseja el profesor Castillo que los padres aclaren el concepto de ‘autonomía responsable’ que «No es mera independencia desvinculada, por lo que en el tiempo libre no vale todo; no hay vacaciones para los propios principios morales o para dejar de ser el que se es, con una doble vida; y no se deja de pertenecer a una familia y de atenerse a unas normas básicas de convivencia familiar».
Nosotros también estamos aprendiendo a educar a estos hijos adolescentes para darles alas y para gestionar su libertad e independencia. No nos puede extrañar que se nos haga difícil soltar la cuerda, darles cancha a nuestros cachorritos. Es probable que nos de miedo que se equivoquen, que metan la pata, o lo que es peor, que alguien les tome el pelo. Nos da vértigo soltarles amarras. Tememos la incertidumbre de qué harán con su estrenada libertad y no nos gusta perder el control. Pero los padres debemos arriesgarnos.
La aventura de educar: cómo dar alas a los hijos
La propia libertad debe conquistarla cada uno para sí. A base de errores, de pequeñas caídas, de enfrentarse por sí mismos a la posibilidad de elegir mejorar o elegir empeorar.
Y debemos recordarnos a nosotros mismos que se van a equivocar. Que no siempre van a elegir la mejor opción (exactamente igual que nos ocurre a nosotros cada día). Sus fallos y tropiezos nos pueden disgustar o entristecer, pero lo que no deberíamos hacer es asumir por ellos la consecuente responsabilidad.
Atentos, pero no inspeccionando. Alerta, pero no espiando. Acompañando, pero no reprimiendo. Al final, lo que realmente importa es que intentemos ayudarles a descubrir la verdadera esencia de la libertad. Que no se conformen con elegir sino que se sientan siempre profundamente libres.
«Nuestra libertad es una libertad finita, es una libertad limitada. Eso equivale a decir que el ser humano nunca está libre de condicionamientos, sean estos de tipo biológico, psicológico o sociológico. Pero siempre tendremos la libertad Suprema, la libertad última: la libertad de elegir la actitud de cómo nos enfrentamos a esos condicionantes.
Cómo reaccionamos ante situaciones que no pueden ser cambiadas sólo depende de nosotros. Dicho con otras palabras: si no podemos cambiar la situación siempre tenemos la libertad última de cambiar nuestra actitud ante esta situación.» (Viktor Frankl)
Educar no es difícil. A veces puede resultar cansado, estresante o puede que incluso en ocasiones algo frustrante. Sin embargo ninguno de nosotros se resistirá a añadir a estos adjetivos otros como: ilusionante, enriquecedor, apasionante, creativo y muy muy muy divertido.
Parafraseando a Don Enrique Monasterio podemos decir: ¡Quién entiende a los adolescentes! Llevamos toda su vida tratándolos y siguen siendo un misterio. Quizá sea solo cuestión de quererlos sin pedirles nada a cambio.
Consejos para gestionar su libertad con dosis de responsabilidad
La libertad es una cualidad exclusiva de la persona. Por ella somos capaces de hacernos a nosotros mismos. Nuestras pequeñas y grandes decisiones nos van construyendo. Como cualquier potencia, no puede desarrollarse si no se ejercita. Si queremos ayudar a nuestros hijos a ser personas libres y responsables debemos darles las oportunidades necesarias para que lleguen a serlo verdaderamente.
Las dosis de autonomía cada vez mayor que nuestros hijos adolescentes nos van reclamando responden a una evolución natural de su persona. Debemos ir viendo, con cada hijo por separado, porque ninguno es igual a otro, dónde y cuándo se encontrarán con ese espacio de libertad.
No hablamos de una independencia desvinculada de su familia y de sus obligaciones. Eso respondería más bien al libertinaje. El buen uso de su libertad les deberá ir conduciendo a elegir adecuadamente y con el orden de valores correcto.Y nosotros no podemos enfadarnos porque ellos se equivoquen. Como siempre debemos estar ahí y recogerlos del batacazo, limpiarlos, curarlos y ayudarles a descubrir por ellos mismos en qué se han equivocado, porqué la elección que han hecho no era la adecuada.
Antes de meternos más en el verano, pactemos con ellos sus nuevos espacios de libertad. Pueden ser salidas, horarios, actividades extras… Sin olvidarnos de recordarles qué responsabilidad llevan asociada. Por ejemplo: «tú gestionas tu horario. En él tienes que contar con tiempo para ayudar en casa y para repasar materias escolares. Además las horas de las comidas son las familiares y las de salida y entrada las estipuladas por nosotros. Nos gustaría conocerlo. Si en un tiempo prudencial no funciona, lo revisaremos y lo ajustaremos contigo.»
María Jesús Sancho. Psicóloga
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