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Los adolescentes rebeldes y los padres-policía

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Cuarto y medio de gritos, un sonoro portazo, unas cucharaditas de insultos y todo ello regado con la sensación de ser injustamente tratados y tendremos la fórmula de un día rebelde en la vida de una familia con hijos adolescentes.

Aunque no se debe exagerar, vivir con un adolescente es como compartir el hogar con una persona que sufre una ligera locura pasajera. Algo que, para desesperación de padres y madres, se convierte a menudo en explosiones de mal genio.

Los adolescentes, debido a su falta de experiencia, y a los cambios de su organismo desconocen la mesura y carecen de tacto. Las hormonas que circulan por el cuerpo en crecimiento de un adolescente son poderosos reactivos químicos. Como muchas otras sustancias bioquímicas, algunas veces producen ciertos efectos secundarios, que provocan fuertes cambios de temperamento (del júbilo vertiginoso a la tristeza, y al revés) y arrebatos de comportamiento «poco racionales».

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A los quince años comienzan los cambios en los adolecentes

Con quince años, por ejemplo, les gusta discutir por discutir, buscando sin piedad los errores de lógica; embisten la contrariedad con fiereza, como si todo, aun lo más pequeño e insignificante, fuera digno de combate o discusión. En el intento de alcanzar autonomía, y ayudado por los cambios físicos y psicológicos que están viviendo, calculan mal la fuerza que deben dar a cada acontecimiento. Y como saben que sus padres intentarán domar esos aires de libertad, nuestros hijos terminarán explotando a la menor sugerencia. En resumen, su comportamiento es ¡tantas veces! impredecible y alocado…

Todo ello se debe a esa falta de madurez para controlar su comportamiento cuando se presenta un contratiempo real o imaginario. Al igual que ocurre con el niño pequeño, algunos jóvenes reaccionan de forma impulsiva, sin freno emocional, y pueden hacerlo ante un simple comentario, o cuando se les pide que hagan algo que no les agrada, es decir, cuando no existe motivo que justifique tal explosión de ira.

Padres – Policía

Enfadados e insolentes, los adolescentes no se dan cuenta de que los padres, a veces, simplemente hacen comentarios y no pretenden, ni por asomo, fastidiarles nada.

Los adolescentes perciben a un policía en lugar de ver a una madre o un padre que se interesa e intenta ser razonable.

Cualquier comentario paterno recibe una respuesta rabiosa, cruel e inadecuada. Y a los padres les cuesta trabajo comprender que se trata de una señal de autonomía. Se aturden, les pilla por sorpresa y les hace daño. El papel de padre controlador e hijo obediente se difumina y suele hacerlo con brusquedad, sin previo aviso.

Chicos y chicas: su comportamiento singular

Como afirma Alejandra Vallejo-Nágera en su libro La edad del pavo, el comportamiento bélico de los chicos es, en general, distinto al de las chicas.

Chicos, portazos. La mayoría de los chicos carece de facilidad para la dialéctica bajo presión. Pueden emplear términos o frases breves como «No me toques los…»; palabras fuertes y rápidas que tienen como objetivo paralizar al enemigo, en este caso a los padres. En la batalla con la autoridad paterna el chico suele ponerse muy nervioso. Tiende a responder de una forma más física que verbal: un golpe en la mesa, un plato que vuela por los aires o un portazo descomunal cuando sale de la habitación o de la casa. La disputa suele ser breve; no sabe lidiar con ella de forma razonable y la resuelve bien embistiendo con violencia, o bien marchándose. Lo último suele ser lo mejor para todos.

Chicas, dialéctica. La chica despliega con habilidad malabarista el arte de la verborrea. Todo, absolutamente todo, es objeto de disección y combate lingüístico. La niña adorable que daba muchos besos y sonreía con frecuencia se convierte en un dragón que echa fuego por la boca cuando se le lleva la contraria. Pone mucho empeño en demostrar que ya no es dócil, ni mona, ni manejable. Cuanto más ácido es el comentario, más eficaz. No importa el daño que cause al destinatario. En el fondo, sabe que no siente lo que dice y como es muy egoísta, eso le parece más que suficiente.

Los cambios emocionales de los adolescentes

Aunque a nosotros esos cambios emocionales y esas explosiones de genio puedan parecernos sin sentido, para los adolescentes son reales, incluso aunque no puedan explicar qué están sintiendo. Cuando un adolescente explota con un «No me comprendes», probablemente tenga razón. Puede ser porque los adolescentes no saben cómo describir lo que sienten y nosotros tampoco sabemos adivinarlo. Puede resultar difícil, pero para intentar comprender a los adolescentes hay que esforzarse en descubrir las razones de lo que les ocurre, aprender qué están sintiendo y por qué.

Los adolescentes necesitan libertad y tiempo para conseguir un balance y un equilibrio emocional.

La clave que hay que recordar es la siguiente: no tomarlo nunca como algo personal. Es difícil porque parecen «irracionales» y nosotros -adultos- reaccionamos naturalmente con enfado o irritación ante la descortesía y la rudeza de modales. Pero es importante cultivar una perspectiva un tanto distante (sin llegar a parecer despreocupado de los hijos) y permanecer tan serenos e impertérritos como sea posible, capeando las provocaciones con paciencia y ecuanimidad.

Ricardo Regidor
Asesoramiento: James B. Stenson. Fundador y director de Northridge Preparatory School de Chicago (EE.UU.) y Consultor de la Comisión Nacional para el apoyo de las Humanidades en Washington D.C.

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