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Adolescentes en su habitación: respeta su intimidad

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La comunicación fluida con los hijos resulta esencial en la adolescencia; sin embargo, a pesar de que todos estamos de acuerdo con esto, comunicarse con un adolescente es una proeza y, sobre todo, llegar a su intimidad es algo que no puede imponerse. Existen asuntos que, desde la óptica del adolescente, pasan AHORA a ser íntimos y en este terreno movedizo, merece la pena andar de puntillas y sin hacer ruido.

De todas maneras, el adolescente también se vuelve un poco raro. Con el descubrimiento de su intimidad, de que es una persona única, distinta de todas las demás, suelen llegar otras manifestaciones: es frecuente que comience por encerrarse en sí mismo, se siente inseguro, pasar largas horas sólo «pensando» en… nada concreto y en todo en general.

La introspección genera una cierta forma de placer, al surgir de ella la sensación de que uno se posee a sí mismo y posee el mundo que le rodea, y todo eso sin tener que levantar los pies de la cama. Aquí la imaginación juega un papel fundamental, pues le proporciona la posibilidad de ensayar, realizar, derrotar y ser derrotado. En suma, le ofrece la imagen de sí mismo que le gustaría poder ofrecer al exterior y que considera que no coincide en absoluto con la real, llena ahora de reacciones que ni él comprende.

Quejas de padres

(Sonia llega un viernes por la tarde a las 10 de la noche, después de haber aparecido por casa sólo para dejar la mochila al salir de clase y merendar cualquier cosa).

– ¿De dónde vienes, Sonia?

– No sé, de por ahí, con mis amigos. (Acto seguido entra en su habitación y comienza a escuchar música).

Los padres con hijos adolescentes suelen tener razón cuando se quejan de que resulta muy difícil comunicarse con ellos. Las quejas más clásicas son las siguientes: «Nunca cuenta nada»; «No sé lo que piensa»; «Hace más caso a sus amigos que a nosotros»; «Se pasa el día ensimismado, abúlico, en los aires»; «No soporta que esté a su lado»; «Pasa de todo»; «Cree que siempre le estoy criticando»; «Salta a la mínima»; «Si le pregunto siempre dice que no pasa nada, que está por ahí, y que le deje en paz».

Necesito soledad

En igual medida que él se analiza y critica en un constante proceso de autoafirmación, analiza y critica a los demás. Necesita modelos, pautas de conducta imitables que le resulten atractivas, «héroes» que den sentido a su mundo, que ha descubierto lleno de defectos e injusticias. Es en este momento, cuando la imagen de los padres, sobre todo la de la madre en el caso de los chicos, más malparada queda. La madre sigue viendo en su hijo al niño que todavía es; y el chico ve en su madre la niñez que a toda costa quiere abandonar.

El adolescente descubre que sus padres (y sus profesores, los adultos en general) son simplemente personas, con defectos -virtudes ahora se ven pocas-, casi siempre imperdonables. Además, los padres parecen no darse cuenta de que ya es un adulto.

La reflexión requiere unas ciertas condiciones de aislamiento, que no siempre son entendidas por los padres, al interpretarlas como actitudes de rechazo o de automarginación. Esa soledad es necesaria y debe ser respetada. Esto es especialmente importante si durante este periodo de descubrimiento de la propia intimidad, pretendemos enseñarle a que él respete a su vez la intimidad de los demás.

Quejas de los hijos

También suelen estar muy en lo cierto los adolescentes cuando rechazan las intromisiones paternas. Traducimos como rechazo o como problemas de los hijos, algo que es tan sólo crisis de la edad y, movidos por un sano afán, pretendemos «imponer» una comunicación, «conocer» lo que les ocurre para ayudarles, y se quejan:

– «Siempre quiere saber quién me ha llamado; entra en la habitación con cualquier excusa tonta».

– «Cuando vengo con mis amigos no deja de mirar por la ventana o por la mirilla de la puerta».

– «Siempre quiere saber dónde he estado y no para de preguntarme».

– «Si traigo amigos a casa entra en la habitación con cualquier motivo que se inventa».

«Quiere saber quién me ha escrito».

– «A veces me registra la mochila/el bolso o el móvil, por eso borro siempre los mensajes y los chats».

– «Hace más caso de lo que le dicen los demás, que si me han visto, que si hago».

Los adolescentes necesitan que su padre comience a tratarlo como a un adulto, que es como él se siente. Esto le permitirá reafirmar su personalidad y comprenderse mejor a sí mismo y al mundo que le rodea. El adolescente necesita especialmente el respeto y el trato de sus padres. Al tratarle, podéis hacer el esfuerzo de verle como nos gustaría que fuera dentro de 5 o 10 años, como un joven maduro y bien formado.

Marisol Nuevo Espín

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