Así lo remarca el catedrático de Sociología de la Universidade da Coruña José Romay. «Los humanos tienen la característica innata de la adaptación; la adolescencia es un periodo relativamente nuevo, nuestros abuelos pasaban de niños a hombres o mujeres sin nada intermedio; tenían esa necesidad para sobrevivir», recuerda.
Los adolescentes actuales, en cambio, incorporan la realidad de un modo distinto: «Tienen más temores, incertidumbres y menos expectativas que las generaciones anteriores; antes uno se formaba para una profesión y, al terminar, se ponía a trabajar y formaba una familia, que son los criterios de la adultez. Hoy a los 25 años muchos siguen con un trabajo muy precario y no se atreven a independizarse. No es extraño, que se planteen no apurarse en crecer y asumir responsabilidades de adultos», describe.
Los números corroboran estas sensaciones: según el Informe de la Juventud en España de 2012, el 29,8% de las mujeres y el 41,1% de los hombres siguen viviendo en casa de sus padres entre los 25 y los 34 años. Si se comparan estos datos con los referidos a jóvenes extranjeros se observa que éstos se independizan de la familia en mayor porcentaje que los españoles en todos los grupos de edad. De hecho, tan solo el 25,8% de los jóvenes extranjeros de 25 a 29 años viven con sus padres.