Las vacaciones de Navidad son caóticas y se descontrolan todas las rutinas. También el uso de pantallas. Ahora que volvemos a las aulas, es buena idea trazar un horario de uso de tecnologías.
Mucho jaleo de casa. Visitas de familiares y amigos. Viajes para ver a los abuelos. Sin clases. Con los horarios totalmente cambiados. Días de trasnochar y mañanas que se alargan demasiado. Muchos ratos muertos que rellenar. Algunas tardes de cansancio. Con todo el desbarajuste de la Navidad, no es infrecuente que nuestros hijos hayan abusado de las pantallas. Por eso, con la vuelta a las aulas, viene bien volver a dejar claro cuál es la política de uso de tecnología que hemos decidido aplicar en nuestra casa.
Uno de los mayores problemas que encontramos con las nuevas tecnologías, problema que no es sólo propio de la infancia y la adolescencia sino que está también muy presente entre los adultos, es que tendemos a caer atrapados en las nuevas tecnologías sólo porque nos acercamos a ellas para rellenar un momento libre que tenemos en el día. Basta mirar a los viajeros de un autobús, metro o tren para darse cuenta de que la inmensa mayoría están en sus pantallas. Quizá algunos estarán leyendo o trabajando. Pero la mayoría simplemente estará perdiendo el tiempo. Más sorprendente es lo que ocurre en la cola de un supermercado. Ya no sabemos esperar sin hacer nada. De manera instintiva, la mayoría de las personas sacan su móvil para no aburrirse.
Si trasladamos esta circunstancia al mundo de nuestros hijos, la presión es aún mayor porque tienen mucho que ver en sus redes sociales y porque, por el momento vital en el que están, les es más complicado controlar sus propios impulsos. Lo habitual será que utilicen sus dispositivos para hacer tiempo antes de alguna actividad, para descansar un ratito después de otra actividad, o simplemente porque no tienen nada mejor que hacer (o al menos, nada que no requiera cierto esfuerzo intelectual).
Así que una buena manera de evitar esa tendencia tan frecuente de malgastar el tiempo libre en las pantallas y quedar atrapados en ellas consiste en establecer rutinas que nos ayuden a organizar las horas del día. Ahora que hemos vuelto a los trabajos, las clases y las tardes de estudio, es más sencillo compartimentar espacios.
Una buena manera de organizar el día es evitar que las pantallas llenen todo lo que está vacío. Si admitimos en casa un cierto grado de uso de la tecnología, lo mejor es que tenga el tiempo tasado y concreto, con hora de inicio y hora de final. Así se evita el error habitual de pensar que se pueden utilizar pantallas cuando se han acabado los deberes, porque entonces corremos el riesgo de que nuestros hijos corran para acabar rápido las tareas, las hagan a medias y sin prestarles atención, sólo porque saben que al final les espera la ansiada pantalla. Es mucho mejor que sepan que, por pronto que acaben, no podrán disponer de la tecnología hasta el momento que hayamos estipulado. Si han terminado, pueden hacer otras cosas como leer, pintar o hacer ejercicio. Pero no usar tecnología.
Cuando van siendo más mayores, es frecuente que argumenten que necesitan recurrir a la tecnología para trabajar, porque tienen que hacer alguna presentación en grupo o les han dejado material de clase en un sitio web. En ese caso, también conviene establecer límites. Por ejemplo, enseñarles a conectarse, bajarse el material necesario y desconectarse. O a estar conectados únicamente a los programas informáticos que necesitan en ese momento pero evitar cualquier otra tentación tecnológica.
Alicia Gadea