El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció en una entrevista que su equipo trabaja en un sistema que impida el acceso de menores a contenidos pornográficos, es decir, en un medio de control para garantizar que los que están intentando entrar en determinadas webs y redes sociales tienen realmente la edad que dicen tener. Pero la realidad es que el mundo digital es como un campo al que no es fácil poner puertas. La bienintencionada propuesta necesita de la voluntad de los creadores de contenido para ser realmente eficaz. La mejor manera de luchar contra el porno es la educación.
El tema no puede estar más de actualidad: la irrupción de las pantallas en forma de móviles, tabletas y ordenadores, en el entorno de los niños y adolescentes ha provocado un aumento sustancial del consumo de pornografía y las consecuencias se dejan sentir ya en la sociedad. Hay que atajar el problema desde tantos ángulos como sea posible y el presidente del Gobierno se quiso sumar con una propuesta que, si bien es necesaria, tiene pocas posibilidades de ser eficaz. Explicamos qué pueden y qué no pueden hacer las administraciones públicas y en qué punto estamos ahora mismo.
Sistema eficaz de control de la edad de los menores
Las distintas normativas tanto nacionales como comunitarias que rigen los contenidos digitales obligan a quienes los suministran a preguntar la edad de los usuarios en el caso de acceso a webs o redes sociales que tengan establecido un límite de edad. Y muchas de las empresas preguntan por esa edad. El problema es que dan por válida la respuesta del usuario sin otro tiempo de confirmación. Es decir, un menor de 14 años que entra en Tik Tok o en Instagram solo tiene que mentir en el apartado de la edad (así lo hacen millones de menores) para hacerse una cuenta. Igual ocurre con el contenido pornográfico para mayores de 18 años. Basta un «click» en el que el usuario afirma ser mayor de edad para que la empresa dé acceso sin que compruebe si el usuario está mintiendo. La empresa se escudará en que fue el menor el que mintió y que no tenía otra manera de controlar la edad más que la palabra dada por el usuario.
Para evitar que las empresas puedan usar esta excusa, la Agencia Española de Protección de Datos y la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre presentaron el pasado mes de diciembre un aplicación que funciona de manera similar a las firmas electrónicas o a los certificados digitales. El usuario acredita su edad ante la entidad emisora (la FNMT), y recibe un token, un elemento que puede compartir con otras webs y aplicaciones, que solo contiene la información necesaria para ellas: si tiene la edad adecuada para acceder a ese contenido o no. Pero no contiene más información para evitar que quede en manos de terceras personas. Sería como recibir un carnet verde, amarillo o rojo, en función de si se puede entrar en todas las webs y apps, solo en las de mayores de 14 o solo en las de contenido para todos los públicos. La única información que daría este sistema es si pueden o no pueden acceder. Nada más.
Esta aplicación estará disponible este verano. Y posiblemente otras firmas están trabajando en aplicaciones similares. Si las empresas quisieran hacer uso de ella, ya no tendrían excusa cuando dejasen acceder a alguien que no tiene la edad adecuada para determinado contenido. Como el Gobierno es consciente de que, para que este sistema sea utilizado, hace falta la voluntad de los suministradores de contenido, está manteniendo reuniones con las grandes empresas tecnológicas para concienciarles del problema. Pero todo queda en manos de los suministradores de contenidos, y los que suministran contenido inadecuado saben que se gana mucho dinero con los menores.
Lo que el Gobierno no puede controlar
La propuesta del «certificado digital de edad» en forma de aplicación tiene varios problemas. El primero, el mal uso por parte de los menores: basta que un niño le pida a un amigo mayor de 18 años usar su token, es decir, su certificado, para que pueda acceder a contenido inapropiado. De la misma manera que los menores de 18 consiguen el alcohol para los botellones porque el compañero del grupo que es mayor de edad se lo compra.
Otro problema es que puede haber empresas que elijan no solicitar este certificado. Es verdad que, en el momento en que exista esta aplicación u otras similares, las empresas no podrán excusarse por no verificar la edad de los usuarios y se podrían enfrentar a una multa. Pero el mercado del contenido para adultos genera tal volumen de ingresos que muchas empresas prefieren asumir los costes de una multa a cambio de todo el dinero que pueden llegar a ganar incumpliendo la ley. Y aunque la nueva normativa comunitaria eleva las cuantías de las sanciones, todavía está muy lejos el desarrollo reglamentario para conseguir perseguir a los infractores.
El tercer problema es que esta legislación depende no solo de la voluntariedad de las webs y aplicaciones, sino también de la capacidad de las administraciones para perseguir a los infractores, y basta con que actúen desde países con legislaciones más laxas, para que pongan contenido para adultos a disposición de los menores. Además, con sistemas como los VPN, se puede acceder a cualquier web como si no estuviéramos en España. Los menores son expertos en estos atajos para evitar cualquier forma de control.
La educación, la mejor defensa contra la pornografía
Si bien toda medida es buena para evitar el acceso a contenido inadecuado, como la pornografía, el juego en línea o la violencia, en redes sociales y páginas web, las familias debemos ser conscientes de que no hay una herramienta cien por cien segura. Tampoco lo son los controles parentales, que pueden llegar a puentear. E incluso si conseguimos que nuestros hijos no utilicen pantallas, siempre tendrán los dispositivos de otro compañero. De modo que, junto a cualquier otra herramienta, la educación sigue siendo imprescindible y la mejor garantía de éxito.
El primer elemento clave es no tener miedo de hablar en familia de estos temas. Podemos aprovechar las muchas noticias que surgen a nuestro alrededor y de las que nuestros hijos son conscientes, como el reciente caso de unos grupos de WhatsApp con contenido inadecuado o la utilización de Inteligencia Artificial para crear imágenes falsas altamente sexualizadas de unas menores en una localidad extremeña. Hay que hablar de esto en la cena familiar, no como amenaza, sin poner en duda el comportamiento de nuestros hijos, sino como aviso de lo que hay alrededor, para que estén al tanto y sepan descubrir lo que está mal en cuanto se les presenta.
Además, debemos poner límites muy claros a la utilización de tecnología, diferenciar cuándo se usa para estudiar y cuándo para entretenimiento, establecer horarios específicos, hablar de lo que han hecho y han visto en el entorno digital, utilizar controles parentales cuando sea adecuado. Estos límites tienen que marcarse «en frío», no después de que se haya producido una infracción, para que nuestros hijos sean conscientes de que no lo hacemos como una represalia sino que, junto a ellos, ponemos barreras a algo que sabemos es perjudicial para su desarrollo.
Por último, debemos esforzarnos por dar a nuestros hijos una adecuada educación afectiva. No olvidemos que, por distintas vías, y a veces sin que los padres seamos conscientes de ello, reciben tanto mucho contenido sexual no educativo como mucha educación sexual que deja completamente al márgen la relación de afectividad. Por eso es importante que en las familias lleguemos a tiempo para hacerles comprender la verdadera naturaleza del sexo bien entendido, y para evitar que confundan con amor la ficción que está inundando internet y las redes sociales.
María Solano Altaba. Profesora de la Universidad CEU San Pablo. Especialista en alfabetización digital. Directora de la revista Hacer Familia.
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