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Los verdaderos deseos

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Me llama la atención cómo se puede vivir la vida de modos tan diferentes, ante circunstancias parecidas.

La mayor felicidad que puede encontrarse en la vida suele venir como producto de un buen matrimonio. Sin embargo, dedicamos poco tiempo a desarrollar el talento necesario para ser capaces de gestionar las emociones, encontrar bienestar, dirigir nuestro comportamiento para elegir bien las metas, hacer proyectos y realizarlos movilizando nuestras energías.

El mayor don que los padres pueden dar a los hijos es la seguridad de tener a su lado a dos personas que se aman.

¿Qué es lo que buscamos de verdad? ¿Qué deseos mueven nuestros proyectos?
Esta pregunta es vital. Si sabemos que lo que queremos es crear una familia unida, pensaremos cómo hacerlo. Nuestras energías irán encaminadas a conseguirlo. Nos cansaremos, pero sabiendo que merece la pena porque vamos dando pasos hacia el objetivo.

Buscar soluciones para alcanzar la felicidad

Las relaciones de pareja son conflictivas en todo tiempo y lugar. Los problemas coinciden. Lo que cambia la vida de algunos son las soluciones. Todo el mundo quiere triunfar en sus relaciones amorosas, somos seres inteligentes, pero… ¿por qué no hemos aprendido a convivir amorosamente si realmente queremos? Nos enfrentamos diariamente a un gran enigma: el amor no es suficiente para mantener unidas a las parejas. «Se terminó el amor», «Me he desenamorado», nos dicen muchos. Esta es razón suficiente para plantearse la separación.


Movilizar las energías intelectuales, las físicas y las afectivas, requiere un talento que tenemos que poner en marcha, si de verdad deseamos un objetivo vital importante.


Para poner en marcha todo esto, la mayor parte de las veces lo que necesitamos es ánimo. Nos comprometimos a vivir una vida en común responsablemente, ¿por qué lo hicimos? Generalmente buscando la felicidad.

Una familia feliz

Foto: THINKSTOCK 

El ser humano tiene tres grandes necesidades básicas: pasarlo bien, mantener unas relaciones afectivas sólidas y ampliar sus posibilidades vitales. El afán de ser felices nos lleva a colmar un ansia de plenitud que todos llevamos dentro. En un mundo hostil, la familia aparece como un reducto donde refugiarse, por eso resulta más doloroso cuando es de ella de donde provienen las inseguridades, el rechazo, la exclusión o la angustia.

Las consecuencias de este tipo de familias desestructuradas son muchas y muy serias.
Tenemos un baremo para conocer si el proyecto lo estamos o no realizando: la alegría.
La alegría anuncia siempre que la vida ha triunfado. Si nuestro verdadero deseo es que nuestra familia sea una familia feliz, habrá mucho que pensar, muchas dificultades que resolver, mucho tiempo que dedicar, muchos ratos de ocio que compartir y un pulso que tomar: la alegría de los nuestros.

Mónica de Aysa. Master en matrimonio y sexualidad

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