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Los traumas en la niñez tienen efectos en la edad adulta

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Los traumas vividos durante la niñez se relacionan con una peor salud cuando se llega a la edad adulta. Esa es una de las conclusiones de una reciente investigación que ha seguido la pista durante varias décadas a más de 7.500 británicos nacidos en 1958 y que ha observado cómo las experiencias infantiles adversas conllevan un mayor desgaste fisiológico una vez que los que las han sufrido son adultos.

La investigación, publicada en el ‘Proceedings of the National Academy of Sciencie (PNAS)‘, asegura que si los niños viven en ambientes psicosociales estresantes (especialmente, por problemas en la familia), esto después se reproduce de alguna forma en la siguientes décadas de su vida y se relaciona con peores datos de salud cuando se es adulto.

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La investigación ha considerado como «experiencias adversas» circunstancias familiares que, por lo general, provocan estrés a los más pequeños: separación de los padres por divorcio o muerte, problemas de alcoholismo de algún miembro de la familia, problemas con la justicia o personas cercanas con enfermedades psiquiátricas.

Asimismo, para medir el estado de salud de las personas estudiadas durante su edad adulta se ha tenido en cuenta una serie de biomarcadores considerados clave para la salud de las personas: la presión alterial, los triglicéridos o el cortisol.

¿Cómo se explica esta relación? Según los autores de la investigación, la relación entre los traumas infantiles y los problemas de salud posteriores se pueden explicar desde diferentes perspectivas. Así por ejemplo, aseguran que los niños que han sufrido esta clase de traumas suelen tener un nivel socioeconómico y educativo más bajo.

Pero no solo eso, según se describe, los niños que han vivido estas situaciones negativas también son más propensos a adoptar comportamientos de riesgo para la salud cuando son mayores: fumar, consumir alcohol o comer de forma poco sana (con el consiguiente aumento del peso y de la masa corporal).

Los resultados vienen a destacar la importancia de que los niños se desarrollen en ambientes sanos y alejados de síntomas de estrés que sean evitables. Asimismo, los autores de la investigación aseguran que reconocer la infancia «como un periodo de oportunidades en términos de salud sería crucial para la creación de nuevas políticas de salud pública a nivel poblacional».

Por ello, abren la puerta a continuar investigando para observar cómo los padres transmiten a sus hijos un capital social, económico y psicosocial que puede proteger la salud de los niños pero, también, alterarla si las condiciones de desarrollo no son las óptimas.

Ángela R. Bonachera

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