MADRID, 11 Abril
La terapia personalizada podría ser el futuro del tratamiento contra el Parkinson, una enfermedad que aún hoy se diagnostica tarde, que cuenta con escasas opciones terapéuticas y cuya prevalencia está creciendo en todo el mundo.
Así lo ha explicado en declaraciones a Europa Press la investigadora del CSIC y colaboradora de la Michael J. Fox Foundation for Parkinson’s Research Sabine Navarro Hilfiker, de cara al Día Mundial del Parkinson, a celebrar este miércoles.
Según esta experta, que trabaja desde el Instituto López Neira de Granada, los científicos estudian están logrando avances sobre Parkinson «en muchos campos importantes», entre ellos la fisioterapia, la terapia genética o las neuroprótesis.
De estos trabajos han surgido compuestos capaces de frenar los síntomas en animales, pero también en pacientes. Es el caso de la terapia genética, con la que se ha logrado reemplazar en cerebros humanos las células dopaminérgicas que se pierden con la aparición de esta enfermedad.
Sin embargo, los estudios con esta técnica «costosa e invasiva» son «demasiado pequeños» y sus resultados «poco concluyentes» ya que, mientras unos pacientes mejoraban, otros llegaban incluso a empeorar su situación.
A su juicio, dado que a cada paciente parece funcionarle una aproximación diferente, «se podría pensar que el futuro del tratamiento del Parkinson podría estar en la terapia personalizada».
UNA LÍNEA DE INVESTIGACIÓN PROMETEDORA
En estos momentos, Navarro trabaja en la linea de investigación donde está invirtiendo más esfuerzos la Michael J. Fox Foundation for Parkinson’s Research, en consorcio mundial de científicos más potente en Parkinson. Según explica, quieren entender cómo funciona el factor genético más importante en esta enfermedad.
«Se sabe que el componente genético más importante en Parkinson es un gen que codifica una proteína kinasa, un tipo de enzima que podría inhibirse muy bien con fármacos que ya existen. Intentamos entender cómo funciona esta proteína y buscar inhibidores específicos que logren parar la enfermedad», expone.
Para la científico, la prevalencia del Parkinson, conocida hasta ahora como la segunda enfermedad neurodegenerativa más común, está aumentando «de forma alarmante» no sólo en España –donde ya afecta a 200.000 pacientes– sino en todo el mundo. Una de las causas podría ser el envejecimiento poblacional. Sin embargo, habría diversos factores externos desconocidos culpables también de la situación.
«Existe un componente genético que aumenta el riesgo de padecer la enfermedad y que tiene una gran importancia. Estos pacientes de riesgo pueden desarrollar Parkinson en contacto con estos factores ambientales desconocidos, entre los que podría estar, aunque no se ha demostrado, el estrés oxidativo», apunta.
EN BUSCA DE BIOMARCADORES PREDICTIVOS
Investigadores de todo el mundo trabajan para descubrir cuáles son estos factores y también en la búsqueda de biomarcadores predictivos en sangre para detectar esta enfermedad antes de que aparezcan los característicos síntomas motores, momento en el que habrían muerto ya entre el 80 y el 90 por ciento de las células dopaminérgicas en el cerebro del paciente. Por el momento no hay avances.
Dice que los síntomas no motores del Parkinson, entre ellos problemas como la depresión, la ansiedad, los cambios de personalidad o la pérdida de la capacidad olfativa, «no dan pistas sobre su presencia», al ser inespecíficos.
Detectar la patología antes de que comiencen los síntomas motores daría a los médicos una ventaja de entre 10 y 15 años para tratar al paciente, que en estos momentos cuenta tan sólo con la dopamina como opción terapéutica –en función de la edad en el momento del diagnóstico– o con la estimulación cerebral, que no tiene mal pronóstico pero peligrosa, porque puede dañar otras regiones del cerebro.