«Llevamos varios años cada uno por su lado. Hacemos vidas paralelas y yo ya no quiero seguir así. No le encuentro sentido».
Las parejas que acuden con esta problemática, muestran una gran desesperanza y mucho miedo. Miedo al fracaso, a la incapacidad para restablecer una relación afectiva, emocional, y que perdieron hace años.
La vida en paralelo es muy fácil de adquirir. Basta con trabajar cada uno por su lado una cantidad ingente de horas, llegando extenuados a casa y buscando como compañía la televisión. Ella no pregunta nada, sólo entretiene, no exige que le preguntemos como está ni que nos importe nada de lo que le pueda ocurrir hasta que deje de funcionar.
En muchas casas es la sustituta que vale para todo: para dejar de hablar, para aislarse, para no llamar a los amigos, ya que, pensamos, con un mensaje tienen bastante…
En el fin de semana, las aficiones son diferentes y el estar con los padres o los suegros también se puede utilizar para disimular el vacío que existe entre los dos sin que nadie note nada.
Por las noches hay planes con amigos y entre la cena, las copas y la conversación con los demás, ya se ha pasado el rato…
Soluciones: cuanto antes, mejor
Siempre estamos a tiempo de solucionar una vida de este tipo. Cuanto antes, más fácil será restablecer la unión emocional que se ha perdido.
Y es que podemos llegar a desarrollar enfermedades afectivas como la sordera emocional. Ello implica que no nos es posible escuchar las necesidades de quien lleva diez, doce años a nuestro lado. El trabajo que nos espera consiste en desarrollar la inteligencia emocional. Supone saber identificar el propio estado emocional, y el de los demás. Esto conforma la base del conocimiento de sí mismo, de la moderación, de la compasión, de la cooperación y de la capacidad de resolución de conflictos.
Todo esto puede resultar elemental. Nos creemos que las poseemos, pero la realidad no es esa, ya que son los adultos que se sienten desbordados por sus emociones sin ser capaces de identificarlas son muchos.
Tendemos a mirar al otro para exigir lo que yo necesito, lo que a mí me gustaría, lo que me divierte, lo que me resulta atractivo. Pero esa actitud tan natural y tan extendida es compatible con una gran sordera emocional.
El otro está diciendo: “¡¡¡socorro!!! No puedo, no soy así, quiéreme como soy” y no somos capaces.
Por eso, la inteligencia emocional requiere ser desarrollada para poder amar. No es suficiente un coeficiente intelectual alto para poder vivir bien entre tú y yo.
Mónica de Aysa. Master en matrimonio y sexualidad