Una mañana fui a la jefatura de Policía a sacarme el Pasaporte. Cuando me llegó mi turno, salió en una pantalla de ordenador bastante grande:
Rocío López López.
Hija de Juan Antonio y María José.
Me dio un pellizco en el estómago y pensé:
– ¡vaya, soy hija de Juan Antonio y María José!… ¡qué responsabilidad! Aunque ellos no me quisieran yo siempre seré su hija. Aunque yo dejara de quererles, siempre seré hija de Juan Antonio y María José.
Entonces entendí que gracias a mis padres mi familia tenía un sello diferente a las demás familias. Un sello que ellos habían ido creando, sin proponérselo, día a día en cada situación, en cada circunstancia de nuestra vida juntos. Entendí la responsabilidad tan grande que tengo con respecto al lugar y posición que ocupo en mi familia. Y pensé en mis cuatro niños y tal cual, en el almuerzo, les conté lo que me había pasado. Les dije:
-Javier tu eres el lobo alfa de mi manada, el mayor, el líder de mis niños, lo que tú haces y dices, lo que no haces, cada gesto o mal modo que omites, cada idea ingeniosa que se te ocurre. Todo eso influye tanto en nuestra familia. ¡Qué suerte tengo con el lobo alfa de mi manada!
Javier estaba feliz.
– Miriam, tu eres calor de hogar. Cuando no está mamá tu cuidas de todos, piensas en todos: si Pablo va despeinado a la calle, si Lucia ha merendado, si a Javier le habrá gustado la comida que le hemos puesto en el termo, si parece que papá está un poco triste, si mamá está cansada. Eres el ángel de la guarda de la familia.
– ¡Es verdad mamá, así soy yo!. Dijo Miriam.
– Pablo, tú eres mi dulce calma, el punto de cordura, de sentido común en medio de esta familia, que a veces, anda un poco loca y estresada. Tú siempre dices: no pasa nada mamá, no pasa nada. Eres nuestro remanso de paz, el que nos enseña a todos la virtud de la afabilidad, por estar empeñado en hacerle agradable la vida a los demás.
Pablo contestó: – ¡¡¡Y nunca tengo prisa para nada mamá!!!.
-Mi Lucia,
– ¡¡hombre, por fin me toca a mi mami¡¡¡ dime, ¿qué lugar ocupo yo, cual es mi posición?.
– Tu eres mi rayito de sol, siempre alegre, contenta, con esa alegría contagiosa y esa risa desbordante, a veces demasiado ruidosa que inunda cualquier rincón. Siempre buscando a algún hermano para reírte más, para, en definitiva, disfrutar todavía un poquito más de la vida. Cuando eras pequeña decías: mírame mamá, es que soy todo un espectáculo. Y así es.
Cada uno en su lugar
Cuando terminé mi relato los miré. Y es curioso, me sorprendió comprobar sus caras de felicidad absoluta, ninguno deseaba la posición del otro, todos estaban persuadidos de que el lugar que ocupan en la familia es el mejor. Que si no responden con lo que se espera de ellos en cada posición, ninguno otro lo hará.
Para eso sirve el sello, para establecer una relación de pertenencia, en este caso de pertenencia a una familia, a la tuya. Que además será muy necesario cuando llegue nuestra amiga la adolescencia.
Concluí diciéndoles que importa mucho lo que hagan, digan, piensen, emprendan, etc, porque ellos son miembros de la Familia Rodríguez-López, que como ellos dicen: los Rodríguez-López siempre estamos pensando y nos reímos de todo. Ese es nuestro sello y gracias a él sabemos muy bien de dónde venimos y mucho mejor todavía a donde vamos.
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