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Estrena cada día tu propia vida

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Algunas facetas de nuestra vida pueden ayudar a los abuelos a plantearse si quieren mejorar en alguna de ellas.

Ser abuelo no es equivalente a ser anciano. No hay que enfocar la vida como que se acaba, hay que sentirse joven con la ilusión de «estrenar cada día la propia vida» (J.Choza). Debemos saber mantener nuestros ideales, las expectativas y los valores que hacen que la vida valga la pena vivirla, los que harán que nos sintamos felices.

Hay que tener la voluntad de querer ser feliz y la felicidad se alcanza principalmente por la satisfacción que produce la obra bien hecha, el comportamiento bueno, entregado al servicio de los demás.

El Dr. Paulino Castells, en su aconsejable libro «Queridos Abuelos», nos dice: «…no se jubile nunca de hacer lo que debe, lo que puede, lo que sabe y aquello con lo que disfruta». Lo que realmente nos hace viejos, incluso llegar a sentirnos inútiles, es el no tener proyectos e ilusiones.

El enfoque de posibles mejoras en nuestra vida mantendrá unas coordenadas básicas que, como expertos en el difícil arte de vivir, nos hacen sentirnos útiles y ser aceptados por los demás. Seamos conscientes de que la sabiduría que hemos atesorado en nuestra vida es imprescindible para el progreso de nuestras familias y también redunda en el necesario progreso de la sociedad.

Hay que estar activo todo lo que se pueda. Levantarse a una hora temprana fija, en la que sabemos que ya hemos descansado lo suficiente, hacer ejercicio, sobre todo caminar. Atender a los nietos y jugar con ellos, según lo que nuestro estado físico nos permita, es sin duda un buen ejercicio. Sin embargo, no conviene en absoluto llegar a agotarse, por lo que, si llega el momento, hay que saber decir a los hijos, cuando no estemos en condiciones de atender a los nietos: «basta no puedo hacer más».


«Al atardecer de la vida nos juzgarán del amor» (S. Juan de la Cruz)


Preguntémonos si hemos amado lo suficiente a nuestro cónyuge, a los hijos, a los nietos, a los amigos. Es un aspecto básico de nuestra vida, en el que se asienta la felicidad y en el que siempre se puede mejorar, dándonos más y mejor. Ser felices para hacer felices a los demás.

Procurar ayudar a los demás con espíritu de servicio, regalar nuestro tiempo visitando a los amigos que necesiten compañía: escucharles, animarles, aconsejarles sin imponer nuestra opinión, para que nuestros amigos disfruten de nuestra compañía y compartan sus alegrías y preocupaciones. No encerrarnos en nosotros mismos: guerra al egocentrismo.

«Una persona vieja llena de amargura, es una de las invenciones supremas del diablo» (Dicho popular)

Abuelo con su nieta

Foto: THINKSTOCK 

El buen humor nos ayuda a distanciarnos de los problemas cotidianos y ayuda a desprenderse de ellos. Evita caer en el pesimismo, que es recrearse en lo negativo. Tratemos a los amigos joviales con los que podamos reírnos a gusto y exteriorizar así nuestros sentimientos y emociones. Mantener la salud psicológica y emocional es más beneficioso que el necesario cuidado de la salud física.

Para mantener nuestra mente en forma hay que seguir con ganas de aprender. Podemos participar en actividades formativas como cursos, foros, asistir a conferencias. Interesarse por la cultura, por aumentar nuestros conocimientos. Buscar el aprender por el gusto de aprender nos hace progresar como personas. Organizar tertulias con amigos sobre temas familiares, educativos y todos aquellos que fomenten la ilusión de vivir.

Es conocido que leer es el mejor estímulo cerebral. Aconsejo dedicar todos los días un tiempo a la lectura de un buen libro, a lo mejor para releer el que nos agradó en otro tiempo y nos aportó ideas valiosas.

Estar dispuesto a transmitir a los demás nuestros conocimientos, escribir artículos sobre lo que sabemos y, si nos animamos, hasta ese libro para el que nunca tuvimos tiempo. También nuestra familia nos agradecerá si escribimos los momentos básicos de nuestra vida, lo que podría llamarse las tradiciones familiares: nuestras memorias.

La sociedad puede enriquecerse con nuestras ideas, por lo que debemos ser miembros activos participando en nuestro colegio profesional, en alguna sociedad cultural o deportiva, en la comunidad de vecinos, en la parroquia, en un partido político, etc. También podemos plantearnos el poner nuestros conocimientos al servicio de los demás. Más que hacer, enseñar a hacer, transmitiendo nuestra experiencia en los foros citados.

Según las disponibilidades de tiempo, podemos incluso realizar una labor voluntaria en alguna de las múltiples ONGs que pueden beneficiarse de nuestra profesionalidad. Servir como voluntario nos hará sentirnos útiles y aumentará sin duda nuestra felicidad.

Con los nietos

Conviene preguntarse, ¿estoy satisfecho de mi colaboración en la educación de mis nietos y estoy seguro de que los padres también lo están y saben valorar la labor que realizo, o me consideran un simple «cuidador» y me utilizan para «librarse de sus hijos»?
  
Es un buen momento para reconsiderar cómo colaboramos en la educación de nuestros nietos, sin suplantar a los padres, respetando en todo momento sus planteamientos educativos, que siempre debemos sostener delante de los nietos y no criticar lo que les dicen sus padres.

No obstante, si al analizar ahora los resultados formativos en el caso de un nieto concreto, consideráramos que es mejorable la labor educativa que con él desarrollan sus padres, valoremos si se trata de un aspecto fundamental que está perjudicando notablemente a su formación. Si fuera así, estudiemos cómo enfocar la conversación con nuestro hijo para transmitirle nuestra experiencia educativa, sin imponerle el modo de actuar, pero haciéndole reflexionar y motivándole a que cambie de actitud respecto a este hijo.

Estimados abuelos ahora a la tarea. Confío en que estas ideas os animen a plantearos planes de mejora personal.

José Manuel Cervera González. Orientador familiar. Secretario de la Asociación Abuelas y Abuelos

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