«Esta vez vengo a contarte que vamos bien. Creo que ya he llegado a conclusiones que me van a servir para toda la vida. Estoy muy contenta».
Existe un resorte en el interior de algunas personas que les lleva a vivir la vida con éxito. Viven tranquilos a pesar de las muchas dificultades que surgen en la convivencia. Pasan por largas temporadas de sequía, de silencios, de dolor, de distancia. Intentan hablar y es peor, dudan del amor del otro, parece que ya no hay nada en común, dan mil vueltas a las causas de esa situación tan difícil, incómoda y dolorosa. Soportan como pueden la sensación de soledad acompañada.
Quizás alguno esté pensando: «¡Menuda exageración!». Les aseguro que las crisis son así de negras. Se pasa una auténtica noche oscura.
No tirar la toalla
-Sin embargo, esa actitud interior de lucha por alcanzar la unión al precio que sea, la decisión firme de no tirar nunca la toalla, les lleva a sacar de su interior todo tipo de estrategias que les ayuden a solventar esa situación.
-Llegan a conseguir vivir bien con los problemas o dificultades que antes les parecían insalvables.
-Procuran evitar todo aquello que agrave las situaciones conflictivas y la tensión.
-Saben que un dolor de espalda, una diabetes o cualquier enfermedad crónica les acompañará toda la vida. Siempre hay dos posibilidades: quejarse o intentar tratar y sobrellevar los síntomas.
El amor que un día les unió, no se ahoga por las diferencias.
-Tienen claro que al elegir a una persona eligieron también toda la problemática que le acompaña: sus defectos, lo que le limita y las sombras de su carácter. Pero todo eso no es él, ni ella. Esta idea no se les olvida nunca.
-No intentan cambiar al otro al precio que sea, procuran fijarse en todo lo bueno sin obsesionarse con lo que falta.
-Saben analizar su conducta y sus actitudes interiores con valentía y autenticidad para intentar cambiar todo aquello que molesta, entorpece o entristece la vida del otro.
-No se dejan abatir por la culpa. Solucionan lo que sea posible solucionar.
-Procuran llevar una vida individualmente apetecible. Mantienen el trato con sus amigos, trabajan bien, se ocupan de sus hijos con esmero, piensan en quién les puede necesitar a su alrededor, hacen deporte, mantienen viva alguna afición que les alegre la vida.
En definitiva, esperan con ilusión tiempos mejores sin dejarse invadir por la angustia, si exagerar, examinando su propia vida y haciéndola cada vez más lograda en la medida de sus posibilidades.
Desde este sencillo artículo, les envío todo mi cariño. Son personas admirables.
Mónica de Aysa. Master en matrimonio y sexualidad