«Llevamos treinta y dos años casados. Cuando me preguntas a cerca de nuestras aficiones comunes, me doy cuenta de que no tenemos ninguna. Sin embargo, lo pasamos muy bien. ¡Tenemos una facilidad para pegar la hebra! A los dos nos gusta comer y charlar».
Esta mañana escuchaba estas palabras en la consulta, con admiración hacia la persona que me lo contaba, por el entusiasmo que transmitía después de tantos años junto a la misma persona. «A mi marido le gustaría que fuese deportista. Nunca lo he sido, ni lo seré a estas alturas de la vida. No comparto con él ninguna de sus aficiones, pero lo pasamos muy bien juntos. Cada uno tiene sus cosas que hacer, su independencia, un poco de espacio en el que cumplimos nuestras obligaciones. Cuando estamos juntos, nos ponemos a hablar de todo y pueden pasar horas».
Tiempo para la otra persona
Siempre que comienza un nuevo año, una nueva etapa, nos llenamos de ilusión pensando que nuestra vida mejorará en todo lo importante. Las relaciones con los demás y especialmente la conyugal, es una de las más importantes de nuestra vida. Desarrollar la capacidad de «pegar la hebra» supone querer estar con el otro, decirle con hechos: «Lo mejor que tengo es poder hablar contigo».
Tenemos toda la vida, todas las nuevas etapas que la vida nos regale para intentar conversar un poco de todo, de modo que no vivamos con un extraño.
Que nuestra vida esté llena de las relaciones que más llenan el corazón de los hombres, las verdaderamente humanas.
Cada día podemos intentar dedicar un tiempo a «perder el tiempo» charlando. Es el único modo que tenemos de expresar sentimientos, preocupaciones, ilusiones, temores, limitaciones y ambiciones. Es de todos sabido que donde está tu tesoro, allí está tu corazón. La relación conyugal, la de cada uno es un tesoro que requiere ser valorado para poderlo cuidar. Nos va en ello la felicidad.
Nos estamos acostumbrando a valorar el tiempo eficaz. Parece que las personas más ocupadas son las más valiosas e interesantes, pero realmente no se puede contar con ellas para nada. Ya ni lo intentamos. ¡Tienen tanto trabajo! De ese modo, se pierden los amigos y las relaciones amorosas mueren por falta de tiempo de dedicación.
Es una buena costumbre preguntarse, de vez en cuando, si sabemos lo que piensa el otro a cerca de la vida que llevamos, si le gusta cómo nos organizamos, el modo de tratarnos, si descansamos lo suficiente, si los hijos se sienten queridos, los amigos pueden contar con nosotros, si conocemos las preferencias, lo que les alegra la vida, lo que les hace dormir sonriendo.
Desarrollar la capacidad de «pegar la hebra» supone decirle al otro, en palabras de Jossef Piepper: «Qué bueno que existas». Merece la pena que pierda el tiempo contigo, porque tú me interesas.
Mónica de Aysa. Master en matrimonio y sexualidad