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Padres buenos o buenos padres: ¿cuál es la diferencia?

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«Padres buenos hay muchos, buenos padres hay pocos. No creo que haya cosa más difícil que ser un buen padre. En cambio no es difícil ser un padre bueno. Un corazón blando basta para ser un padre bueno; en cambio, la voluntad más fuerte y la cabeza más clara son todavía poco para ser un buen padre», señala Aaron Hass, profesor de Psicología y Psiquiatría de la Universidad de Los Ángeles, dedicado a la terapia familiar durante más de dos décadas, y padre de dos hijas.

Su experiencia profesional y familiar se condensa en El don de ser padre, un libro muy sencillo, en el que muestra con muchos ejemplos, cómo el padre puede establecer una relación abierta y cordial con los hijos.

Diferencias entre los padres buenos y los buenos padres

Estas son las diferencias que hace el autor entre el padre bueno y el buen padre:

–   El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para querer.

–   El padre bueno sólo sabe decir sí. El buen padre dice que sí cuando es sí, y no cuando es no.

–   El padre bueno hace del niño un pequeño dios que acaba en un pequeño demonio. El buen padre no hace ídolos; templa el carácter del hijo llevándolo por el camino del deber y del trabajo.

  El padre bueno amanteca la voluntad de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades. El buen padre echa a volar la fantasía de su hijo dejándole crear un aeroplano con dos maderas viejas.

–    El padre bueno llega a la vejez decepcionado y tardíamente arrepentido, mientras que el buen padre crece en años respetado, querido, y a la larga, comprendido.

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Exigir y respetar a los hijos

Padres buenos o buenos padres

Tomás Malmierca, educador de Fomento de Centros de Enseñanza, expone algunas características principales de la paternidad.

–   El padre llena con su presencia un hogar, igual o distinto que la madre, pero lo llena. El padre aporta sustentos físicos a los hijos, seguridad, confianza; sustentos afectivos, cariño, comprensión, perdón; sustentos intelectuales, enseñando a sus hijos y sustentos espirituales.

–   Del padre se espera autoridad, que significa referencia, guía, conocer el camino de la vida, marcar unos límites por el bien del hijo, saber corregir sin humillar. Del padre se espera conocer el por qué de las cosas. Sabe exigir, al igual que la madre, para que sus hijos sean fuertes, trabajadores, respetuosos con el ser humano y con el medio ambiente. Es diligente cuando sanciona.  El padre confía en los hijos, anima a usar la libertad. El padre es a la vez autoridad y acogimiento.

Los hijos e hijas esperan también de su padre amor, cariño, afecto, abrazos. No es propio de la paternidad el distanciamiento afectivo. Por eso, es afable, sabe consolar, tiene sentido del humor, sabe recibir, promueve y cuida la vida de familia y sabe celebrar. Un abrazo de la madre es distinto al del padre. Se podría decir que hay un cariño masculino y otro femenino.

–   El padre da protección. Si un hijo siente un peligro físico, se lo dirá a su madre, pero se sentirá más protegido si se lo cuenta a su padre. En ocasiones se sentirá más seguro, aunque puede que con la madre se sienta más comprendido. Los hijos son felices cuando el padre se une a la acción de la madre, cuando la ensalza y la cuida. Se sienten desdichados cuando la humilla, la menosprecia o la infravalora. Así el hijo busca apoyo en su padre. Él significa apoyo y seguridad.

¿Qué buscan los hijos del padre?

Según Tomás Malmierca, el hijo busca en el padre, coherencia, justicia, dando desigualmente a los desiguales, sabiendo perdonar. El padre da seguridad en el uso de las libertades, a la hora de las decisiones, sabe animar y ensalza las cosas positivas de sus hijos. Aunque es quizás la madre la que conoce más la intimidad de los hijos, el padre también tiene que conocer los sentimientos de sus hijos. El padre es imagen de fortaleza y sabiduría.

El pediatra francés, Aldo Naouri, reivindica en su obra más reciente que padres y madres ejerzan en la familia sus respectivos papeles masculino y femenino para asegurar el desarrollo normal del niño. El predominio abrumador de muchas madres en la educación de los hijos, así como el intento de que el padre adopte un estilo «maternizante», y tiene como consecuencia una prolongación de la infancia en un ambiente de superprotección.

Según el pediatra, en el desarrollo humano es el padre quien trasmite al niño la conciencia del tiempo. Por el contrario, la madre se resiste de forma espontánea a que el niño «salga de ella» definitivamente. De forma provocativa, asegura que tener una madre «todopoderosa» es la «enfermedad» más grave que puede afectar a un ser humano (sobre todo masculino). A este tipo de madres, afirma decididamente, «hay que pararlas» y deben hacerlo los padres, «comportándose como hombres». Naouri, que lleva 40 años ejerciendo de pediatra, sigue avanzando en que el hijo necesita ver que detrás de su madre «hay un hombre por el que su madre está entusiasmada».

Palabra orientadora

Sociólogos están analizando la cultura femenina dominante y afirman que familias centradas en la mujer, producen una virilidad violenta y ostensiva. Otras veces, es otro desencadenante de la homosexualidad, ya que los jóvenes buscan en otro chico, el afecto que no recibieron de su padre.

El psicoanalista Eric H. Erikson afirma que, según lo que percibe el niño en su desarrollo, los padres, son, al principio, no-madres, la otra manera del ser humano. El padre impresiona al niño como la contraparte llena de poder respecto a la madre. Los padres perciben del padre alguien «profundamente deseado y a la vez, que provoca cierto temor».

Erikson también apunta algunas características del padre: «junto con su rostro benévolo, la palabra orientadora del padre, constituye un elemento fundamental de la identidad humana. La cuestión no es que el padre sea ejemplar, según el juicio de otros, sino que se encuentre disponible para su hijo, que lo oriente, que lo apruebe. Los padres «buenos» pero inaccesibles son los peores».

La figura paterna en la educación de los hijos

–   La ausencia de amor paterno tiene consecuencias muy negativas para las hijas, y estas consecuencias se muestran con especial claridad en la relación con otros miembros del género masculino. Otras consecuencias son los desórdenes en la alimentación.

–   La deficiencia paterna en la vida de las hijas tiene una profunda influencia social, cultural, práctica y espiritual. Las hijas no interpretan la mala relación con el padre solamente de una forma personal, sino que la ven como un rebajamiento de su feminidad.

–   El padre es también un referente de masculinidad hacia los hijos varones, de firmeza y de fuerza pero también, de comprensión y cariño.

–   El padre debe desatar los lazos que puedan «estrangular» la relación madre e hijo y, sin que se note explícitamente, tu tienes la capacidad de convertir la relación entre tu mujer y tus hijos en más independiente, ya que de lo contrario, tus hijos no alcanzarán la autonomía que le corresponde.

Llena la vida de tus hijos de recuerdos buenos, de enseñanzas: enseñarles a jugar al fútbol, hacerles un dibujo, contarles como te enamoraste de su madre, háblales de la historia de tu vida y sobre todo, proponte tiempo para escucharles. Recuerda que eres guía de tus hijos, que ellos buscan tu aprobación o tu opinión sobre sus iniciativas. Y no olvides escuchar también a tus hijas, aunque sea en cuestiones en las que te pidan tu opinión, sobre el nuevo pantalón que se han comprado.

Jaime Márquez

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