Que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) se consoliden en el mundo de la educación y modifiquen para siempre la forma de transmitir conocimientos en las aulas es sólo cuestión de tiempo.
Es un cambio inevitable que ya ha empezado y que tiene que ir de la mano de la formación de los profesores y de los padres, para que sepan sacar el mayor partido y enfrentarse, a la vez, a los riesgos de las tecnologías.
El consenso entre los colectivos implicados en la educación en torno a esta cuestión es total, y se hace gala de las ventajas del uso didáctico de las tecnologías: refuerzan la autonomía del alumno en un contexto en el que, desde pequeños, tienen acceso a una enorme cantidad de información.
Hoy, la inteligencia está en quien se pone delante de la pantalla y los jóvenes han de ser educados para sacar el mayor provecho de ellas, sin olvidar que hay que integrar los conocimientos y memorizar conceptos.
Este cambio no significa en absoluto que el ordenador vaya a sustituir al profesor, es más éste debe formarse para incorporar las TIC en su metodología de enseñanza.
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El papel de los padres
Pero los profesores no son los únicos que tienen que hacer un esfuerzo para estar a la altura en esta transformación de las aulas. Los padres demuestran estar preocupados por la incorporación de las tecnologías en la educación de sus hijos pues, aunque tienen claras sus ventajas, también son conscientes de los peligros que suponen, como el robo de identidades, el «ciberbulling» y la falta de intimidad.
Es evidente que desde los gobiernos de todas las escalas territoriales no se puede dar la espalda a este giro que ha empezado a dar la comunidad educativa, por lo que las administraciones también tomaron la palabra en esta mesa redonda. El objetivo a seguir debe ser poner la tecnología al servicio del aprendizaje. Ahora manuales y plataformas coexistirán, el futuro para la educación virtual.
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