Los niños y adolescentes son el sector de la población más vulnerable en tiempos de crisis económica, pero sobre todo social y de valores.
Para ellos, «crecer en el seno de una familia enfrentada a las adversidades del actual contexto, tiene como consecuencia que se multipliquen por tres los problemas de conducta, además de dispararse las depresiones y la ansiedad», explica María Jesús Mardomingo, presidenta de honor de la Asociación Española de Psiquiatría del Niño y de la Adolescencia (AEPNYA), que ha dirigido un curso de verano de la Universidad Complutense de Madrid sobre factores de riesgo y protección en la psicopatología del niño.
La infancia y la adolescencia son las etapas del crecimiento decisivas para alcanzar un adecuado desarrollo emocional y una buena salud mental. En este periodo vital tienen una relevancia crucial los factores ambientales, casi tanta o más que los genéticos. «La personalidad y las características del comportamiento están marcadas por las primeras experiencias de la vida, el lugar en el que se crezca o las situaciones de presión familiar», explica Mardomingo. Un período que, añade la psicóloga, determinará la vida adulta, no sólo conductualmente, sino también epidemiológicamente, aumentando la predisposición a otras enfermedades médicas, como la obesidad, las cardiovasculares o incluso ciertos tipos de cáncer.
FACTORES DE RIESGO
Hasta que no pase algún tiempo y se cuente con estadísticas precisas sobre la incidencia de las psicopatías en los «niños de la crisis», Mardomingo prefiere no aventurarse a precisar cifras, aunque sí reconoce que si no mejora la situación serán muy altas. Lo que sí se está observando ya es el incremento de niños con trastornos de comportamiento, como déficit de atención e hiperactividad. Esto hace que «se adapten peor en el colegio, que tengan una relaciones conflictivas con el resto de niños y profesores, y que su rendimiento escolar disminuya», añade la psicóloga.
El déficit de atención afecta ya al 7% de los niños y la depresión al 4%, una tasa que se duplica al llegar a la adolescencia. En total, un 20% de los niños y adolescentes sufre trastornos psiquiátricos y del comportamiento. Las diferencias de género también se hacen patentes en esta materia, pues entre las niñas padecen el doble de problemas relacionados con la depresión que los niños. Esto se explica por razones genéticas y culturales: «Ante las vicisitudes, los chicos reaccionan mostrando conductas violentas y agresivas, mientras que las chicas han aprendido a encerrarse más en sí mismas, por lo que tienden más a la depresión y ansiedad».
El empobrecimiento, la falta de recursos educativos y el desempleo de los padres de familia son un cóctel explosivo para los menores que marcará su evolución futura, la imagen que uno tiene de sí mismo, el sentimiento de identidad y competencia y, en definitiva, su modo de insertarse en la sociedad. Especialmente relevantes son también otras situaciones extremas, aunque cada vez más extendidas, como el abandono escolar, la depresión severa de los padres o la necesidad de recurrir a los servicios sociales tras quedarse en la calle debido a un desahucio. Las dificultades a las que se ven sometidas las familias para salir adelante tienen como consecuencia secundaria el enfrentamiento entre ellos, que es para los menores el factor de riesgo más importante.
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