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Nada es gratis

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La felicidad no la regalan, sino que hay que trabajarla día a día, porque nada valioso sale gratis.

No hace mucho tiempo, mantenía un cambio de impresiones con un viejo amigo, dolido y desconcertado ante las cifras de rupturas y desamores en los matrimonios.

Aseguraba mi interlocutor que la presión ambiental era tan fuerte, que resultaba imposible ponerle freno a esta desbandada. Intenté poner una nota positiva y argumentar que no siempre los números dan razón cierta de una realidad, sino de sus apariencias. Cada año se publican las estadísticas de muertes producidas por la gripe estacional del invierno, pero tengo la impresión de que si estudiáramos las historias clínicas, llegaríamos a la conclusión de que en la mayoría de los casos no ha sido la causa el virus sobrevenido, sino que el enfermo acarreaba ya una dolencia tan dañina que sólo ha necesitado el último empujón para precipitar la gravedad.

Crecer ante las dificultades

Ante su mirada escéptica, remarqué que, aun siendo ciertas esas cifras, en mi opinión, hoy se encontraban matrimonios que habían alcanzado un grado de excelencia, superiores en muchos casos a los de las generaciones anteriores. Las dificultades les han hecho crecerse, profundizar en el sentido de su matrimonio y crear unos anticuerpos que fortalecen su propia unión de una forma difícil de encontrar en otras épocas en número tan notable.

No podemos despachar el asunto con cuatro eslóganes o lugares comunes. Lo serio hay que tratarlo como se merece, pues nos va en ello nada menos que la vida. Tenemos que remontarnos al origen, a los principios, -le decía- para detectar el mal. Buscar la solución a un problema requiere leer bien el enunciado y localizar la incógnita que hemos de despejar.

Poco le sirvieron a este padre dolorido mis argumentos de razón. Por más que se lo enfocaba desde distintos ángulos, su respuesta era siempre la misma: los hechos son contundentes y difíciles de rebatir.


No son matrimonios frustrados, ni amores malogrados. Es que nunca fueron amores, ni los abordaron como tales. La gran pregunta es si cuando se casan tienen una idea aproximada de lo que es el amor y lo que significa el matrimonio.


Tu sabes -le comentaba- porque me lo has oído muchas veces, que el amor es un misterio. Que un buen día, un hombre y una mujer que llevaban veintitantos años largos sin conocerse, que han nacido de familias distintas, con costumbres bastante cristalizadas y un esquema mental singular, se unan de por vida y construyan un proyecto común es bastante misterioso, y hay que bucear en este hecho para «no pedir peras al olmo». ¿Qué ha ocurrido? Que entre uno y otro ha surgido algo «misterioso» -no le quito una letra a la palabra- que les hace decir: a partir de hoy, yo no puedo vivir sin tener junto a mí a esta persona.

¿Hay un atractivo físico? Sin duda, en la mayoría de los casos es lo primero y forma parte de la naturaleza de las cosas. ¿Que se ha producido una identificación mental y afectiva, llamada empatía?, muy cierto. A partir de ahí hay que empezar a regar la planta para que la voluntad pronuncie su veredicto, que le lleve a elegir al «otro» por ser el «otro».

Será entonces cuando comience un trato, que va mucho más allá de las apariencias. Ella podrá tener días exuberantes y otros más vulgares; él en ocasiones presenta un aspecto desaliñado o salta por cualquier motivo sin razón conocida; muchos de sus gustos e intereses pueden coincidir o ser distintos en una y otro. Poco a poco surgirán cosas que nos gustan más y otras que nos molestan. Ahí va a entrar en juego la cabeza y la voluntad para afirmar: es esta/te y no otra/o al que quiero. A la vista del conjunto lo elijo porque me he enamorado y estoy dispuesto/a compartir la vida entera. Digo entera: esto es un menú cerrado, no un servicio a la carta.

Pareja

Foto: THINKSTOCK 

Uno y otro han de ser muy conscientes de que van a cambiar y evolucionar mucho más allá de lo que la imaginación nos puede sugerir. Aquí es donde hay que echarle toneladas de realismo para darse cuenta de que se han embarcado en la gran aventura del amor, donde la felicidad no la regalan, sino que hay que trabajarla día a día, porque nada valioso sale gratis. Tendrán que hacer suyo que el amor de uno por el otro no es un accidente casual, un capricho momentáneo. Tampoco es «algo más»… una rutina social. O hacen de su matrimonio y su familia la materia sustancial de su felicidad, o lo  habrán  empequeñecido, se quedará cada día más enclenque, más débil y sin fuste.

Insisto que nada es gratuito, lleva muchas puntadas hasta confeccionar el tapiz. Alguna vez he utilizado estas palabras de Rilke, que me parece que aportan bastante luz: «Es bueno amar, pero el amar es cosa difícil. El amor de un ser humano hacia otro es quizá lo más difícil que nos ha sido encomendado, como la prueba suprema de nuestra calidad humana. Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo. Es una gran exigencia, una demanda ambiciosa que se presenta y le enriquece; algo que le elige y le llama para cumplir con un amplio y trascendental cometido. Sólo en este sentido, tomándolo como deber y tarea para forjarse así mismo, escuchando y martilleando día y noche es como los jóvenes deberían valerse del amor que les es dado«.

Antonio Vázquez. Orientador familiar.Especialista en el área de relaciones conyugales

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