Las escuelas orientales sostienen que el modo que tenemos de atender va modelando nuestro cerebro y la atención plena llamada «Mindfulness» mejora las relaciones amorosas.
Las escuelas de mindfulness han desarrollado técnicas de concentración de la atención. Se trata de prestar mucha atención al aquí y ahora, de vivir intensamente. Resulta interesante porque la mayoría de las personas que acuden a consulta, sufren por acontecimientos pasados o por miedo al futuro. El miedo bloquea, paraliza. Este modo de situarse en la vida impide valorar las circunstancias presentes y disfrutar del momento.
Cuánta gente dice: «Si yo tengo que aguantar esto toda la vida*», sin saber si su vida o la de su cónyuge ¡llegará al final de ese año! No sabemos qué pasará: si me pongo enfermo, cómo estaremos cuando se vayan los hijos de casa, cuando fallezcan mis padres o dónde pasaremos el verano tal como está nuestra situación económica… o si encontraré un trabajo mejor… Al final, todas esas preocupaciones, más el recuerdo del pasado, nos bloquean de tal modo que el momento presente se esfuma. Se nos va la vida. El mindfulness nos centra en el momento presente.
Necesitamos empezar a valorar las cosas que estamos perdiendo. Las relaciones humanas en general y las relaciones de pareja en particular necesitan «tacto», que es una especial sensibilidad para captar una situación y responder a ella adecuadamente. ¡Cuántas veces nos quejamos de la falta de tacto, de sensibilidad hacia determinadas necesidades personales! Pueden ser necesidades económicas, afectivas, de compañía, de dedicación de tiempo, de respuesta ante una petición de cualquier tipo.
La falta de tacto lleva a responder al otro:¡Búscate la vida!, o ¡Cada palo que aguante su vela!, o ¡Tú verás!
De ese modo, fomentamos el «¡sálvese quien pueda! Y, lo peor de todo, es que podemos vivir así sin darnos cuenta y sin pedir perdón. Todo, absolutamente todo lo que hacemos es susceptible de justificación y así nos va. Aprender a valorar lo bueno y lo malo que se tiene es imprescindible para aprender a tomar decisiones adecuadas. Podemos aspirar a una convivencia enriquecedora en pareja, si cada uno se afana en cuidar cada una de las horas de sus días, exigiéndonos más delicadeza, más bondad, más agradecimiento fruto del reconocimiento de la buena voluntad, más acogimiento y menos individualismo.
La atención plena «mindfulness», ante las circunstancias concretas de cada día de quienes nos rodean, nos lleva a complicarnos constantemente la vida. El amor complica la vida y como resultado de la atención amorosa que prestamos se van estrechando los lazos afectivos, la vinculación que todos necesitamos para vivir bien.
Mónica de Aysa. Máster en Matrimonio y sexualidad
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