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El matrimonio de los abuelos

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En ocasiones mis amigos abuelos me han manifestado su preocupación por la permanencia de los matrimonios de sus hijos, a la vista de los casos que te cuentan de matrimonios que se están rompiendo al cabo de pocos años.

Dejo para otro momento el tema de cuándo y cómo aconsejar a los hijos casados, sobre aspectos preocupantes que detectamos en sus relaciones conyugales. Ahora me parece prioritario exponer la importancia que tiene el ejemplo de la vida matrimonial de los abuelos en los hijos casados.

No caer en la rutina

Los matrimonios jóvenes tienen que ver en los abuelos cómo se relaciona el compromiso conyugal, con un proyecto de vida sustancioso y valioso, que lo hace atrayente. Para lograrlo, los abuelos deben seguir cuidando su propio matrimonio. No pensar que con los años de experiencia matrimonial ya está todo hecho y caer en la rutina.

Matrimonio mayor con su nieto

Foto: THINKSTOCK 

La fidelidad conyugal no sólo se mide en años, sino con un nivel de calidad cuajado y amasado de sabrosos frutos de amistad conyugal. Los abuelos debemos querernos como novios, cada día más, porque nos damos cuenta de que nos tenemos el uno al otro y queremos más al otro, con sus virtudes y defectos, que a uno mismo. Nuestra ilusión estará centrada en seguir con el amor sincero que un día, lejano ya, unió nuestras vidas para toda la vida. La fidelidad es elegir, una y mil veces, cada día, a nuestro cónyuge.


La fidelidad es elegir, una y mil veces, cada día, a nuestro cónyuge


El amor es un sentimiento que se logra cuando entra en acción el verbo amar, es decir, se realizan con esfuerzo actos amatorios. Hay que amar no sólo con un amor espiritual, sino con amor de voluntad, que no se queda en el desear -el sentimiento-, pues requiere el esfuerzo de querer el bien del otro y atenderlo en su singularidad: es querer que se realice plenamente como persona, es atender a lo que el otro necesita y no sólo a lo que uno quiere darle. Cuando vamos ganando en edad, el amor va perdiendo el ardor natural, que a veces inconscientemente buscaba la satisfacción personal, y solo queda la caridad verdadera. Cuando declina el cuerpo, se eleva el alma. Es la edad del amor más bello.

Los detalles que dejan huella

A amar enseñamos los padres, con lo que han visto los hijos de nuestro amor mutuo: «Mi padre los fines de semana le llevaba el desayuno a la cama». «Salían juntos siempre que podían, cogidos de la mano o el brazo, a pasear, comprar, con amigos,…».

Sin embargo, en cada matrimonio los esposos tendrán un estilo distinto de vivir el amor en los detalles, posiblemente según lo que vieron vivir en el matrimonio de sus padres. Con-vivir es compartir las vidas: esfuerzos, ilusiones, alegrías y penas, salud y enfermedad… Y sobre todo, compartimos la responsabilidad educativa con los hijos y ahora con los nietos. Los abuelos viven juntos, no por interés: están cumpliendo el compromiso de «hasta que la muerte nos separe».

Los abuelos hemos de dar ejemplo de convivencia matrimonial: sabemos querer, porque nos damos, dando, manifestando nuestro amor en detalles de servicio. Seguimos creciendo en la capacidad de dar y en la de recibir. Deben ver nuestros hijos que nos comunicamos, porque tratamos de compartir nuestro tiempo, estamos pendientes el uno del otro y nos ayudamos en la vida diaria. Seguimos proponiéndonos metas familiares, que incluyen la ayuda solicitada por los hijos casados y la colaboración en la educación de los nietos. Lo mejor puede estar siempre por llegar.

Lo primero, nosotros

Debemos los abuelos seguir dando prioridad a la relación entre nosotros y a las actividades conjuntas: deporte, excursiones, viajes, mantener las relaciones con nuestros amigos y emprender actividades de cooperación social, etc. Es decir, vivir las costumbres que, cuando éramos más jóvenes, teníamos para proteger nuestro amor y ponerlo al día. No gastemos toda la energía ocupándonos de hijos y nietos si después no nos quedan fuerzas para nuestra relación conyugal, ni para tratar a los amigos, ni para ocuparnos de nuestra salud que con el paso de los años va necesitando más atención. Es necesario que los abuelos sigamos teniendo proyectos personales y familiares, que incluyan nuestra vida común y la ayuda a los demás. Como ya he citado en otra ocasión: «Ser joven es ser capaz de estrenar cada día la propia vida», (Jacinto Choza).

No podemos limitarnos a permanecer encerrados en nuestra casa, a cohabitar, que es vivir bajo el mismo techo: nuestra casa no es un hotel, es un hogar, donde el cuidado de los detalles materiales, está manifestando la delicadeza en el trato y el deseo de hacer agradable la vida a los demás. La casa de los abuelos será así un refugio de cultura y amor para sobrevivir a las prisas y la superficialidad de la cultura actual.

Aconsejar desde la experiencia

Los abuelos solemos llevar todos ya bastantes años de matrimonio: reflexionemos sobre los esfuerzos que nos ha supuesto alcanzar la felicidad matrimonial. Recordemos lo que tuvimos que hacer para superar los momentos de discusión… y sacaremos buenas experiencias para transmitir a los hijos, cuando nos planteen sus momentos difíciles.

Lo importante será que los jóvenes esposos, por el ejemplo de sus padres, hayan aprendido a conjugar el amar. Deben saber que los esposos son: cónyuges, porque comparten el mismo yugo, su contrato matrimonial; y, consortes, porque comparten la suerte, que dependerá de cómo vivan el día a día de su matrimonio. El ejemplo de cómo viven su matrimonio los abuelos será una manifestación del valor de la fidelidad matrimonial entre un hombre y una mujer, que está en la base de la familia y es el fundamento de la sociedad, y base para la construcción de una civilización del amor. En la familia cada miembro es querido por lo que es y no por lo que tiene. En la casa de los abuelos debe existir un ambiente donde todos aprendan a amar y apreciar a los demás, a ser honrados y respetuosos con todos, a practicar las virtudes humanas, en especial la misericordia y el perdón.

Un hecho comprobado: los hijos de padres separados acuden al matrimonio con incertidumbre sobre si prosperará su amor y lograrán la felicidad que anhelan. Se dan en este grupo un alto número de divorcios por falta de entrega, viven el amor reservándose… por si acaso y asísufriré menos. No se esfuerzan lo suficiente para superar las dificultades de los primeros tiempos de convivencia… «Ya no le quiero»… Y se divorcian. Divorcio llama a divorcio.

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