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La mayor parte de los terapeutas matrimoniales abogan por  una técnica de resolución de conflictos que consiste en intentar ponerse en el lugar de tu pareja, mientras escuchas con atención lo que quiere decirte y luego comunicar del modo más empático posible que entiendes su punto de vista, su perspectiva de las cosas…

Sin embargo matrimonios felizmente casados, no son capaces de resolver sus problemas con este sistema aconsejado por los expertos. Es interesante observar y preguntar acerca de su resolución. ¿Cómo los resuelven?

Resolver los problemas

1º.- Intentando suavizar el planteamiento del problema.

Todo lo que nos ocurre en la vida se puede dramatizar o minimizar. Quitando importancia a las cosas se vive con mucha más serenidad y la capacidad para resolver los asuntos aumenta.

Los problemas no se encuentran envueltos por la angustia que produce algo tan serio y dramático.

Un 80% de las parejas se terminan separando por las constantes peleas, que llevan al distanciamiento emocional y a la soledad.

El tono en el que decimos las cosas es muy importante. Si esperamos un poco a que se pase el efecto del enfado, todo se podrá decir de modo que no hiera y nos podamos entender.

A un hombre fisiológicamente le cuesta más calmarse que a una mujer. Debemos de ser conscientes de los daños que producen los nervios y la irritabilidad a la hora de intentar comunicar cualquier necesidad.

Aristóteles afirma que la ira es inflamable. «Nos podemos enfadar, durante el tiempo oportuno, y en el momento adecuado, como esto no es posible, concluye; es mejor no enfadarse».

Pareja

Foto: THINKSTOCK 

2º.- Aprender a recibir y ofrecer intentos de desagravio.


Todos tenemos un montón de habilidades que no desarrollamos y que nos harían la vida mucho más fácil. Frenar es una de ellas.


Frenamos el coche si podemos atropellar a alguien, o si se nos va la dirección y podemos patinar. Paramos la lavadora si hace un ruido raro o si echa humo.

En las conversaciones entre marido y mujer si la temperatura está subiendo, o podemos atropellarnos el uno al otro, también tenemos que aprender a frenar.

Se puede expresar con claridad: «Vamos a dejarlo para otro momento porque me estás haciendo daño».

Cuando las relaciones se están estropeando hay que poner en marcha la capacidad de reparar, como cuando un calcetín nuevo tiene un agujerito pequeño que si no se cose se convierte en un «tomate», provocando que la pareja vaya a la basura.

Se repara: pidiendo perdón explícitamente, demostrando el amor con la unión física, teniendo un detalle preparando la comida preferida, invitando a la familia política, preparando un fin de semana a gusto del otro, mandando flores, llevando las corbatas al tinte, los zapatos al zapatero, haciendo las copias de las llaves que se han perdido, ordenando un armario que no nos corresponde, contando cosas buenas, alabando los esfuerzos pequeños…Cada uno sabe qué es lo que al otro le cuesta y lo que le alegra la vida.

Mónica de Aysa. Master en matrimonio y sexualidad

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